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lunes, 9 de diciembre de 2013

La última vez

¿Cuántas veces te has dicho que esa sería la última vez? Una promesa, una orden jamás cumplida. Que no te arrastrarías más, que no volverías jamás. Y vuelves. Ojalá todo fuese más fácil, te dices. ¿Y si pudiese serlo? Y si la felicidad se esconde en otra parte.

Nunca más. Suenas convencida, segura de ti misma, pero cuando chasquea los dedos, te deshaces en sus brazos. Tú ya no eres tú, eres suya. Juego ridículo, y tú eres la más estúpida, la que siempre pierde. Te dices que algún día todo irá bien, que al final funcionará. ¿Cuándo? Espera sentada, no vaya a ser que te caigas del sueño. Y caerás como has caído tantas veces.

Te enamoraste, es tu excusa favorita. Desenamórate, pero el amor tenía que doler dijiste. Eso te habían contado. ¿Y si no es amor? A él no le importas, todo el mundo lo sabe. Querías tanto vivir una historia de película y todo ha acabado como una telenovela basura. O peor.  Te sumiste en tu bonito mundo, fuera de cualquier realidad, hasta que está te explotó en la cara. Como las mejores pompas de chicle, lo salpicó todo.


Ahora levántate tú sola, mientras que ves como él sigue con su vida. No lo olvidarás, no cometerás este error otra vez. Fue sólo otro obstáculo en el camino hacia la felicidad. Pero esta no es la última vez.

miércoles, 10 de julio de 2013

La chica de al lado #3

Barcelona, 2009

Ariel le dio una última calada al cigarrillo antes de lanzarlo al suelo y pisarlo con sus viejas Coverse. Volvió a mirar la hora: María llegaba tarde. Otra vez. Se apoyó contra el muro de piedra, cruzándose de brazos, dispuesta a estrangular a su hermana en cuanto se le ocurriese salir de la boca del metro.

Se encontraba en una de las calles más concurridas de la ciudad, una de esas en las que nadie vive en los edificios, donde solo hay despachos y tiendas que se pelean por tener el escaparate más vistoso. De esas tiendas en las que nunca la dejarían entrar, como en esa gilipollez de película de la Roberts. ¿Desde cuándo las putas se vuelven ricas y tienen un final feliz?

De repente, salió de una de esas tiendas, justo enfrente de ella, Caro. Vestida como una estrella de Hollywood, con enormes gafas de sol, y todo. ¡Qué tonta que soy! No sabéis quien es Caro. Pues Caro es…Caro. No creo que haya nadie como ella, o al menos eso espero. ¿Por qué? Ahora os lo cuento.

La reina de nada

Carolina Torres. Un nombre común, un nombre cualquiera. ¿Quién es?, te preguntarás. Nadie lo sabe con certeza. Su forma de andar, de mirar a la gente es única. No intenta ocultar lo que es, ni se molesta en disimularlo. Es rica, por lo que viste y habla como tal. Y te trata con frialdad y desdén como si tu sola presencia, tu respiración le hastiase. Parece superior a todos nosotros, o al menos eso te hace creer con una simple sonrisa.

Cada mañana su chofer la lleva al colegio en un flamante automóvil con los cristales tintados y aparca justo delante de la puerta. Entonces, ella se baja, como toda una señorita, y se despide de él lanzándole un beso. Según las malas lenguas, ella pasa más tiempo con él que con sus padres.

En las escaleras la esperan Nuria y Pilar, sus “secuaces”, cada cual más imbécil que la otra, una con su yogurt desnatado sin azúcar recién comprado, la otra con los libros de la primera clase. Ella los coge, sin decir ni mu y apenas prueba el desayuno antes de que acabe en el fondo de la basura.

Al entrar, todo el mundo se queda callado, embobados con ella. La observan, la examinan en busca de algún error, de algún cambio: el pelo encrespado, un agujero en las medias o unos ojos sin maquillar. Pero no. Su melena rubia se balancea hasta la cintura, lleva el uniforme impoluto y el maquillaje sigue en su sitio. Va perfecta, como siempre.

Pero lo que nadie sabe, es lo que realmente siente Carolina mientras atraviesa los pasillos, con sus altos tacones repiqueteando contra las baldosas. No deja de pensar que ha engordado un kilo, que tiene que comer menos, que se va a volver una foca. Y que todo el mundo lo está pensando. Que se van a reír y se burlarán. Y por un momento está a punto de echarse a llorar como una niña pequeña. Pero sigue, sin titubear ni un sólo instante, como cada día. Sí, para ella ese paseo es como el mismísimo infierno, aunque nunca lo haya visitado. Seguro que en algo se parece.

Carolina es una alumna de sobresalientes, aunque algunos se empeñen en tacharla de cabeza hueca. No, esa melena dorada no tiene ni un pelo de tonta. Pero ¿de qué le sirve? Si cuando llegan las notas, su padre apenas las mira y le dedica una sonrisa vacía, como si no le importara. Bueno, es que le da igual.

Sabéis, ella cree sus padres no la quieren. Y lo peor, es que no se equivoca. Fue criada por un ejército de niñeras que se ocupaban de ella las 24 horas del día, sin apenas ver a sus padres.

Hoy en día, Carolina come cada sábado con su madre, el único día que la ve. Bueno, sólo si su madre no se olvida. Entonces, su hija espera sentada durante horas, rezando para que el retraso de su madre se deba al tráfico. La mayoría de veces es que simplemente se ha marchado al Caribe con sus amigas sin avisar.

La verdad, es que todo el mundo sabe que María Torres nunca quiso tener hijos. No se le dan especialmente bien, dice ella. Pero los accidentes existen ¿no? Aunque nadie se atrevería jamás a decir delante de su hija que ella fue un…imprevisto. Salvo su madre, claro, que le recuerda en cada una de sus citas cómo sería su vida si no tuviera una hija. Aunque, en realidad, hace lo que le da la gana, piensa Carolina.

En cuanto al padre, Francisco Torres, afamado abogado, se pasa el año viajando de una punta a la otra del globo. Y cuando pasa por casualidad por Barcelona, apenas recuerda que tiene una hija. Si la ve, la saluda incomodo, charla con ella un par de minutos y se esfuma tan rápido como ha llegado, seguramente para acabar en la cama de su amante de turno.

No, los padres de Carolina no están divorciados, y la verdad es que no creo que lo lleguen a hacer ¿Para qué? Ella se aprovecha del dinero de él, mientras que él se aprovecha de las amistades de ella, o bien para hacer negocios, o bien para meterse en su cama. Todos están contentos con la relación. Ya lo sé, no es un cuento de hadas, ni mucho menos, pero es que para ellos el amor nunca fue lo más importante. Ni lo segundo, ni lo tercero.

Sin embargo, y por extraño que parezca, Carolina sí que sueña con hadas madrinas, príncipes azules, y corceles blancos. Porque sabe que son lo único que la puede salvar de su mundo, un mundo en el que reina. Ella manda, desde una hermosa habitación en uno de los áticos más caros de la ciudad. Una habitación enorme, con largos ventanales que dan al mar, una cama doble desde la que se puede contemplar el amanecer; muchas veces convertida en una cárcel, en una alta torre amurallada a la que nadie puede acceder.


Quiere que la saquen de allí, que la rescaten de su propio castillo. Quiere escapar, pero no puede. Sí, desearía huir, desparecer, marcharse lejos. Sólo sueña con acabar con ese armario lleno de ropa de marca, reflejo de su infelicidad, con las dietas, con las falsas sonrisas, con todo ese maquillaje y máscaras que esconden la verdad. Porque se ha dado cuenta de que está vacía, de que necesita más.  Que su mundo no es más que campos de desolación, surcados por ríos salados, salados por las lágrimas que brotan de sus ojos, llenos de grietas, de profundas heridas sin sanar. Sí, ella siempre ha sido la reina, la reina de todo, o eso ha creído, porque ya no le queda nada, o quizá es que nunca lo ha habido. 

La chica de al lado


miércoles, 13 de febrero de 2013

Thirteen Reasons Why

Sinopsis:
Clay Jensen, un estudiante de secundaria algo tímido, vuelve a casa desde la escuela un día y encuentra un paquete anónimo en el porche de su casa. Al abrirlo, descubre que se trata de una caja de zapatos con siete cintas de casete grabadas por la fallecida Hannah Baker, su compañera de clase que se había suicidado recientemente. En éstas, Hannah explica trece razones que causaron su muerte, trece historias en las que se ven involucradas trece personas. Las cintas fueron enviadas inicialmente a un compañero de clase con las instrucciones de pasarlas al siguiente estudiante cuya historia apareciese en las grabaciones. Todos ellos pensaron que sus acciones eran inofensivas, que no la afectarían o dejarían una cicatriz en ella. Estaban equivocados. A través de la narración de audio, Hannah les revela su dolor, que finalmente la condujo al suicidio.
Opinión Personal:
La verdad, me dio más pena Clay que Hannah. Y me gustó mucho más. No sé por qué. Quizá fue porque me recordó a un héroe que no llegó a tiempo. Sí, la podría haber salvado, pero no se atrevió a acercarse a ella, a conocerla, aunque siempre le había llamado la atención. Y ahora su muerte pesa sobre él. No me pareció justo que Hannah lo incluyese en las cintas, fue un gesto egoísta o quizá un intento de disculpa, pero él sí que no se merecía saber toda la historia de Hannah, no se merecía tanto sufrimiento. ¡Tendréis que leer el libro para saber por qué Clay también está en la lista!
A parte de eso el libro me gustó mucho. Te hace ver como un simple rumor (sí, sólo eso), una simple acción puede tener consecuencias que ni siquiera podríamos llegar a imaginarnos. Como cambiar una vida, o en este caso acabar con ella. Esa es la realidad, no hace falta que nos la cuente un libro. Y como en esta sociedad cada vez somos más individualistas, vivimos en nuestro mundo sin preocuparnos de los que nos rodean, estas tragedias son inevitables.  
Tengo que admitir que las lágrimas se me escaparon varias veces durante toda la lectura y que estoy ansiosa porque lleven la historia a la gran pantalla. Seré la primera en ir a verla, os lo aseguro. Muchos os echareis atrás al saber que no hay historias de amor, ni risas, y es que aparenta lo que es: trece necias (y eludibles) razones que causaron la muerte de una adolescente. Pero leedlo, de verdad, merece la pena. Gran libro. Gran historia. Gran, gran chico.
“Soul alone” de Hannah Baker

I meet your eyes
you don't even see me

You hardly respond
when I whisper
hello

Could be my soul mate
two kindred spirits
Maybe we're not
I guess we'll never
know

My own mother
you carried me in you
Now you see nothing
but what I wear
People ask you
how I'm doing
You smile and nod
don't let it end
there

Put me
underneath God's sky and 
know me
don't just see me with your eyes
Take away
this mask of flesh and bone and
See me
for my soul
alone”

Sinceramente, creo que era para Clay. Así que preparad la caja de pañuelos, porque los vais a necesitar. 

sábado, 13 de octubre de 2012

British Baby Barbies

No sé porqué me ha dado últimamente por escribir sobre Reino Unido. Será que lo echo de menos. Terriblemente. Y es que aunque intento convencerme de lo contrario, he de admitir que ese mesecito que pasé allí, ha ocupado, sin que pudiese evitarlo, un sitio en mi corazón. Ya os contaré porqué.

 Hoy quería hablaros de una extraña especie que descubrí durante mi estancia en Inglaterra: las British Baby Barbies (BBB). La traducción literaria sería Barbies bebés británicas, o algo parecido. ¿Y cómo las conocí? Tuve que convivir con una.

A ver, ¿cómo empiezo? La primera vez, que vi a Summer, la chica con la que vivía, pensé que tendría mi edad y no 13 años como me habían dicho. Iba más maquillada que una puerta, con los ojos bañados en rímel y la cara de un uniforme color crema, que no pegaba con el resto de su piel más pálida. Salía de casa vestida con mini falda, cazadora de cuero y Converse. Muy mona, he de reconocer. Pensé que se iba a cenar fuera, con unas amigas, o quizá al cine. Sin embargo, me equivocaba. Sólo iba a comprar leche al súper. Sí, a comprar leche.  No sé vosotros, pero yo, cuando mi madre me manda a por el pan, voy con sudadera, tejanos y un moño, y no llevo las pantuflas, porque no me deja. Bueno, sigamos con mi querida amiga Summy. Al volver, a los 5 minutos, se encerró en su habitación y cuando salió para cenar ya se había puesto el pijama de la Minnie. Ufff, algo más normal


Al día siguiente, me levanté pronto y fui al baño. Estaba ocupado. Se estará duchando, ya volveré después, pensé. Desayuné, me vestí, hice la cama y por fin cuando ya me estaba desesperando, ella salió. Y me quedé boquiabierta. Por supuesto, iba pintarrajeada a más no poder y se había puesto el “uniforme” del colegio, un conjunto que consistía en un polo azul cielo y  falda o pantalón negros para las chicas. Bueno ella llevaba el polo, sí, pero de la falda, ni rastro. Al menos que fuese esa cinta negra que apenas le tapaba el culo. Bueno, su madre al verla le dirá algo, me dije, por lo menos que se baje un poco la falda, pero me equivoqué otra vez. Y encima al salir a la calle, me doy cuenta de que Summer no es una excepción, es que todas van así. Entonces, me decidí a saber más de ellas, sus gustos y esas cosas. Y aquí está mi conclusión.

Para ser una BBB no importa si eres alta, bajita, rubia, morena, escuálida o con curvas. Sólo tienes que tener entre 10 y 13 años, adorar a Justin Bieber y One Direction, y tener mucho, pero mucho ego. Te llamas Amy, Kelly, Missi, no puedes salir de casa sin el pelo planchado y una buena capa de rímel. No has leído un libro en tu vida, salvo la biografía de One Direction, y sólo ves programas como X Factor o MTV. Le prestas más atención a tu Blackberry que a tus padres y te pones a gritar cada vez que tu ídolo sale por la tele (que por desgracias pasa muchas veces).

Hay algo más que descubrí cuando entré por primera vez a la habitación de Summer, algo que me dejó boquiabierta. La niña mimada, encima de tener un cuarto más grande que el de sus padres, con tele, cama de matrimonio y portátil, tenía las Hunter, las Uggs y las Vans, más dos armarios (¡DOS!) repletos de ropa de Abercrombie, Miss Sixteen y Hollister. Pero si vivían en una casucha, en el quinto pino, casi en el campo. Admito que sentí un poco de envidia, sí, hasta que recordé aquella frase del anuncio de IKEA “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. La niña sólo era feliz si tenía ropa de marca y los zapatos de moda. No tenía nada más. Yo en cambio tenía una gran familia que me hacía caso, alguien con quien hablar cuando estoy en casa y una habitación con una gran puesta de sol en la pared. Y soy muy feliz con eso.

Bueno, ya ha quedado bastante claro por qué las llamo British Baby Barbies o BBB, aunque pensándolo bien también podrían ser British Baby Bitches, al recordar cómo se comportaban algunas con los chicos, pegadas a ellos como lapas, pero me parecen demasiado pequeñas ¿o no? Dejaré que vosotros lo juzguéis, después de todo sois más imparciales que yo.


lunes, 17 de septiembre de 2012

Soñar Sin Límites


 Como cualquier niña pequeña, antes de cumplir los ocho años, ya había visto todas las películas de Disney. Conocía sus princesas, sus historias, sus canciones. Mientras esos cuentos llenos de finales felices ponían de los nervios a mi hermano, que prefería los dinosaurios, yo los encontraba maravillosos. El príncipe azul, la bella princesa…todo era perfecto. Pero aunque os pueda parecer raro, yo no quería ser una de esas princesas que acababan dando vueltas sobre pistas de baile junto a su príncipe sino que quería ser un hada: una de esas jóvenes (o no tan jóvenes) de una belleza extraordinaria, que sonríen todo el rato y ayudan a los demás (¡Qué filantrópico a sonado!).

Aunque era un sueño extraño para una niña (todas querían ser princesas, veterinarias o peluqueras), tenía buenas razones, o eso al menos pensaba. La primera y la que todos los que tenéis hermanos comprenderán era que quería hacer desaparecer a mi hermano pequeño ¿Por qué? La respuesta es simple: destruía mis construcciones de lego, nos peleábamos, acababa con mis juguetes. La otra, que descubrí más tarde, era que como cualquier niño, yo también deseaba ser libre,  libre para hacer lo que quisiese sin arriesgarme a un castigo. Quería ser libre como los adultos. Me equivocaba, pero esto lo supe más tarde.

Mi deseo iba de la mano de un gran problema. ¿Cómo podía convertirme en un hada? Nadie me había explicado nada y cuando interrogaba a mis padres, ellos cambiaban enseguida de tema. Llegué a mis propias conclusiones: no podían decirte como te convertías en un hada, tenías que descubrirlo por ti misma. Así que comencé a buscar las respuestas a mis preguntas en otras fuentes. En pocos meses, ya había devorado todos los cuentos ilustrados que poseía, y había vuelto a ver esas películas que habían inspirado, sin éxito. Estaba frustrada.

El tiempo pasaba, y poco a poco enterré mi deseo en el fondo de mi memoria, aunque sin olvidarlo. Crecí, me hice mayor, y descubrí la respuesta que los adultos me habían escondido durante tiempo. Una respuesta lógica para ellos, pero difícil de comprender para alguien que sigue teniendo el alma de un niño: la magia no existe.

Años más tarde, comprendí porque me lo habían escondido. Querían que conociese la verdadera libertad, la libertad de soñar sin límites. Lo acepté como otros antes que yo, sin olvidar del todo la niña que soñaba con ser un hada.



domingo, 9 de septiembre de 2012

Cualquiera puede entrar, pero pocos pueden salir


Puede comprender que un adulto fume. Lo vive a diario. Largas jornadas laborales, trabajos agobiantes. Ellos encuentran una vía de escape en el tabaco. No sabe porqué ni le importa.

 Observa impasible a su padre fumarse cajetillas enteras, y le duele, le duele saber que ese humo gris lo está matando por dentro. Pero se calla. ¿Qué le va a recriminar?  El fumador no es el culpable, es la víctima. ¿Victima de qué? De la vida. De la debilidad humana.

Al mirarle ahora, sonríe aliviada. Todo ha terminado, aunque su padre sigue luchando día tras día. Ésta es una guerra para toda la vida y lo sabía, pero fue fuerte y tomó la decisión sólo, sin que lo presionara. Ella simplemente le apoyó, cogiéndole la mano en los momentos duros.

 Puede comprender que un adulto fume, pero no entiende por qué lo hacen los niños grandes, por qué su hermano mayor fuma. A los 16 años, sigo sin entenderlo.


lunes, 27 de agosto de 2012

Ma Bohême

Uno de mis poemas favoritos...

Je m'en allais, les poings dans mes poches crevées;
Mon paletot soudain devenait idéal;
J'allais sous le ciel, Muse, et j'étais ton féal;
Oh! là là! que d'amours splendides j'ai rêvées!

Mon unique culotte avait un large trou.
Petit-Poucet rêveur, j'égrenais dans ma course
Des rimes. Mon auberge était à la Grande-Ourse.
Mes étoiles au ciel avaient un doux frou-frou

Et je les écoutais, assis au bord des routes,
Ces bons soirs de septembre où je sentais des gouttes
De rosée à mon front, comme un vin de vigueur;

Où, rimant au milieu des ombres fantastiques,Comme des lyres, je tirais les élastiques
De mes souliers blessés, un pied près de mon coeur!



Arthur Rimbaud


miércoles, 27 de junio de 2012

Des regards jaloux

Ce n'est pas une adolescente comme les autres,
Les regards étonnés sont les vôtres.
Ses mouvements sont subtils, silencieux
Elle surprend même les cieux.
Son regard est vif, puissant,
En quelque sorte différent.
Elle marche sûre d'elle-même,

Mène une vie de bohème,
Fait tout ce qu’elle veut,
Même jouer avec du feu.
C’est l’âge des premiers amours,
Elle profite de chaque jour
Sans s’inquiéter,
Personne peu l’arrêter.
Elle fait bien cette jeune fille,
Un jour elle sera vielle
Et sa vie aura passé
Sous ses yeux foncés.
Le temps des émotions,
D’une existence sans préoccupations,
Des esprits rebelles,
Des amis inconditionnels,
Ne reviendra jamais,
Laissant place aux âmes fermées,
Aux yeux sans vie,
À la mélancolie.
Ce n’est qu’un adolescent courant,
Et ces regards jaloux sont ceux des grands.