Observa impasible a su padre fumarse cajetillas
enteras, y le duele, le duele saber que ese humo gris lo está matando por
dentro. Pero se calla. ¿Qué le va a recriminar? El fumador no es el culpable, es la víctima.
¿Victima de qué? De la vida. De la debilidad humana.
Al
mirarle ahora, sonríe aliviada. Todo ha terminado, aunque su padre sigue
luchando día tras día. Ésta es una guerra para toda la vida y lo sabía, pero
fue fuerte y tomó la decisión sólo, sin que lo presionara. Ella simplemente le
apoyó, cogiéndole la mano en los momentos duros.
Puede comprender que un adulto fume, pero no
entiende por qué lo hacen los niños grandes, por qué su hermano mayor fuma. A
los 16 años, sigo sin entenderlo.
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