En
esos días en los que me siento aplastada por una pila inhumana de resúmenes y
nada sale como quiero, mi mente se dedica a elaborar los mejores sueños. ¿El
tema de esta vez? El viaje perfecto.
El
momento en el que el avión despega, deja de tocar el suelo, la forma en la que
atraviesa las nubes, hechas de delicado algodón, el azul del mar y del cielo,
las ciudades de luz a medianoche, esa sensación de estar flotando. Todo empieza
allí. Y sólo por estar en el aire, ya acaricias la libertad.
Vía
de escape. A cualquier hora, sin un plan determinado. Sólo necesitas un billete
y ganas de cambiar, de descubrir lo que hay allí fuera. Más allá del horizonte,
del miedo a lo nuevo, donde cosas increíbles llegan a ocurrir. Así que mi mente decidió pasearse por esos
momentos, los que hacen inolvidables un viaje, y ya de paso crear nuevos.
Soñadora compulsiva, mi mejor defecto, y no me arrepiento.
Sí, podríamos imaginar cientos de fantásticos
viajes, desde un safari por África hasta
un par de semanas tirada en las playas tailandesas, pero seamos sinceros:
siempre está ese viaje de ensueño que hemos planeado al detalle. Y yo he tenido
unos cuantos. Desde visitar al Papá Noel en Laponia, cuando tenía 4 años (sueño
cumplido a los 10, pero con la misma ilusión) hasta pasear bajo la fría lluvia
de Londres (mi niña mimada). Así que durante una tarde gris y nubosa, mientras
yo me comía el coco con las incomprensibles opiniones de filósofos griegos, mi
imaginación despertó, dispuesta a echar a volar.
Sudamérica.
Excitante, colores vibrantes, llena de ese ruido que te hace sentir viva,
alegre, impactante, donde la gente parece que ve la vida de otra forma, listos
para disfrutar cada día, sin importar lo que depare el mañana. Sin miedo,
saboreando cada instante de la vida.
Argentina.
Primero, porque en mi opinión, nadie habla mejor el español que ellos. La
música, la pasión, en cada palabra que pronuncian. Ya sólo por eso, este país
me tiene enamorada. Pero la aventura debe seguir. Bajar hasta la Patagonia,
hasta que lo único que me rodee sea el hielo, el aliento gélido del aire
acariciando mis mejillas, sentirme sola y respirar hondo. Dar un paseo en tren
por la Pampa, con la nariz pegada a la ventana y los ojos bien abiertos. Bailar
un tango en Buenos Aires (primero tendría que aprender, pero eso es solo un
pequeño inconveniente, nada por lo que preocuparse) y comer carne a la parrilla
con toneladas de salsa chimichurri, hasta que mi estómago no pueda más. Papá
estaría encantado con este plan, toda actividad que implique una mesa, carne y
una buena botella de tinto tiene inmediatamente su aprobación.
Siguiente
parada: Brasil. Y si algún día voy, será en febrero, sólo para ir al Carnaval
de Río y bailar samba hasta que me quede sin zapatos. Bueno, siempre puedo
seguir bailando descalza, en medio de sonrisas y con los brazos alzados al
cielo. Felicidad en estado puro. Beber una caipiriña mientras me tuesto bajo el
sol de la playa de Copacabana y cotilleo de todo y de nada o leo un buen libro,
de esos que solo te puedes permitir en vacaciones. Adéntrame en la selva
amazónica, a lo Indiana Jones, aunque no sea una buena idea. Ya sabéis, los
bichos y yo, nunca hemos tenido la mejor de las relaciones. Un paseo en canoa
por el río y un suspiro delante de las cataratas de Iguazú.
Y
si aún me quedasen fuerzas, cogería un avión y me plantaría en Machu Picchu,
dispuesta a empacharme de comida peruana y a sentir la libertad en mis
pulmones, la cara bañada de luz y gritar a la nada en la cima de esas montañas
y verdes valles, del mundo
Una
aventura increíble ¿verdad? E imposible de cumplir a menos que seas millonario,
pero como siempre digo, dispuestos a soñar, mejor soñar en grande ¿no?
¡Ya
estoy en París! Pero no descuido mi muy querido blog aunque esté en la ciudad
de la luz. Y no os preocupéis, en unos días os cuento mi aventura por uno de
mis lugares favoritos en el mundo.
Cambiemos
de tema, que tengo algo que anunciar. ¡Nueva sección en el blog: Friday Films!
¿No os pasa que el sábado/domingo por la tarde se os hace raro? No quieres
estudiar, pero tampoco te apetece salir después de la juerga de anoche. ¿Qué
mejor que una buena película?
Ya
aviso, que al ser chica y cumpliendo los estereotipos, me gustan mucho las
pelis románticas y bobaliconas, aunque ya veréis que hay de todo.
Hoy
empezamos con un plato fuerte: Orgullo y Prejuicio, película que seguramente
tiene un puesto en mi Top 10 de pelis favoritas. Basada en el libro de Jane
Austen, que también he leído, cuenta cómo puedes suponer por su autora, una de
esas historias de cuentos de hadas con cientos de obstáculos a superar antes de
ese felices para siempre inevitable. Vamos una versión más adulta y “más
realista” que las princesas Disney. Y quien no sepa quién es Austen, FUERA DE
AQUÍ ¿Qué haces con tu vida?
Argumento y Opinión:
(El
argumento, como todo buen estudiante de nuestra época, suele ser corta-pega de
Wikipedia, biblia escolar. Sin embargo y como veréis, añado mis propios
comentarios y opiniones en negrita)
Inglaterra,
finales del siglo XVIII, ambientación perfecta para cuento de hadas
y finales felices ¡Empezamos bien!
La
historia comienza con las cinco hermanas Bennet cuyos padres viven en una
mansión señorial y desvencijada, vamos
una vieja cabaña de dos pisos en mitad del campo, ambos viven del trabajo
agrario, sus jóvenes hijas son: Elizabeth o Lizzy (Keira Knightley), Jane
(Rosamund Pike), Lydia, Mary y Kitty. Ellas han sido criadas por una madre cuya
única fijación es encontrarles marido antes de que se les pase la edad fértil, y que se queja constantemente de sus
nervios, señora que nunca ha tenido que lidiar con tres hermanos, TRES. La mayoría de las hermanas son de carácter
ingenuo y románticas y viven soñando con un pretendiente rico que les dé un
futuro pasable,algo con lo que soñamos también hoy en día, aunque vayamos de modernas
e independientes, que es el deseo de su ansiosa madre (seguramente porque ella nunca lo consiguió).
No
obstante, Elizabeth es inteligente, taciturna y con fuerte carácter, desea una
vida con perspectivas más abiertas, sin las ataduras de un compromiso por
conveniencia si no del dominio de las verdaderas intenciones del corazón, de otra forma: amor, un anhelo respaldado
soterradamente por su padre. Como veis,
todo muy Austen.
En mi opinión, Knightley interpreta
el papel a la perfección y hace que pronto te encariñes con el personaje (en el
libro cuesta un poco más, ya que el personaje se hace mucho más pesado). La
actriz y los guionistas consiguen que Elisabeth llegue a parecer una persona
que despierta admiración a causa de sus ideales sin dejar de ser cercana, sin
perder su lado risueño, sin volverse demasiado seria, complicada y al fin y al
cabo aburrida (lo peor que puede pasar con un protagonista).
Cuando
el rico y soltero Sr. Bingley (Simon Woods) se instala en una mansión, y vaya casoplón por no llamarlo palacio, para pasar el verano, las hermanas Bennet no
pueden creer su suerte y son invitadas a las fiestas que allí se celebran, con
un claro objetivo en mente, adivinad cual ;) ¡De éstas hubo y habrá siempre!
Entre
los numerosos y sofisticados amigos londinenses de Bingley que vienen a
visitarle, y la llegada de varios jóvenes oficiales, habrá pretendientes de
sobra. Jane, la hermana mayor, de gran belleza serena, parece haber conquistado
el corazón del Sr. Bingley. Con la cara
de angelito que tiene la chica y su personalidad calmada, no es de extrañar. Es
como una de esas mujeres que son buenas por naturaleza y que tanta envidia me
dan ¿cómo lo consiguen? A su lado, siempre parezco la bruja del Este o algo
peor L.
En
el baile de bienvenida, Lizzy conoce al apuesto, para la época, que quede claro, y además aparentemente soberbio y
orgulloso Sr. Darcy (Matthew Macfadyen) y se desata la tormenta ya que a pesar
del mutuo interés que se despierta entre ellos se desata una lucha de orgullos
y prejuicios sociales debido a la diferencia de rango social de ambos. Austen total. Lizzy aparenta ser
indiferente; pero no descortés con el señor Darcy, se conduce inteligentemente
y logra captar la atención del aristócrata. Bueno, como siempre esa regla universal de que al ignorar a un chico,
él insistirá más, funciona.
Debido
a la cercanía, los amigos en común y los enlaces que ocurren se encuentran a
menudo y casi siempre acaban discutiendo. ¡Ayyyy!
Del odio al amor hay sólo un paso. Paralelamente, Lizzy está menos
dispuesta que nunca a aceptar un nuevo pretendiente, el insignificante Sr.
Collins (por no decir algo peor, porque
por muy clérigo de buena situación que se crea, la verdad es que el físico es
su peor atributo), quien es un primo lejano que ha pedido su mano
insistentemente. Me recuerda a ese
pesado de toda la vida, que aunque le dejas claro que no quieres NADA con él,
el chico insiste una y otra vez, convencido de que al final cambiarás de
opinión.De verdad, es que algunos
son tontos de remate. Apoyada por su padre, asombra a su madre y al Sr.
Collins rechazándole para siempre para desesperación de su madre. Entonces
Collins desposa más tarde a una amiga de Lizzie.
Cuando
el Sr. Bingley se marcha a Londres sin avisar, rompiendo el corazón de Jane,
Lizzy culpa al Sr. Darcy. Pero una inesperada crisis con Lydia (niñata mimada total), la hermana
pequeña, permite a Elizabeth darse cuenta de la verdadera naturaleza de su
relación con el Sr. Darcy (momento en el
que se te pone la piel de gallina y ya no sabes si echarte a llorar a moco
tendido o sonreír como una romántica empedernida), abriendo su corazón a
sentimientos fuertes; pero reprimidos por sus prejuicios. Las hermanas Bennet y
todos los que las rodean, después de este torrente de sorpresas y emociones que
no ha dejado a nadie indiferente, comprenden lo que realmente cuenta en esta
vida, el verdadero amor da la felicidad y no las relaciones por conveniencia. ¡Cuánta razón!
Lizzie
y Darcy personifican a toda una pareja moderna. Los prejuicios de ella y el
orgullo de él serán los puntos clave para que la relación fructifique o por el
contrario, fracase. En el transcurso de la película, los dos cometerán errores
que repercutirán en el ánimo de ella y en el comportamiento de él alejándolos.
Pero a pesar de las diferencias aparentemente insalvables terminan finalmente
encontrándose y amándose. ¡Felices para
siempre!
Mejores Frases:
(Al principio sólo pretendía escoger algunas, pero creo que al final me he pasado un poco jaja)
Señor Bennet:"Tienes ante ti una triste disyuntiva, Elizabeth. A partir de hoy
serás una extraña para uno de tus padres. Tu madre te repudiará si no te casas
con el señor Collins, y yo te repudiaré si te casas con él."
Caroline Bingley: No se puede decir que alguien sea de verdad brillante si no sobrepasa
con mucho a lo que encontramos de ordinario. Una mujer ha de tener un
conocimiento completo de la música, del canto, del dibujo, del baile y de los
idiomas modernos para merecer ese calificativo; y junto a todo eso, ha de
poseer un algo indefinible en el semblante y en la manera de andar; así como en
el tono de voz, la elocución y la manera de expresarse, porque, de lo
contrario, sólo merecerá a medias ese elogio."
Darcy: "Ha de poseer todo eso, y aún algo más sustancial, mediante el
perfeccionamiento de su inteligencia gracias a unas lecturas muy
extensas."
Elizabeth: "Ya no me sorprende que sólo conozca usted a seis
mujeres con tan grandes perfecciones. Más bien me maravilla que conozca usted alguna."
Darcy:"Me ocupaba en cosas mucho más agradables. He estado meditando en el
gran placer que pueden proporcionar unos ojos hermosos en el rostro de una
mujer bonita"
Elizabeth a Jane: "A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto.
Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi
creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno
fiar de las apariencias de bondad o inteligencia".
Darcy: No podría decir qué momento, qué lugar, qué mirada o qué palabra sirvieron de base. Hace ya demasiado
tiempo. Lo que sí sé decirte es que para cuando me di cuenta ya estaba metido
hasta el cuello.
Elizabeth: "Me pregunto quién sería el primero en descubrir la eficacia de la
poesía para acabar con el amor."
Darcy: "Mis afectos y deseos no han cambiado, pero una palabra suya me
silenciara para siempre."
Darcy: "En vano he luchado. No quiero hacerlo más. Mis sentimientos no pueden
contenerse. Permítame usted que le manifieste cuan ardientemente la admiro y la
amo."
Ríe
a carcajadas, hasta que te duela. Hasta que caigas al suelo, hasta que tus ojos
se empañen.
Baila,
aunque la música no suene. Descalza, bajo la lluvia, delante del espejo. Hasta
que tus pies no puedan más, hasta que te quedes sin aliento.
Salta,
lo más alto que llegues. Con los brazos alzados y los dedos estirados. Y es que
dicen que el cielo no es el límite.
Sonríe,
por todos esos momentos inolvidables, por todas esas personas irremplazables.
Sonríe aunque ya no te apetezca, aunque estés cansada porque las sonrisas nunca
son demasiadas y siempre iluminan el mundo.
Y
es que un día, sin saber cómo, ya no podrás hacer nada por cambiar el pasado.
Así que ríe, baila y salta. Busca tu propia felicidad, sueña en grande y cumple
deseos. Vive tu vida.
Último
post sobre Oxford, o voy a tener que coger un avión y volver corriendo allí. ¡Cuánto
lo echo de menos! Pero estas cosas hay que superarlas y seguir adelante, sin
mirar atrás, sin quedarte estancado en los recuerdos. Girar esa página que se
resiste, aferrándose a tus dedos.
Conocí
a personas increíbles, visité lugares de ensueño (la campiña inglesa es como un
cuento de hadas cuando el sol se decide a brillar) y viví momentos inolvidables.
Aquí os dejo algunas fotos.
Salida de chicas, o mejor dicho de italianas (¡yo era la intrusa!) pero me lo pasé genial. Eso de que las italianas tienen mucha vida es totalmente verdad, y tengo que confesar que al final de la noche cuesta seguirles el ritmo a estas terremotos y torbellinos.
Comida en el pub...el menú de siempre: hamburguesa con patatas. Eso de tener que ahorrar no sienta nada bien, pero con la compañía que tenía la verdad es que tampoco importaba.
Mi "clase". Mejor ponerla en comillas, porque eso parecía más el recreo que una clase de verdad, pero papá y mamá, aprendí mucho mucho inglés!
Día de punting. Si mal no recuerdo acabamos todos empapados y con agujetas de tanto reír. Tarde memorable, muy memorable.
Otra de mis clases. Aquí la verdad es que nos portábamos mejor.
Mis chicas...las echo de menos...
Última noche de mi rusa favorita, y el mono de detrás también le cogí cariño, aunque le dejé claro que España ganará la copa del mundo el año que viene, y que Brasil no tiene nada que hacer contra la Roja.
Otra vez el mono.
Clase entera, en plan formalito...esa noche nos fuimos de fiesta y ya os digo yo que allí ya no parecíamos tan buenos.
Colores
por todas partes, brillantes y luminosos. La gente habla por los codos, ríe a
carcajadas y bebe de sus cervezas de barril esperando a que todo empiece. ¿Qué
empiece el qué?, os preguntareis. El carnaval de Cowley Street.
Un
domingo en pleno mes de julio, media población de Oxford (¡por lo menos!) se
reúne en Cowley Street donde se celebra un carnaval. Sí, carnaval en julio,
como os lo digo. Y yo, fan incondicional del carnaval de Notting Hill (¡aunque
nunca he podido ir!), no me podía perder esta nueva aventura.
Así
que bajo un sol de justicia (parece que la lluvia decidió irse de vacaciones
todo el mes de julio, y se lo agradezco), nos plantamos unas amigas y yo en
Cowley Street, dispuestas a disfrutar de un buen espectáculo.
Lo
primero que se me pasa por la cabeza es ¿qué coño es esto? Así, tal cual os lo
digo. No se parece en nada a otros grandes carnavales como el de Cádiz, Río de
Janeiro o Venecia. Se trata de algo más…de pueblo. Hay muchos niños disfrazados,
cuyos trajes han sido fabricados por ellos mismos en los colegios de los
alrededores. Algunos de lo más extraños, la verdad. También había una orquesta
(sí, son los que bailan arriba antes del desfile mientras un grupo callejero
toca la canción de la Pantera Rosa no sé cómo se llama en realidad, pero es la
que todo el mundo conoce).
La verdad es que había grupos que se habían currado mucho los disfraces.
Llegamos justo a tiempo y avanzamos como podemos entre la muchedumbre para conseguir las mejores vistas. Finalmente nos hacemos un huequito en primera fila, después de una serie de empujones y mala leche. Entonces, los músicos callejeros dejan de tocar, y empieza el verdadero show.
La gente baila y sonríe mientras intentan hacerse una foto con los protagonistas del desfile.
Al final todo acaba, la gente se dispersa, la música vuelve a sonar y nosotras, acaloradas y cansadas nos vamos a South Park, un parque de dimensiones monstruosas (necesitamos uno así en Barcelona urgentemente) y nos tomamos un helado de Ben & Jerry’s mientras hablamos de todo y de nada. ¿Hay mejor plan para un domingo?
Liberté.
Así la llaman los franceses, y así la llamaré yo. Suena más fino, más
culto…como todo lo francés ¿no? Liberté, Egalité,
Fraternité es su lema. Ellos saben de todo esto, o eso aparentan. En
realidad, no tienen ni idea, como todo el mundo.
Liberté
es francesa, o así me la imagino. ¿Qué aspecto tendrá? Siempre la han pintado
bella, como si fuese una diosa griega. La piel nívea, la mirada límpida, una
sonrisa serena que me recuerda la Mona Lisa. Un ángel caído del cielo dispuesto
a luchar por nosotros. Pero ya sabéis como son los artistas, siempre se dejan
llevar por la belleza y se olvidan de lo demás. Exageran, maquillan la verdad.
Liberté esconde
algo, como toda mujer que se precie. Aunque sus secretos son más oscuros, más
dolorosos. Y es que detrás de esa máscara de inocencia, se encuentra la muerte.
Fría. Oscura. ¿Cuántos hombres se han matado por ella? ¿Miles? ¿Millones?
Españoles, Franceses, Ingleses, no importa su origen, no importa su edad.
Cadáveres descuartizados. Heridas de guerra. Sangre. Mucha. Todo por la misma
mujer. Pero ella huye, sin que nadie la pueda alcanzar. Se te escapa entre los
dedos, como el agua, dejando tras de sí la destrucción. Caos.
Liberté y
yo aún no nos conocemos. No he tenido ese placer. Aunque no sé si eso es bueno
o malo. Mejor no pregunto. Bueno, si alguien la ve, que le diga que pase por
Barcelona, que me busque. Que me gustaría tomar un café con ella. O crêpes con Nutella,
más francés. Pero que venga sin hacer ruido, que se disfrace, que no provoque
mucho escándalo. Los catalanes ya están suficientemente exaltados como para que
aviven más el fuego. Y España también. Ya lo sabéis ¿no? Y si no leed los
periódicos, que aparece en la portada cada día, para que no vivamos en paz.
Como si no tuviésemos ya demasiados problemas. ¡Esperad! Me desvío del tema, es
lo que siempre me pasa cuando me enfado.
Liberté
y yo no nos caeríamos bien. Estoy segura. Y es que no me entusiasman las
mujeres que van dejando tras ella un rastro de corazones rotos. Un sendero de
lágrimas, de desesperación. Ese el problema de los hombres: que se enamoran,
que caen rendidos a sus pies para que ella los maneje a su antojo, como
marionetas en una obra de teatro que ella se encarga de escribir. Que pierden la
cabeza por ella. Literalmente. ¿Ella disfruta del sangriento espectáculo? Como
una niña con un juguete nuevo. Sino ¿por qué no se rinde? ¿Por qué sigue
esfumándose en cuanto cumple su objetivo?
Liberté.
Su nombre da esperanzas a los que buscan un camino, hace soñar a los que están
perdidos. Su estatua en Nueva York, francesa por supuesto, con la llama en un
brazo, guía a través de la oscuridad a los infelices, a los desesperados, a los
que ya no les queda nada o que nunca lo tuvieron, prometiéndoles una vida
mejor, llena de oportunidades. Estados Unidos de América. El sueño americano
que todos queremos cumplir. ¿Lo consiguen? ¿Es real? Que se lo pregunten a los
habitantes del Bronx, a los inmigrantes mexicanos echados a patadas, a Snowden
y a Assange, escondidos de su propio gobierno. Mucho Obama, mucho Hollywood,
mucho cuento.
Liberté.
¿Cómo sería Liberté? Sería egoísta,
superficial, fría, porque los sentimientos esclavizan. Irresponsable y
caprichosa como los niños, viviendo sin preocupaciones, haciendo lo que le dé
la gana. Solitaria, porque cada sociedad tiene sus propias reglas y leyes. Inteligente
o estúpida, tampoco importa.
Liberté
no es humana. Y es que los humano no podemos ser libres, aunque todos pensemos
que lo somos. Ni siquiera los franceses, sus creadores. Bonita mentira que
inventaron, una mentira peligrosa que induce a la locura. Somos esclavos, y ni
siquiera lo sabemos, no nos damos cuenta. Sin embargo, no somos esclavos de
otras personas, como los africanos en las plantaciones de tabaco en América. No
se nos compra, ni se nos vende. Bueno, menos a los políticos y a los
futbolistas. Somos esclavos del dinero, de la belleza, del amor. De nuestros miedos
y necesidades. De nosotros mismos.
Liberté
no existe. Es un fantasma, un espíritu, una brisa que viaja por el mundo, que
te susurra palabras bonitas al oído, que te hace creer que hay algo mejor allí
fuera. Te vuelve loco. Y ya no puedes vivir sin ella. No duermes, no comes, no
vives. Como los enamorados: esclavos al fin y al cabo. Irónico ¿no? Y se va, dejando
tu mundo patas arriba, perdido en mitad de la nada, buscando a ciegas el camino
de vuelta a casa. Sumido en la melancolía ¿Cómo volver a empezar? ¿Cómo volver
atrás? ¿Qué hacer con todos esos sueños por cumplir?
Ariel
le dio una última calada al cigarrillo antes de lanzarlo al suelo y pisarlo con
sus viejas Coverse. Volvió a mirar la hora: María llegaba tarde. Otra vez. Se
apoyó contra el muro de piedra, cruzándose de brazos, dispuesta a estrangular a
su hermana en cuanto se le ocurriese salir de la boca del metro.
Se
encontraba en una de las calles más concurridas de la ciudad, una de esas en
las que nadie vive en los edificios, donde solo hay despachos y tiendas que se
pelean por tener el escaparate más vistoso. De esas tiendas en las que nunca la
dejarían entrar, como en esa gilipollez de película de la Roberts. ¿Desde
cuándo las putas se vuelven ricas y tienen un final feliz?
De
repente, salió de una de esas tiendas, justo enfrente de ella, Caro. Vestida
como una estrella de Hollywood, con enormes gafas de sol, y todo. ¡Qué tonta
que soy! No sabéis quien es Caro. Pues Caro es…Caro. No creo que haya nadie
como ella, o al menos eso espero. ¿Por qué? Ahora os lo cuento.
La
reina de nada
Carolina Torres. Un nombre común,
un nombre cualquiera. ¿Quién es?, te preguntarás. Nadie lo sabe con certeza. Su
forma de andar, de mirar a la gente es única. No intenta ocultar lo que es, ni
se molesta en disimularlo. Es rica, por lo que viste y habla como tal. Y te
trata con frialdad y desdén como si tu sola presencia, tu respiración le
hastiase. Parece superior a todos nosotros, o al menos eso te hace creer con
una simple sonrisa.
Cada mañana su chofer la lleva al
colegio en un flamante automóvil con los cristales tintados y aparca justo
delante de la puerta. Entonces, ella se baja, como toda una señorita, y se
despide de él lanzándole un beso. Según las malas lenguas, ella pasa más tiempo
con él que con sus padres.
En las escaleras la esperan Nuria y
Pilar, sus “secuaces”, cada cual más imbécil que la otra, una con su yogurt
desnatado sin azúcar recién comprado, la otra con los libros de la primera
clase. Ella los coge, sin decir ni mu y apenas prueba el desayuno antes de que
acabe en el fondo de la basura.
Al entrar, todo el mundo se queda
callado, embobados con ella. La observan, la examinan en busca de algún error,
de algún cambio: el pelo encrespado, un agujero en las medias o unos ojos sin
maquillar. Pero no. Su melena rubia se balancea hasta la cintura, lleva el
uniforme impoluto y el maquillaje sigue en su sitio. Va perfecta, como siempre.
Pero lo que nadie sabe, es lo que
realmente siente Carolina mientras atraviesa los pasillos, con sus altos
tacones repiqueteando contra las baldosas. No deja de pensar que ha engordado
un kilo, que tiene que comer menos, que se va a volver una foca. Y que todo el
mundo lo está pensando. Que se van a reír y se burlarán. Y por un momento está
a punto de echarse a llorar como una niña pequeña. Pero sigue, sin titubear ni
un sólo instante, como cada día. Sí, para ella ese paseo es como el mismísimo
infierno, aunque nunca lo haya visitado. Seguro que en algo se parece.
Carolina es una alumna de
sobresalientes, aunque algunos se empeñen en tacharla de cabeza hueca. No, esa
melena dorada no tiene ni un pelo de tonta. Pero ¿de qué le sirve? Si cuando
llegan las notas, su padre apenas las mira y le dedica una sonrisa vacía, como
si no le importara. Bueno, es que le da igual.
Sabéis, ella cree sus padres no la
quieren. Y lo peor, es que no se equivoca. Fue criada por un ejército de
niñeras que se ocupaban de ella las 24 horas del día, sin apenas ver a sus
padres.
Hoy en día, Carolina come cada
sábado con su madre, el único día que la ve. Bueno, sólo si su madre no se
olvida. Entonces, su hija espera sentada durante horas, rezando para que el
retraso de su madre se deba al tráfico. La mayoría de veces es que simplemente se
ha marchado al Caribe con sus amigas sin avisar.
La verdad, es que todo el mundo
sabe que María Torres nunca quiso tener hijos. No se le dan especialmente bien,
dice ella. Pero los accidentes existen ¿no? Aunque nadie se atrevería jamás a
decir delante de su hija que ella fue un…imprevisto. Salvo su madre, claro, que
le recuerda en cada una de sus citas cómo sería su vida si no tuviera una hija.
Aunque, en realidad, hace lo que le da la gana, piensa Carolina.
En cuanto al padre, Francisco Torres,
afamado abogado, se pasa el año viajando de una punta a la otra del globo. Y cuando
pasa por casualidad por Barcelona, apenas recuerda que tiene una hija. Si la
ve, la saluda incomodo, charla con ella un par de minutos y se esfuma tan rápido
como ha llegado, seguramente para acabar en la cama de su amante de turno.
No, los padres de Carolina no están
divorciados, y la verdad es que no creo que lo lleguen a hacer ¿Para qué? Ella
se aprovecha del dinero de él, mientras que él se aprovecha de las amistades de
ella, o bien para hacer negocios, o bien para meterse en su cama. Todos están
contentos con la relación. Ya lo sé, no es un cuento de hadas, ni mucho menos,
pero es que para ellos el amor nunca fue lo más importante. Ni lo segundo, ni
lo tercero.
Sin embargo, y por extraño que
parezca, Carolina sí que sueña con hadas madrinas, príncipes azules, y corceles
blancos. Porque sabe que son lo único que la puede salvar de su mundo, un mundo
en el que reina. Ella manda, desde una hermosa habitación en uno de los áticos
más caros de la ciudad. Una habitación enorme, con largos ventanales que dan al mar, una cama doble desde la que se puede contemplar el amanecer; muchas veces
convertida en una cárcel, en una alta torre amurallada a la que nadie puede
acceder.
Quiere que la saquen de allí, que
la rescaten de su propio castillo. Quiere escapar, pero no puede. Sí, desearía
huir, desparecer, marcharse lejos. Sólo sueña con acabar con ese armario lleno de
ropa de marca, reflejo de su infelicidad, con las dietas, con las falsas
sonrisas, con todo ese maquillaje y máscaras que esconden la verdad. Porque se ha dado cuenta de que
está vacía, de que necesita más. Que su mundo no es más que campos de desolación, surcados por ríos salados, salados por las lágrimas que brotan de sus ojos, llenos de grietas, de profundas heridas sin sanar. Sí, ella siempre ha sido la reina, la reina de
todo, o eso ha creído, porque ya no le queda nada, o quizá es que nunca lo ha
habido. La chica de al lado
Noche.
Oscuridad. Un cielo sin estrellas. Un camino sin final. Cuando salen monstruos del
armario, de debajo de la cama, y nuestros miedos se hacen realidad. ¿Cuántos
niños la temen? Duermen aferrados a sus ositos de peluche, protegidos por capas
de mantas, y si las cosas se ponen feas, salen disparados hacia la cama de sus
padres.
Conversaciones
especiales, recuerdos inolvidables. Y es que de noche todo resulta más mágico ¿Por
qué? Yo qué sé. Quizá es que en cuanto la luz se va, cambiamos, nos relajamos,
somos más felices. Quizá sólo sea yo.
Desaparecen
los problemas, te sumerges en el mundo de los sueños. Divertidos, románticos,
horribles. Y siempre surrealistas. Un mundo sin horizontes, sin límites. En el
que cabe todo lo que puedas imaginar. Libertad de soñar, escribí una vez. Vives
otras vidas, descubres nuevos lugares y te reencuentras con personas olvidadas,
que ni siquiera te molestaste en conocer. Son segundas oportunidades, para
decir lo que no pudiste, para hacer lo que no te dejaron.
Entonces
despiertas, y la rutina te explota en la cara. Sin avisar. Y necesitas un café
cargado y una ducha larga para bajar el regusto amargo que te deja. Porque
sabes que te quedan algunas horas hasta volver a ese gran mundo, o pequeño,
según quién lo juzgue. Para mí el mejor. No es que odie mi vida, sino que mi mente crea una que me gusta mucho más. Y es que la realidad no es siempre la mejor
versión de una historia.