Hace unos días, mi profesor de filosofía nos propuso
una actividad para fomentar el hábito del optimismo. ¿Qué tiene que ver con la
materia?, pensareis. Ni idea, pero me pareció interesante. Consistía en recortar
tres círculos de diferentes colores (yo simplemente los pinté) y escribir:
- un recuerdo bonito
- alguien a quién amas
- un sueño
Al principio parece sencillo, hasta que empiezas a
comerte el coco. Sin embargo, al final lo conseguí, no sin esfuerzos. ¿Queréis
que os hable de lo que puse y el por qué?
Como recuerdo bonito escogí Brighton, esa ciudad
costera del sur de Inglaterra en la que esta implacable bloguera estuvo suelta
durante un mes para “perfeccionar” el idioma. Por supuesto, lo mejor no fue
eso, sino el poder hacer lo que me daba la gana. Literalmente. Me levantaba a
las doce, volvía de madrugada y nadie me decía nada. LIBERTAD. Y mis padres tan
tranquilos, pensando que yo estaría recluida como si fuese un convento. No les
dijeron que Brighton era como la fiesta de Inglaterra. Menos mal, o no me
habrían mandado allí ni locos. Escapadas de fin de semana a Londres, veladas en
pubs y mucho Coco Loco.
Ese viaje me cambió. Ya no me tomo la vida tan en
serio, soy más feliz. Esa parte de mí que me impide ser yo misma por culpa de
lo que piensen los demás, ahora es más pequeña. Allí nadie me conocía. Era como
una pizarra en blanco, y yo tenía el rotulador con el que dibujar. Y me dibujé
a mí misma, quien quería ser en realidad. Decía y hacía lo que quería, sin que
nadie me juzgara.
Así que gracias a Fabienne, mi suiza preferida, a
Irene, porque si separadas éramos terremotos, juntas imaginaos, a Letizia, su
desparpajo y su lengua demasiado suelta, a Harun, el ingeniero que aún no era
ingeniero, friki y que nos hacía reír a todos, a Ayşenur, esa turca que hacía
lo que le daba la gana, a Owen, el coreano que decía que sonreía demasiado (yo
le llegué a decir que todos los coreanos eran iguales), a Adrià, una versión de
mí misma, loco por las compras y un histérico (en el buen sentido), Yi-Shan Wu, una
niña en cuerpo de mujer y muchos más. Viví historias inolvidables (mías y de
otros) y me lo pasé en grande.
¿Volveré? No lo creo. Mejor que se quede como lo
recuerdo. El Pier, los noodles, Spanish Place, Preston Park, Patcham. Desordenado,
colorido, con olor a mar. Un lugar increíble, que fue capaz de cambiarme a mí,
la persona más cabezota a la que este mundo tendrá que enfrentarse. ¿Cómo? A
base de felicidad.
Las estrellas han desaparecido entre las nubes, escondiendo su luz
por una noche. Se parece a mis días. Una noche sin final y ninguna luz que la
ilumine. ¿Te hablo? ¿No te hablo? Ya está aquí otra vez mi dilema. Empiezo a
escribir, pero no me atrevo a seguir. Mi mirada se vuelve a perder en la
oscuridad. Llueve ¿Cómo no? Llueve desde que te fuiste. Noche y día. Es como si
el cielo también te echase de menos. Pero seguro que no tanto como yo.
Deambulo por estas calles, que un día fueron nuestras, conquistadas a
gritos y sonrisas. Ahora, vacías, llenas de sombras, sólo recuerdo el ruido de tacones sobre asfalto, el olor de tu pelo, el color de aquel vestido.
Momentos que se van fundiendo en una niebla de recuerdos.
Nada es lo mismo sin ti. ¿Acaso te llevaste la luz al marcharte? Todo aquí ha perdido color, brillo y vida. Quizá, fueses una estrella en medio de la oscuridad, iluminando su alrededor. Y ahora que te has ido, yo sigo aquí,
sumido en una noche sin fin, sin esa estrella que por un instante hizo brillar mis días y mis noches.
Nuestra
historia está enterrada ya, o al menos eso me parecía. Porque esta noche he soñado
contigo. Otra vez ¿Es ni siquiera una historia? No. Son momentos, instantes
preciosos, sí, pero nada más que eso.Conversaciones
infinitas, risas para la eternidad. Y Bob Marley tocando de fondo. Son partidas
de billar ganadas, sonrisas bajo la lluvia y cafés de Starbucks.
¿Me
arrepiento de mi decisión? No creo. Fue mejor así ¿Qué piensas? No hace falta
que respondas. Ya lo sé, siempre dejaste claro que no estabas de acuerdo. Nunca
lo estábamos ¿recuerdas? Continúas discusiones por cualquier nadería. En la
calle, en clase y en restaurantes. Cualquier lugar era bueno. Hasta éramos
capaces de debatir en varios idiomas. Pasábamos del español al inglés sin darnos
ni cuenta, mientras los demás nos miraban asombrados. No nos comprendían. Nadie
lo hacía, ni siquiera nosotros mismos. Saltábamos de las bromas a las pullas
con increíble facilidad, como si nos conociéramos desde hace tiempo. Nada más
lejos de la realidad.
¿Qué
voy a hacer contigo ahora? Aún no lo sé. Me digo que tengo que olvidarte, pero
parece que mi cabeza no está por la labor. Ni tú tampoco, ya que estamos.
Parece como si quisieras que no te dejara atrás, hablándome a todas horas como
lo haces. ¿Pero sabes qué? Yo ya no sé si quiero seguir jugando a este juego,
del que solamente tú conoces las reglas. Y siempre estás haciendo trampas. ¿Qué
quieres conseguir?
Te
echo de menos, sí. Pero ya lo sabes, te has ocupado de que esto pasase. Tú cada
vez te alejas más de mí, y yo cada vez te quiero más cerca. ¿Y si te borro por
completo? ¿Y si hago ver que nunca exististe?¿Que nunca hubo un nosotros?¿Dejará, entonces, de saltar
mi corazón cada vez que mencionen a Brighton? ¿O que oiga la voz Billy
Armstrong? No es tu voz, pero me recuerda demasiado a ti. Tú me cantabas al
oído y yo…sonreía como una idiota. Como estoy haciendo justo ahora.
¿Ves
lo que me has hecho? Justo lo que me prometí que no sucedería. Yo antes era
normal, más o menos. Últimamente, parezco una de esas adolescentes con las
hormonas por las nubes. Esas a las que nos dedicábamos a criticar por las
mañanas, cuando estábamos tan cansados que ni siquiera podíamos enfadarnos. En
el bus, donde tú me pasabas tu abrigo porque yo había sido tan ingenua como
para creer que aquel día no llovería. Siempre acababas helado por mi culpa,
bueno por la tuya, por ser demasiado amable.
Justo
ahora, que estoy hecha un lío, decides hablarme. Tú es que tienes telepatía o
algo así, porque me estás asustando. “¿Qué tal el día?” ¿Qué le respondo? ¿Qué me he pasado el día pensando en él?¿Qué he soñado con él? Ni hablar. Está historia (no, no es una
historia) ya terminó hace tiempo. Tiene un punto final. Y tú y yo seguimos escribiéndola
como si nada, rompiendo todas las normas. Esto no funcionará, lo sabíamos desde
el principio, pero parece que a ninguno de los dos nos importa.
Todo
esto es por tu culpa. Mis sonrisas han acabado dependiendo de ti. Yo ya no me
siento yo misma. Es como si hubiera dejado una parte de mí allí, contigo. Como
si aquella chica parlanchina del vestido rojo, que siempre hacía que acabásemos
perdidos y helados bajo la lluvia, no fuera ahora más que un espejismo, una
sombra de lo que fue algún día. Es ridículo, pero no puedo evitarlo. Se suponía
que estás historias acababan bien ¿no? Siempre me las habían contado así.
600
palabras ya. Suspiro. Sigo tan confusa como antes. O quizás más, ya ni lo sé. Eres
un recuerdo bonito, a pesar de todo. Los cafés mañaneros, las tardes de cine y
tu mano en mi cintura. Todos los son. Pusiste mi mundo patas arriba y lo
dejaste así, y yo no tengo ni idea de cómo restaurarlo. Sólo sé que no me importa
soñar contigo. No me importa para nada. Pero no te lo diré, por si acaso. No vaya
a ser que lo uses en mi contra, como haces siempre.
Las gotas de lluvia van borrando poco a poco
los recuerdos, mientras se deslizan por mi ventana. Esto llega a su fin ¿te das
cuenta? No nos queda mucho tiempo. Los días me van devolviendo mi vida y tú ya
no eres más que un fantasma de mi pasado, uno con el que sigo hablando, sí,
pero ya no duele tanto. Tu risa se desvanece. Olvido el color de tus ojos. Pronto, no serás más que un chico que me hace reír con un par de bromas. Dejarás
de ser la sonrisa de mis días. Triste, la verdad ¿Pero qué más podíamos esperar? Eres un imbécil, que me cae bien, but I
hate you. ¡Ves! Yo antes, antes de ti, no era así. Hasta nunca S. Bueno,
no, hasta mañana. Aún no estoy preparada para decirte adiós del todo.
No
sé porqué me ha dado últimamente por escribir sobre Reino Unido. Será que lo
echo de menos. Terriblemente. Y es que aunque intento convencerme de lo
contrario, he de admitir que ese mesecito que pasé allí, ha ocupado, sin que pudiese
evitarlo, un sitio en mi corazón. Ya os contaré porqué.
Hoy quería hablaros de una extraña especie que
descubrí durante mi estancia en Inglaterra: las British Baby Barbies (BBB). La
traducción literaria sería Barbies bebés británicas, o algo parecido. ¿Y cómo
las conocí? Tuve que convivir con una.
A
ver, ¿cómo empiezo? La primera vez, que vi a Summer, la chica con la que vivía, pensé que tendría mi edad y no 13 años como me habían dicho. Iba más maquillada
que una puerta, con los ojos bañados en rímel y la cara de un uniforme color
crema, que no pegaba con el resto de su piel más pálida. Salía de casa vestida
con mini falda, cazadora de cuero y Converse. Muy mona, he de reconocer. Pensé
que se iba a cenar fuera, con unas amigas, o quizá al cine. Sin embargo, me
equivocaba. Sólo iba a comprar leche al súper. Sí, a comprar leche. No sé vosotros, pero yo, cuando mi madre me
manda a por el pan, voy con sudadera, tejanos y un moño, y no llevo las
pantuflas, porque no me deja. Bueno, sigamos con mi querida amiga Summy. Al volver, a los 5 minutos, se encerró en su habitación y cuando salió para cenar
ya se había puesto el pijama de la Minnie. Ufff, algo más normal
Al
día siguiente, me levanté pronto y fui al baño. Estaba ocupado. Se estará
duchando, ya volveré después, pensé. Desayuné, me vestí, hice la cama y por fin
cuando ya me estaba desesperando, ella salió. Y me quedé boquiabierta. Por
supuesto, iba pintarrajeada a más no poder y se había puesto el “uniforme” del
colegio, un conjunto que consistía en un polo azul cielo y falda o pantalón negros para las chicas. Bueno
ella llevaba el polo, sí, pero de la falda, ni rastro. Al menos que fuese esa
cinta negra que apenas le tapaba el culo. Bueno, su madre al verla le dirá algo,
me dije, por lo menos que se baje un poco la falda, pero me equivoqué otra vez.
Y encima al salir a la calle, me doy cuenta de que Summer no es una excepción,
es que todas van así. Entonces, me decidí a saber más de ellas, sus gustos y
esas cosas. Y aquí está mi conclusión.
Para
ser una BBB no importa si eres alta, bajita, rubia, morena, escuálida o con
curvas. Sólo tienes que tener entre 10 y 13 años, adorar a Justin Bieber y One
Direction, y tener mucho, pero mucho ego. Te llamas Amy, Kelly, Missi, no
puedes salir de casa sin el pelo planchado y una buena capa de rímel. No has
leído un libro en tu vida, salvo la biografía de One Direction, y sólo ves
programas como X Factor o MTV. Le prestas más atención a tu Blackberry que a
tus padres y te pones a gritar cada vez que tu ídolo sale por la tele (que por
desgracias pasa muchas veces).
Hay
algo más que descubrí cuando entré por primera vez a la habitación de Summer,
algo que me dejó boquiabierta. La niña mimada, encima de tener un cuarto más
grande que el de sus padres, con tele, cama de matrimonio y portátil, tenía las
Hunter, las Uggs y las Vans, más dos armarios (¡DOS!) repletos de ropa de
Abercrombie, Miss Sixteen y Hollister. Pero si vivían en una casucha, en el
quinto pino, casi en el campo. Admito que sentí un poco de envidia, sí, hasta
que recordé aquella frase del anuncio de IKEA “no es más rico el que más tiene,
sino el que menos necesita”. La niña sólo era feliz si tenía ropa de marca y
los zapatos de moda. No tenía nada más. Yo en cambio tenía una gran familia que
me hacía caso, alguien con quien hablar cuando estoy en casa y una habitación
con una gran puesta de sol en la pared. Y soy muy feliz con eso.
Bueno,
ya ha quedado bastante claro por qué las llamo British Baby Barbies o BBB,
aunque pensándolo bien también podrían ser British Baby Bitches, al recordar cómo
se comportaban algunas con los chicos, pegadas a ellos como lapas, pero me
parecen demasiado pequeñas ¿o no? Dejaré que vosotros lo juzguéis, después de
todo sois más imparciales que yo.
Después
de mi periplo veraniego por tierras británicas, bueno no tanto, ya que no me he
separado ni un solo día de la sudadera y el paraguas (se me rompió a la semana,
no preguntéis cómo), he llegado a la conclusión de que el inglés no lo habla
bien nadie. La escuela de idiomas a la que asistía parecía más una torre de
Babel que una academia: turcos, coreanos, suizos y españoles charlando en un
mismo idioma. Tengo que admitir que lo torturamos, lo descuartizamos y lo
crucificamos, al pobre. Lo hablábamos como nos daba la gana, era un caos, pero
organizado, porque al final acabábamos comprendiéndonos casi todo, que es la
finalidad ¿no?
Ni
siquiera los ingleses lo hablan bien, cada uno de una forma distinta, y comiéndose
las palabras que quieren. ¿Qué puede esperarse de un país que no se ha molestado
ni en redactar una Constitución? Pensareis, vaya desastre de nación, pero no,
los tíos llevan años sin leyes escritas y siguen tan felices como unas perdices. Aquí, ya nos
habríamos tirado unos encima de otros. ¿Por qué somos tan diferentes? Será el
clima. Frío con frío, calor con calor. No importa, me encantan Reino Unido y
los ingleses…son tan raros (en el buen sentido). Keep Calm and God Save The
Queen. Tan adorables con su tweed y su té con leche (¡disgusting!). Y me gusta
el inglés, es tan…raro (Ha, ha, chiste malo).
Por
una vez hagamos caso a nuestros amigos alemanes, que sobre lenguas horribles, ellos saben bastante. Sin ir más lejos, poseen un idioma que es para tirarse de
los pelos, no sólo porque sea humanamente impronunciable, sino que también es
feo. Pero feo de verdad. Parece que están cabreados todo el rato. Ya me he
desviado del tema. Le tengo que dedicar un post entero a lo que pienso de los
alemanes, son una especie totalmente diferente a la nuestra, merecedora de un
profundo estudio. Bueno, ellos dicen que lo importante no es hablar bien, sino
que te entiendan, y cuando lo hagan pasa a otro idioma. ¿Qué tal el chino? Que
está de moda. Así que ya sabéis, menos culebrones hispanos y más telenovelas
chinas.
Si
a finales de año, la televisión nos atiborra de spots de perfumes y juguetes
para niños, cuando empieza a hacer calor lo único que anuncian son agencias de
viajes, refrescos y…cervezas. Y como cada año sólo hay uno que quiero ver: el
anuncio de Estrella Damm. Aunque no te guste la cerveza, estás deseando
verlo.Algunos dirán que siempre es lo
mismo. Les doy toda la razón. La historia se repite una y otra vez: un viaje a un lugar
idílico para pasar el verano, días en la playa con los amigos, un ligue,
fiestas al anochecer, y mucha, mucha cerveza (por supuesto, Estrella Damm).
Además, está la condenada cancioncita. Una melodía alegre que te pone
instantáneamente de buen humor, pero que cuando termina el verano no pueden
volver a oír en una buena temporada (hasta hace poco, con sólo escuchar las
primeras notas de Summercat se me ponía la piel de gallina)
Pues
bueno, el último día del mes de mayo estrenaron el anuncio de 2012. No hubo muchas
sorpresas, pero yo me volví a enamorar. Un chico, una chica, una paisaje que te
corta la respiración. La canción de este año “You Can’t Say No Forever” del
grupo Lacrosse. Como no, yo ya la tengo en el móvil y mi ducha ya debe de sabérsela
de memoria. ¿Pero qué decís de la frasecita del final? ¿No os da qué pensar? Yo he
estado algunas horas examinándola, debatiéndome interiormente sobre su veracidad.
Para quienes no la conocéis aún, que serán pocos, pues ésta ocupa la mayoría de los
estados de Facebook y Twitter el día del lanzamiento del spot, la de este año es “cuando amas
lo que tienes, tienes todo los que quieres” ¿No os parece demasiado optimista?
¿No raya la ingenuidad? ¿O es un tonto juego de palabras?
Dejadme
que me explique. Si amas algo ¿no lo quieres también? Bastante sencillo ¿no? Mi
duda radica en el significado de ese “quieres” ¿el autor le da el valor de amar
o sin embargo le da el valor de desear? Si fuese desear, la frase se convertiría
en una de esas moralejas de los cuentos infantiles a los que ningún niño hace
caso ya. Una persona puede “amar” su coche, pero si se estropea, se comprará
otro ¿no? Aunque dándole vueltas, esta filosofía, sí que podría darse en
algunas comunidades (estoy pensando en hippies y budistas). Al fin y al cabo,
no todos los seres humanos somos ambiciosos y materialistas, aunque éstas actitudes se hayan
puesto de moda en los últimos años.
Dejando
aparte la ambigüedad de la frase, no puedo destacar nada más. El anuncio
presenta personajes alegres, simples y transparentes que no poseen en apariencia
ningún ápice de maldad y que sólo quieren disfrutar del verano. Sí, podíamos
discutir también sobre si se asemejan a los jóvenes de hoy en día y criticar
mil cosas más. Lo que pasa, es que la campaña de Estrella Damm ilustra nuestros
sueños y esperanzas sobre el verano, y si la pusiéramos verde, nos traicionaríamos
a nosotros mismos. Y es que en el fondo, todos queremos un verano Estrella
Damm. En cuanto a mí, este año aplazaré este sueño, porque me voy a vivir un
mes a los prados verdes de Inglaterra, a Brighton exactamente, una “ciudad”
costera y turística, de la que espero poder guardar un buen recuerdo. A todos
vosotros, os deseo un gran verano plagado de momentos inolvidables (siempre
buenos, claro).