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domingo, 20 de octubre de 2013

El Viaje Perfecto

En esos días en los que me siento aplastada por una pila inhumana de resúmenes y nada sale como quiero, mi mente se dedica a elaborar los mejores sueños. ¿El tema de esta vez? El viaje perfecto.

El momento en el que el avión despega, deja de tocar el suelo, la forma en la que atraviesa las nubes, hechas de delicado algodón, el azul del mar y del cielo, las ciudades de luz a medianoche, esa sensación de estar flotando. Todo empieza allí. Y sólo por estar en el aire, ya acaricias la libertad.

Vía de escape. A cualquier hora, sin un plan determinado. Sólo necesitas un billete y ganas de cambiar, de descubrir lo que hay allí fuera. Más allá del horizonte, del miedo a lo nuevo, donde cosas increíbles llegan a ocurrir.  Así que mi mente decidió pasearse por esos momentos, los que hacen inolvidables un viaje, y ya de paso crear nuevos. Soñadora compulsiva, mi mejor defecto, y no me arrepiento.

   Sí, podríamos imaginar cientos de fantásticos viajes, desde un safari por África  hasta un par de semanas tirada en las playas tailandesas, pero seamos sinceros: siempre está ese viaje de ensueño que hemos planeado al detalle. Y yo he tenido unos cuantos. Desde visitar al Papá Noel en Laponia, cuando tenía 4 años (sueño cumplido a los 10, pero con la misma ilusión) hasta pasear bajo la fría lluvia de Londres (mi niña mimada). Así que durante una tarde gris y nubosa, mientras yo me comía el coco con las incomprensibles opiniones de filósofos griegos, mi imaginación despertó, dispuesta a echar a volar.

Sudamérica. Excitante, colores vibrantes, llena de ese ruido que te hace sentir viva, alegre, impactante, donde la gente parece que ve la vida de otra forma, listos para disfrutar cada día, sin importar lo que depare el mañana. Sin miedo, saboreando cada instante de la vida.

Argentina. Primero, porque en mi opinión, nadie habla mejor el español que ellos. La música, la pasión, en cada palabra que pronuncian. Ya sólo por eso, este país me tiene enamorada. Pero la aventura debe seguir. Bajar hasta la Patagonia, hasta que lo único que me rodee sea el hielo, el aliento gélido del aire acariciando mis mejillas, sentirme sola y respirar hondo. Dar un paseo en tren por la Pampa, con la nariz pegada a la ventana y los ojos bien abiertos. Bailar un tango en Buenos Aires (primero tendría que aprender, pero eso es solo un pequeño inconveniente, nada por lo que preocuparse) y comer carne a la parrilla con toneladas de salsa chimichurri, hasta que mi estómago no pueda más. Papá estaría encantado con este plan, toda actividad que implique una mesa, carne y una buena botella de tinto tiene inmediatamente su aprobación.

Siguiente parada: Brasil. Y si algún día voy, será en febrero, sólo para ir al Carnaval de Río y bailar samba hasta que me quede sin zapatos. Bueno, siempre puedo seguir bailando descalza, en medio de sonrisas y con los brazos alzados al cielo. Felicidad en estado puro. Beber una caipiriña mientras me tuesto bajo el sol de la playa de Copacabana y cotilleo de todo y de nada o leo un buen libro, de esos que solo te puedes permitir en vacaciones. Adéntrame en la selva amazónica, a lo Indiana Jones, aunque no sea una buena idea. Ya sabéis, los bichos y yo, nunca hemos tenido la mejor de las relaciones. Un paseo en canoa por el río y un suspiro delante de las cataratas de Iguazú.

Y si aún me quedasen fuerzas, cogería un avión y me plantaría en Machu Picchu, dispuesta a empacharme de comida peruana y a sentir la libertad en mis pulmones, la cara bañada de luz y gritar a la nada en la cima de esas montañas y verdes valles, del mundo

Una aventura increíble ¿verdad? E imposible de cumplir a menos que seas millonario, pero como siempre digo, dispuestos a soñar, mejor soñar en grande ¿no?


viernes, 20 de septiembre de 2013

FF #1: Orgullo y Prejuicio

¡Ya estoy en París! Pero no descuido mi muy querido blog aunque esté en la ciudad de la luz. Y no os preocupéis, en unos días os cuento mi aventura por uno de mis lugares favoritos en el mundo.

Cambiemos de tema, que tengo algo que anunciar. ¡Nueva sección en el blog: Friday Films! ¿No os pasa que el sábado/domingo por la tarde se os hace raro? No quieres estudiar, pero tampoco te apetece salir después de la juerga de anoche. ¿Qué mejor que una buena película?

Ya aviso, que al ser chica y cumpliendo los estereotipos, me gustan mucho las pelis románticas y bobaliconas, aunque ya veréis que hay de todo.

Hoy empezamos con un plato fuerte: Orgullo y Prejuicio, película que seguramente tiene un puesto en mi Top 10 de pelis favoritas. Basada en el libro de Jane Austen, que también he leído, cuenta cómo puedes suponer por su autora, una de esas historias de cuentos de hadas con cientos de obstáculos a superar antes de ese felices para siempre inevitable. Vamos una versión más adulta y “más realista” que las princesas Disney. Y quien no sepa quién es Austen, FUERA DE AQUÍ ¿Qué haces con tu vida?

Argumento y Opinión:
(El argumento, como todo buen estudiante de nuestra época, suele ser corta-pega de Wikipedia, biblia escolar. Sin embargo y como veréis, añado mis propios comentarios y opiniones en negrita)

Inglaterra, finales del siglo XVIII, ambientación perfecta para cuento de hadas y finales felices ¡Empezamos bien!

La historia comienza con las cinco hermanas Bennet cuyos padres viven en una mansión señorial y desvencijada, vamos una vieja cabaña de dos pisos en mitad del campo, ambos viven del trabajo agrario, sus jóvenes hijas son: Elizabeth o Lizzy (Keira Knightley), Jane (Rosamund Pike), Lydia, Mary y Kitty. Ellas han sido criadas por una madre cuya única fijación es encontrarles marido antes de que se les pase la edad fértil, y que se queja constantemente de sus nervios, señora que nunca ha tenido que lidiar con tres hermanos, TRES.  La mayoría de las hermanas son de carácter ingenuo y románticas y viven soñando con un pretendiente rico que les dé un futuro pasable, algo con lo que soñamos también hoy en día, aunque vayamos de modernas e independientes, que es el deseo de su ansiosa madre (seguramente porque ella nunca lo consiguió).

No obstante, Elizabeth es inteligente, taciturna y con fuerte carácter, desea una vida con perspectivas más abiertas, sin las ataduras de un compromiso por conveniencia si no del dominio de las verdaderas intenciones del corazón, de otra forma: amor, un anhelo respaldado soterradamente por su padre. Como veis, todo muy Austen.

En mi opinión, Knightley interpreta el papel a la perfección y hace que pronto te encariñes con el personaje (en el libro cuesta un poco más, ya que el personaje se hace mucho más pesado). La actriz y los guionistas consiguen que Elisabeth llegue a parecer una persona que despierta admiración a causa de sus ideales sin dejar de ser cercana, sin perder su lado risueño, sin volverse demasiado seria, complicada y al fin y al cabo aburrida (lo peor que puede pasar con un protagonista).

Cuando el rico y soltero Sr. Bingley (Simon Woods) se instala en una mansión, y vaya casoplón por no llamarlo palacio,  para pasar el verano, las hermanas Bennet no pueden creer su suerte y son invitadas a las fiestas que allí se celebran, con un claro objetivo en mente, adivinad cual ;) ¡De éstas hubo y habrá siempre!

Entre los numerosos y sofisticados amigos londinenses de Bingley que vienen a visitarle, y la llegada de varios jóvenes oficiales, habrá pretendientes de sobra. Jane, la hermana mayor, de gran belleza serena, parece haber conquistado el corazón del Sr. Bingley. Con la cara de angelito que tiene la chica y su personalidad calmada, no es de extrañar. Es como una de esas mujeres que son buenas por naturaleza y que tanta envidia me dan ¿cómo lo consiguen? A su lado, siempre parezco la bruja del Este o algo peor L.

En el baile de bienvenida, Lizzy conoce al apuesto, para la época, que quede claro, y además aparentemente soberbio y orgulloso Sr. Darcy (Matthew Macfadyen) y se desata la tormenta ya que a pesar del mutuo interés que se despierta entre ellos se desata una lucha de orgullos y prejuicios sociales debido a la diferencia de rango social de ambos. Austen total. Lizzy aparenta ser indiferente; pero no descortés con el señor Darcy, se conduce inteligentemente y logra captar la atención del aristócrata. Bueno, como siempre esa regla universal de que al ignorar a un chico, él insistirá más, funciona.

Debido a la cercanía, los amigos en común y los enlaces que ocurren se encuentran a menudo y casi siempre acaban discutiendo. ¡Ayyyy! Del odio al amor hay sólo un paso. Paralelamente, Lizzy está menos dispuesta que nunca a aceptar un nuevo pretendiente, el insignificante Sr. Collins (por no decir algo peor, porque por muy clérigo de buena situación que se crea, la verdad es que el físico es su peor atributo), quien es un primo lejano que ha pedido su mano insistentemente. Me recuerda a ese pesado de toda la vida, que aunque le dejas claro que no quieres NADA con él, el chico insiste una y otra vez, convencido de que al final cambiarás de opinión. De verdad, es que algunos son tontos de remate. Apoyada por su padre, asombra a su madre y al Sr. Collins rechazándole para siempre para desesperación de su madre. Entonces Collins desposa más tarde a una amiga de Lizzie.

Cuando el Sr. Bingley se marcha a Londres sin avisar, rompiendo el corazón de Jane, Lizzy culpa al Sr. Darcy. Pero una inesperada crisis con Lydia (niñata mimada total), la hermana pequeña, permite a Elizabeth darse cuenta de la verdadera naturaleza de su relación con el Sr. Darcy (momento en el que se te pone la piel de gallina y ya no sabes si echarte a llorar a moco tendido o sonreír como una romántica empedernida), abriendo su corazón a sentimientos fuertes; pero reprimidos por sus prejuicios. Las hermanas Bennet y todos los que las rodean, después de este torrente de sorpresas y emociones que no ha dejado a nadie indiferente, comprenden lo que realmente cuenta en esta vida, el verdadero amor da la felicidad y no las relaciones por conveniencia. ¡Cuánta razón!

Lizzie y Darcy personifican a toda una pareja moderna. Los prejuicios de ella y el orgullo de él serán los puntos clave para que la relación fructifique o por el contrario, fracase. En el transcurso de la película, los dos cometerán errores que repercutirán en el ánimo de ella y en el comportamiento de él alejándolos. Pero a pesar de las diferencias aparentemente insalvables terminan finalmente encontrándose y amándose. ¡Felices para siempre!


Mejores Frases:
(Al principio sólo pretendía escoger algunas, pero creo que al final me he pasado un poco jaja)
  • Señor Bennet: "Tienes ante ti una triste disyuntiva, Elizabeth. A partir de hoy serás una extraña para uno de tus padres. Tu madre te repudiará si no te casas con el señor Collins, y yo te repudiaré si te casas con él."
  • Caroline Bingley: No se puede decir que alguien sea de verdad brillante si no sobrepasa con mucho a lo que encontramos de ordinario. Una mujer ha de tener un conocimiento completo de la música, del canto, del dibujo, del baile y de los idiomas modernos para merecer ese calificativo; y junto a todo eso, ha de poseer un algo indefinible en el semblante y en la manera de andar; así como en el tono de voz, la elocución y la manera de expresarse, porque, de lo contrario, sólo merecerá a medias ese elogio."
          Darcy: "Ha de poseer todo eso, y aún algo más sustancial, mediante el perfeccionamiento de su                   inteligencia gracias a unas lecturas muy extensas."
          Elizabeth:  "Ya no me sorprende que sólo conozca usted a seis mujeres con tan grandes                              perfecciones. Más bien me maravilla que conozca usted alguna."

  • Darcy:  "Me ocupaba en cosas mucho más agradables. He estado meditando en el gran placer que pueden proporcionar unos ojos hermosos en el rostro de una mujer bonita"
  • Elizabeth a Jane:   "A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto. Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia".
  • Darcy:   No podría decir qué momento, qué lugar, qué mirada o qué palabra sirvieron de base. Hace ya demasiado tiempo. Lo que sí sé decirte es que para cuando me di cuenta ya estaba metido hasta el cuello.
  • Elizabeth:   "Me pregunto quién sería el primero en descubrir la eficacia de la poesía para acabar con el amor."
  • Darcy:   "Mis afectos y deseos no han cambiado, pero una palabra suya me silenciara para siempre."
  • Darcy: "En vano he luchado. No quiero hacerlo más. Mis sentimientos no pueden contenerse. Permítame usted que le manifieste cuan ardientemente la admiro y la amo."




miércoles, 18 de septiembre de 2013

Vive tu vida

Ríe a carcajadas, hasta que te duela. Hasta que caigas al suelo, hasta que tus ojos se empañen.

Baila, aunque la música no suene. Descalza, bajo la lluvia, delante del espejo. Hasta que tus pies no puedan más, hasta que te quedes sin aliento.

Salta, lo más alto que llegues. Con los brazos alzados y los dedos estirados. Y es que dicen que el cielo no es el límite.

Sonríe, por todos esos momentos inolvidables, por todas esas personas irremplazables. Sonríe aunque ya no te apetezca, aunque estés cansada porque las sonrisas nunca son demasiadas y siempre iluminan el mundo.

Y es que un día, sin saber cómo, ya no podrás hacer nada por cambiar el pasado. Así que ríe, baila y salta. Busca tu propia felicidad, sueña en grande y cumple deseos. Vive tu vida. 


lunes, 26 de agosto de 2013

Oxford #3: The End

Último post sobre Oxford, o voy a tener que coger un avión y volver corriendo allí. ¡Cuánto lo echo de menos! Pero estas cosas hay que superarlas y seguir adelante, sin mirar atrás, sin quedarte estancado en los recuerdos. Girar esa página que se resiste, aferrándose a tus dedos.


Conocí a personas increíbles, visité lugares de ensueño (la campiña inglesa es como un cuento de hadas cuando el sol se decide a brillar) y viví momentos inolvidables. Aquí os dejo algunas fotos. 

 Salida de chicas, o mejor dicho de italianas (¡yo era la intrusa!) pero me lo pasé genial. Eso de que las italianas tienen mucha vida es totalmente verdad, y tengo que confesar que al final de la noche cuesta seguirles el ritmo a estas terremotos y torbellinos.


 Comida en el pub...el menú de siempre: hamburguesa con patatas. Eso de tener que ahorrar no sienta nada bien, pero con la compañía que tenía la verdad es que tampoco importaba.


 Mi "clase". Mejor ponerla en comillas, porque eso parecía más el recreo que una clase de verdad, pero papá y mamá, aprendí mucho mucho inglés!


 Día de punting. Si mal no recuerdo acabamos todos empapados y con agujetas de tanto reír. Tarde memorable, muy memorable.


 Otra de mis clases. Aquí la verdad es que nos portábamos mejor.

 Mis chicas...las echo de menos...


 Última noche de mi rusa favorita, y el mono de detrás también le cogí cariño, aunque le dejé claro que España ganará la copa del mundo el año que viene, y que Brasil no tiene nada que hacer contra la Roja.


 Otra vez el mono. 

Clase entera, en plan formalito...esa noche nos fuimos de fiesta y ya os digo yo que allí ya no parecíamos tan buenos. 



martes, 13 de agosto de 2013

Oxford #2: Carnaval en Cowley

Colores por todas partes, brillantes y luminosos. La gente habla por los codos, ríe a carcajadas y bebe de sus cervezas de barril esperando a que todo empiece. ¿Qué empiece el qué?, os preguntareis. El carnaval de Cowley Street.

Un domingo en pleno mes de julio, media población de Oxford (¡por lo menos!) se reúne en Cowley Street donde se celebra un carnaval. Sí, carnaval en julio, como os lo digo. Y yo, fan incondicional del carnaval de Notting Hill (¡aunque nunca he podido ir!), no me podía perder esta nueva aventura.

Así que bajo un sol de justicia (parece que la lluvia decidió irse de vacaciones todo el mes de julio, y se lo agradezco), nos plantamos unas amigas y yo en Cowley Street, dispuestas a disfrutar de un buen espectáculo.


Lo primero que se me pasa por la cabeza es ¿qué coño es esto? Así, tal cual os lo digo. No se parece en nada a otros grandes carnavales como el de Cádiz, Río de Janeiro o Venecia. Se trata de algo más…de pueblo. Hay muchos niños disfrazados, cuyos trajes han sido fabricados por ellos mismos en los colegios de los alrededores. Algunos de lo más extraños, la verdad. También había una orquesta (sí, son los que bailan arriba antes del desfile mientras un grupo callejero toca la canción de la Pantera Rosa no sé cómo se llama en realidad, pero es la que todo el mundo conoce).




 La verdad es que había grupos que se habían currado mucho los disfraces.


Llegamos justo a tiempo y avanzamos como podemos entre la muchedumbre para conseguir las mejores vistas. Finalmente nos hacemos un huequito en primera fila, después de una serie de empujones y mala leche. Entonces, los músicos callejeros dejan  de tocar, y empieza el verdadero show.

La gente baila y sonríe mientras intentan hacerse una foto con los protagonistas del desfile.


Al final todo acaba, la gente se dispersa, la música vuelve a sonar y nosotras, acaloradas y cansadas nos vamos a South Park, un parque de dimensiones monstruosas (necesitamos uno así en Barcelona urgentemente) y nos tomamos un helado de Ben & Jerry’s mientras hablamos de todo y de nada. ¿Hay mejor plan para un domingo?





jueves, 18 de julio de 2013

Liberté

Liberté. Así la llaman los franceses, y así la llamaré yo. Suena más fino, más culto…como todo lo francés ¿no? Liberté, Egalité, Fraternité es su lema. Ellos saben de todo esto, o eso aparentan. En realidad, no tienen ni idea, como todo el mundo.

Liberté es francesa, o así me la imagino. ¿Qué aspecto tendrá? Siempre la han pintado bella, como si fuese una diosa griega. La piel nívea, la mirada límpida, una sonrisa serena que me recuerda la Mona Lisa. Un ángel caído del cielo dispuesto a luchar por nosotros. Pero ya sabéis como son los artistas, siempre se dejan llevar por la belleza y se olvidan de lo demás. Exageran, maquillan la verdad.

Liberté esconde algo, como toda mujer que se precie. Aunque sus secretos son más oscuros, más dolorosos. Y es que detrás de esa máscara de inocencia, se encuentra la muerte. Fría. Oscura. ¿Cuántos hombres se han matado por ella? ¿Miles? ¿Millones? Españoles, Franceses, Ingleses, no importa su origen, no importa su edad. Cadáveres descuartizados. Heridas de guerra. Sangre. Mucha. Todo por la misma mujer. Pero ella huye, sin que nadie la pueda alcanzar. Se te escapa entre los dedos, como el agua, dejando tras de sí la destrucción. Caos.

Liberté y yo aún no nos conocemos. No he tenido ese placer. Aunque no sé si eso es bueno o malo. Mejor no pregunto. Bueno, si alguien la ve, que le diga que pase por Barcelona, que me busque. Que me gustaría tomar un café con ella. O crêpes con Nutella, más francés. Pero que venga sin hacer ruido, que se disfrace, que no provoque mucho escándalo. Los catalanes ya están suficientemente exaltados como para que aviven más el fuego. Y España también. Ya lo sabéis ¿no? Y si no leed los periódicos, que aparece en la portada cada día, para que no vivamos en paz. Como si no tuviésemos ya demasiados problemas. ¡Esperad! Me desvío del tema, es lo que siempre me pasa cuando me enfado.

Liberté y yo no nos caeríamos bien. Estoy segura. Y es que no me entusiasman las mujeres que van dejando tras ella un rastro de corazones rotos. Un sendero de lágrimas, de desesperación. Ese el problema de los hombres: que se enamoran, que caen rendidos a sus pies para que ella los maneje a su antojo, como marionetas en una obra de teatro que ella se encarga de escribir. Que pierden la cabeza por ella. Literalmente. ¿Ella disfruta del sangriento espectáculo? Como una niña con un juguete nuevo. Sino ¿por qué no se rinde? ¿Por qué sigue esfumándose en cuanto cumple su objetivo?

Liberté. Su nombre da esperanzas a los que buscan un camino, hace soñar a los que están perdidos. Su estatua en Nueva York, francesa por supuesto, con la llama en un brazo, guía a través de la oscuridad a los infelices, a los desesperados, a los que ya no les queda nada o que nunca lo tuvieron, prometiéndoles una vida mejor, llena de oportunidades. Estados Unidos de América. El sueño americano que todos queremos cumplir. ¿Lo consiguen? ¿Es real? Que se lo pregunten a los habitantes del Bronx, a los inmigrantes mexicanos echados a patadas, a Snowden y a Assange, escondidos de su propio gobierno. Mucho Obama, mucho Hollywood, mucho cuento.

Liberté. ¿Cómo sería Liberté? Sería egoísta, superficial, fría, porque los sentimientos esclavizan. Irresponsable y caprichosa como los niños, viviendo sin preocupaciones, haciendo lo que le dé la gana. Solitaria, porque cada sociedad tiene sus propias reglas y leyes. Inteligente o estúpida, tampoco importa.

Liberté no es humana. Y es que los humano no podemos ser libres, aunque todos pensemos que lo somos. Ni siquiera los franceses, sus creadores. Bonita mentira que inventaron, una mentira peligrosa que induce a la locura. Somos esclavos, y ni siquiera lo sabemos, no nos damos cuenta. Sin embargo, no somos esclavos de otras personas, como los africanos en las plantaciones de tabaco en América. No se nos compra, ni se nos vende. Bueno, menos a los políticos y a los futbolistas. Somos esclavos del dinero, de la belleza, del amor. De nuestros miedos y necesidades. De nosotros mismos.

Liberté no existe. Es un fantasma, un espíritu, una brisa que viaja por el mundo, que te susurra palabras bonitas al oído, que te hace creer que hay algo mejor allí fuera. Te vuelve loco. Y ya no puedes vivir sin ella. No duermes, no comes, no vives. Como los enamorados: esclavos al fin y al cabo. Irónico ¿no? Y se va, dejando tu mundo patas arriba, perdido en mitad de la nada, buscando a ciegas el camino de vuelta a casa. Sumido en la melancolía ¿Cómo volver a empezar? ¿Cómo volver atrás? ¿Qué hacer con todos esos sueños por cumplir?
 

Liberté. Bonita utopía ¿verdad? Bella pesadilla. Infierno.



miércoles, 10 de julio de 2013

La chica de al lado #3

Barcelona, 2009

Ariel le dio una última calada al cigarrillo antes de lanzarlo al suelo y pisarlo con sus viejas Coverse. Volvió a mirar la hora: María llegaba tarde. Otra vez. Se apoyó contra el muro de piedra, cruzándose de brazos, dispuesta a estrangular a su hermana en cuanto se le ocurriese salir de la boca del metro.

Se encontraba en una de las calles más concurridas de la ciudad, una de esas en las que nadie vive en los edificios, donde solo hay despachos y tiendas que se pelean por tener el escaparate más vistoso. De esas tiendas en las que nunca la dejarían entrar, como en esa gilipollez de película de la Roberts. ¿Desde cuándo las putas se vuelven ricas y tienen un final feliz?

De repente, salió de una de esas tiendas, justo enfrente de ella, Caro. Vestida como una estrella de Hollywood, con enormes gafas de sol, y todo. ¡Qué tonta que soy! No sabéis quien es Caro. Pues Caro es…Caro. No creo que haya nadie como ella, o al menos eso espero. ¿Por qué? Ahora os lo cuento.

La reina de nada

Carolina Torres. Un nombre común, un nombre cualquiera. ¿Quién es?, te preguntarás. Nadie lo sabe con certeza. Su forma de andar, de mirar a la gente es única. No intenta ocultar lo que es, ni se molesta en disimularlo. Es rica, por lo que viste y habla como tal. Y te trata con frialdad y desdén como si tu sola presencia, tu respiración le hastiase. Parece superior a todos nosotros, o al menos eso te hace creer con una simple sonrisa.

Cada mañana su chofer la lleva al colegio en un flamante automóvil con los cristales tintados y aparca justo delante de la puerta. Entonces, ella se baja, como toda una señorita, y se despide de él lanzándole un beso. Según las malas lenguas, ella pasa más tiempo con él que con sus padres.

En las escaleras la esperan Nuria y Pilar, sus “secuaces”, cada cual más imbécil que la otra, una con su yogurt desnatado sin azúcar recién comprado, la otra con los libros de la primera clase. Ella los coge, sin decir ni mu y apenas prueba el desayuno antes de que acabe en el fondo de la basura.

Al entrar, todo el mundo se queda callado, embobados con ella. La observan, la examinan en busca de algún error, de algún cambio: el pelo encrespado, un agujero en las medias o unos ojos sin maquillar. Pero no. Su melena rubia se balancea hasta la cintura, lleva el uniforme impoluto y el maquillaje sigue en su sitio. Va perfecta, como siempre.

Pero lo que nadie sabe, es lo que realmente siente Carolina mientras atraviesa los pasillos, con sus altos tacones repiqueteando contra las baldosas. No deja de pensar que ha engordado un kilo, que tiene que comer menos, que se va a volver una foca. Y que todo el mundo lo está pensando. Que se van a reír y se burlarán. Y por un momento está a punto de echarse a llorar como una niña pequeña. Pero sigue, sin titubear ni un sólo instante, como cada día. Sí, para ella ese paseo es como el mismísimo infierno, aunque nunca lo haya visitado. Seguro que en algo se parece.

Carolina es una alumna de sobresalientes, aunque algunos se empeñen en tacharla de cabeza hueca. No, esa melena dorada no tiene ni un pelo de tonta. Pero ¿de qué le sirve? Si cuando llegan las notas, su padre apenas las mira y le dedica una sonrisa vacía, como si no le importara. Bueno, es que le da igual.

Sabéis, ella cree sus padres no la quieren. Y lo peor, es que no se equivoca. Fue criada por un ejército de niñeras que se ocupaban de ella las 24 horas del día, sin apenas ver a sus padres.

Hoy en día, Carolina come cada sábado con su madre, el único día que la ve. Bueno, sólo si su madre no se olvida. Entonces, su hija espera sentada durante horas, rezando para que el retraso de su madre se deba al tráfico. La mayoría de veces es que simplemente se ha marchado al Caribe con sus amigas sin avisar.

La verdad, es que todo el mundo sabe que María Torres nunca quiso tener hijos. No se le dan especialmente bien, dice ella. Pero los accidentes existen ¿no? Aunque nadie se atrevería jamás a decir delante de su hija que ella fue un…imprevisto. Salvo su madre, claro, que le recuerda en cada una de sus citas cómo sería su vida si no tuviera una hija. Aunque, en realidad, hace lo que le da la gana, piensa Carolina.

En cuanto al padre, Francisco Torres, afamado abogado, se pasa el año viajando de una punta a la otra del globo. Y cuando pasa por casualidad por Barcelona, apenas recuerda que tiene una hija. Si la ve, la saluda incomodo, charla con ella un par de minutos y se esfuma tan rápido como ha llegado, seguramente para acabar en la cama de su amante de turno.

No, los padres de Carolina no están divorciados, y la verdad es que no creo que lo lleguen a hacer ¿Para qué? Ella se aprovecha del dinero de él, mientras que él se aprovecha de las amistades de ella, o bien para hacer negocios, o bien para meterse en su cama. Todos están contentos con la relación. Ya lo sé, no es un cuento de hadas, ni mucho menos, pero es que para ellos el amor nunca fue lo más importante. Ni lo segundo, ni lo tercero.

Sin embargo, y por extraño que parezca, Carolina sí que sueña con hadas madrinas, príncipes azules, y corceles blancos. Porque sabe que son lo único que la puede salvar de su mundo, un mundo en el que reina. Ella manda, desde una hermosa habitación en uno de los áticos más caros de la ciudad. Una habitación enorme, con largos ventanales que dan al mar, una cama doble desde la que se puede contemplar el amanecer; muchas veces convertida en una cárcel, en una alta torre amurallada a la que nadie puede acceder.


Quiere que la saquen de allí, que la rescaten de su propio castillo. Quiere escapar, pero no puede. Sí, desearía huir, desparecer, marcharse lejos. Sólo sueña con acabar con ese armario lleno de ropa de marca, reflejo de su infelicidad, con las dietas, con las falsas sonrisas, con todo ese maquillaje y máscaras que esconden la verdad. Porque se ha dado cuenta de que está vacía, de que necesita más.  Que su mundo no es más que campos de desolación, surcados por ríos salados, salados por las lágrimas que brotan de sus ojos, llenos de grietas, de profundas heridas sin sanar. Sí, ella siempre ha sido la reina, la reina de todo, o eso ha creído, porque ya no le queda nada, o quizá es que nunca lo ha habido. 

La chica de al lado


lunes, 24 de junio de 2013

Noche. Oscuridad.

Noche. Oscuridad. Un cielo sin estrellas. Un camino sin final. Cuando salen monstruos del armario, de debajo de la cama, y nuestros miedos se hacen realidad. ¿Cuántos niños la temen? Duermen aferrados a sus ositos de peluche, protegidos por capas de mantas, y si las cosas se ponen feas, salen disparados hacia la cama de sus padres.

Conversaciones especiales, recuerdos inolvidables. Y es que de noche todo resulta más mágico ¿Por qué? Yo qué sé. Quizá es que en cuanto la luz se va, cambiamos, nos relajamos, somos más felices. Quizá sólo sea yo.

Desaparecen los problemas, te sumerges en el mundo de los sueños. Divertidos, románticos, horribles. Y siempre surrealistas. Un mundo sin horizontes, sin límites. En el que cabe todo lo que puedas imaginar. Libertad de soñar, escribí una vez. Vives otras vidas, descubres nuevos lugares y te reencuentras con personas olvidadas, que ni siquiera te molestaste en conocer. Son segundas oportunidades, para decir lo que no pudiste, para hacer lo que no te dejaron.

Entonces despiertas, y la rutina te explota en la cara. Sin avisar. Y necesitas un café cargado y una ducha larga para bajar el regusto amargo que te deja. Porque sabes que te quedan algunas horas hasta volver a ese gran mundo, o pequeño, según quién lo juzgue. Para mí el mejor. No es que odie mi vida, sino que mi mente crea una que me gusta mucho más. Y es que la realidad no es siempre la mejor versión de una historia.