viernes, 22 de febrero de 2013

No es oro todo lo que reluce


No por ser negro se es delincuente, ni por venir de Oriente Medio se es terrorista. La naturaleza, por suerte, no funciona así. Pero nosotros sí, y no podemos cambiarlo. Al conocer a alguien, en lo primero que nos fijamos es en su ropa, en su color de piel y contamos cuántos agujeros y dibujos tiene. En unos segundos ya nos hemos formado una opinión de esa persona, y a lo mejor aún no ha abierto la boca ¿Qué nos importa su historia o su nombre? Nosotros ya sabemos todo lo que necesitamos saber.

Se llaman prejuicios. Todo el mundo sabe lo que es, pero nadie repara en ellos jamás. Son invisibles, llegan sin avisar y se apoderan de todas tus opiniones en un santiamén. Ya sé que no podemos evitar tenerlos, pero ¿no podríamos de vez en cuando examinar juicios propios y ajenos objetivamente? Y es que nuestra apariencia no determina cómo somos en realidad. Después de todo, Marie Curie era rubia.

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