domingo, 30 de diciembre de 2012

Lista de “deseos” 2013

1.   Volver a Londres

 2.    Convencer a mis padres para que me dejen estudiar en París  (eso quizá me lleve  más de un año)

 3.    Aprender a hacer cupcakes (en realidad, aprender a cocinar)

4.    Ser voluntaria en el hospital St Joan de Deu (hospital especializado en oncología infantil)

5.    Comprarme unos tacones de verdad

6.     Seguir escribiendo aquí (eso no me costará nada)

7.    Cambiarme el móvil (mi Blackberry ya está para tirarla, pero es que me he encariñado con ella)

8.    AHORRAR (lo pongo en mayúsculas, porque sé que me costará)

9.     Gastarme el dinero “ahorrado” en renovar mi armario

10.  Ponerme morena (todo un reto para mí)

11.  Leer Ana Karenina de Tolstoi (he visto el tráiler de la pelicula y me he enamorado, pero el libro es demasiado largo, y mira que a mí me gusta leer)

  12.  PASARLO GENIAL JUNTO A LA GENTE QUE QUIERO



(Este es el trailer de Ana Karenina)

viernes, 28 de diciembre de 2012

Soñadora compulsiva

A veces me pasa que estoy pensando (suelo hacerlo más de lo que me conviene) y mi mente se pierde en las nubes, en otros mundos. Siempre me lo han dicho. Y en esos momentos de paz, mis pensamientos vagan sin rumbo, en libertad. Y en algunas ocasiones, me encuentro soñando cosas de lo más extrañas.


Por ejemplo el otro día, mientras me despertaba, ocurrió lo siguiente. Yo estaba tan tranquila, abrazando mi almohada y preguntándome qué hora sería, luchando por abrir los ojos. Estaba justo en ese momento en que ya no estás dormida, pero tampoco quieres levantarte. Y en es mismo instante, mi mente ...yo que sé. Sólo recuerdo, que de repente me imaginé desayunando en uno de esos acogedores cafés de París, observando a través de la ventana a los transeúntes ir de un lado para otro.

¿París? ¿Por qué París? Mi debilidad siempre ha sido Londres. Pero no, estaba definitivamente en París. Y la verdad es que era bastante feliz, o al menos así me sentía. Bueno, allí se acabó el sueño. Mi padre decidió que era hora de ponerse en marcha y me quitó mi edredón. Y por si no os lo había dicho nunca, mi habitación tiene mucho en común con Siberia. A veces por las noches, hasta puedes oír como entra el viento helado. Así que no tuve más remedio que bajar y desayunar.

Mientras veía Doraemon, me entró un impulso y empecé a buscar universidades en París como si me fuese la vida en ello. Así, una mañana como otra, en plena Navidad. Y se me pasaron las horas, leyendo cosas sobre la ciudad, tomando decisiones. De un día para otro había cambiado mi futuro. Ya no quería oír hablar de quedarme en Barcelona, y ni muchos de entrar en la universidad en la que siempre había querido estudiar.  Todos mis planes desaparecieron ante esta nueva idea.

¿Por qué no hacerlo? Estoy segura de que puedo conseguirlo y de que por lo menos puedo convencer a mi padre (mi madre es harina de otro costal). ¿Es muy descabellado? Nunca me había planteado irme de casa a los 18, pero la gente lo hace ¿Por qué no yo? Siempre me he sentido un poco atada, y la oportunidad de ser libre lo antes posible me resulta muy atractiva y terriblemente excitante.

Y es que nunca he comprendido a la gente que quiere quedarse en el sitio dónde ha vivido toda la vida, convencida de que no hay nada mejor. ¿Cómo saberlo si aún no has descubierto el mundo? Posiblemente, ni siquiera han salido de España, o Europa. Y yo, que sí que he tenido la oportunidad de viajar un poco, siempre he pensado que no he visto nada de nada. Por eso tengo esta obsesión de salir, de pasarme la vida yendo de una punta a la otra del planeta. Es como una inquietud, una especie de necesidad que no puedo ignorar. Y tampoco quiero. Por ahora empezaré por Paris, después Londres y después…bueno, el mundo. Quizá Brasil, o mejor Sídney. Aún no lo sé, pero yo no voy a quedarme quieta, ni hablar.  

Y de repente algo que parecía un inofensivo producto de mi imaginación, se convierte en un objetivo, un sueño que cumplir. Un día sin más, decido cambiar mi futuro. Y eso me da miedo, el hecho de ser tan impulsiva. No creo que sea muy bueno, pero ¿qué le vamos a hacer? Me gusta soñar, pero por encima de todo me gusta cumplir mis sueños. ¿A quién no?

Pd: ¿Qué tal las Navidades? ¿Las habéis pasado bien?



domingo, 16 de diciembre de 2012

El país de la pandereta


A veces me pregunto en qué clase de país vivo, y no sin razón. Y es que cada día alucino más. Después del numerito del rey cazando elefantes en Bostwana, gastandose nuestras pelas en plena crisis económica,  creí que habíamos llegado a nuestro límite. Pero no, nos hemos  vuelto a superar.

 El otro día, un político proclamaba alto y claro, delante de las cámaras de televisión, que se saltaría la ley a la torera si no llegaba a un acuerdo con un gobierno. Todo orgulloso, sonriente, aplaudido por las masas.  ¿Pero qué es esto? España ya no  es una democracia, sino una república bananera, donde cada uno hace lo que le da la gana. Así nos va.

¿Cómo nos van a tomar en serio fuera? Si es que sólo nos falta llegar a las manos. Tampoco me extrañaría tanto. Un asalto Rubalcaba-Rajoy, o algo por el estilo. Sería hasta divertido, y todo. Si es que ya me río por no llorar. Y todos como si la cosa fuera bien. Que les da igual. En este país ya nadie piensa ¿Para qué? Sólo sabemos hacer huelga, esperando que nos hagan caso. ¿Pero es que no se dan cuenta que a los políticos españoles se la bufa el pueblo (por decirlo de alguna forma)? Ellos mientras puedan trincar sin ser pillados, son felices. Sí, los inteligentes tendrían que gobernar, pero resulta que son tan listos que huyen de política. Por eso nos gobierna una panda de idiotas.

 Sólo nos falta ponernos a bailar el Gagnam Style para terminar de hacer el payaso. Si es que el día que despertemos del sueño en el que vivimos, a ver qué cara se nos queda. Por ahora, yo estoy ideando mi plan de huida, porque si el barco (o mejor dicho patera) se hunde, yo no pienso estar aquí para verlo. No tengo instinto suicida, y soy muy consciente de que el chiringuito se puede ir al traste en nada. Así que por ahora cruzo los dedos, como hacemos todos, porque yo sí que no puedo hacer nada. Pero ya veréis como todo sale bien, como todo se arregla en un plis plas. Rajoy será el nuevo salvador, la cara de Papá Noel y todos seremos felices y comeremos perdices. ;)




jueves, 13 de diciembre de 2012

Internet ¿sí o no?

    Es incuestionable que, desde su nacimiento por allá en los años noventa, Internet ha alterado nuestra vida por completo. Y es que hoy en día lo utilizamos para todo: relacionarnos, ver películas, escuchar música, trabajar, comprar, vender, etc. ¿Por qué? Es más cómodo, más fácil, y por encima de todo más rápido.

¿Pero es todo de color rosa? En absoluto. Su aparición también ha desencadenado problemas, entre ellos la perdida de privacidad. Búscate en Google y es muy posible que encuentres información tuya. Lo irónica es que normalmente nosotros mismos la subimos a Internet. También ha afectado nuestra forma de relacionarnos. No es lo mismo hablar a través de las redes sociales que en persona, digan lo que digan. Se pierde toda esa parte no verbal como los gestos o las expresiones, así que bien podrías estar hablando con un robot y ni te enterarías.

Además esto de los Whatsapp, de Facebook,.., no me hace demasiada gracia. La gente cambia (no para bien) detrás de una pantalla, como si ésta se tratase de un escudo que les protegiese. Se vuelven más “valientes”, o eso se creen, porque esconderse detrás de un ordenador  no me parece una hazaña heroica, ni mucho menos. Insultan, difaman, te recriminan…¿No me lo puedes decir a la cara? Así a lo mejor hasta te respondo y todo. Pero no, ocultarse es más fácil. Y este es el tipo de persona (por llamarlo de alguna forma) que ha creado Internet: envidiosos, resentidos y capullos de alhelí (como diría mi profesor de Lengua) que se dedican a hacer daño a los demás o simplemente a joderles.

Por último, sólo puedo preguntarme, si después de todo podríamos vivir sin Internet. Es algo sobre lo que reflexiono frecuentemente (no demasiado, la verdad). Y es que vivo rodeada permanentemente de tecnología: mi portátil, la Blackberry, el e-book y mi Ipod, y dependo bastante de ella (¡es que sin ella no podría escribir aquí!). Así que he llegado a la conclusión de que sí, sí que podría vivir sin todo esto, los seres humanos lo hemos hecho durante miles de años. Pero (siempre hay un pero), después de haberlo probado no pienso dejarlo. Jamás. ¿Soy una adicta? Puede. A lo mejor. Posiblemente. ¡BASTA! (me voy a dormir)



domingo, 9 de diciembre de 2012

Optimismo II - Alguien a quién amas


Después viene la persona a la que amo. Eso fue difícil. En mi vida, hay mucha gente importante. Desde mi familia, mis amigas, y ciertas personas a las que tendría que olvidar, por mi propio bien ¿Pero qué le vamos a hacer? Muy lista para unas cosas, muy tonta para otras, como siempre me repite Nerea. Sí, tiene razón, por una vez (¡El resto del tiempo soy yo quien la tiene!)

Bueno, me salté las normas, últimamente lo hago mucho. ¿Por qué poner una persona, si tengo seis maravillosas a las que no cambiaría por nada en el mundo? Mi familia. Papá, mamá, Héctor, Ale, Quique y Zito. Somos muchos, demasiados, pensareis quizá. Pero ellos me hacen más fuerte, están allí cuando me caigo, y sé qué harían cualquier cosa por mí. ¿Qué más? ¡Ah, sí! Porque juntos, nos lo pasamos de miedo. Descubrimos el mundo, aprendemos uno de otros, y somos únicos, o eso me gusta pensar. Si es genial tener a una persona siempre de tu lado, imaginaos a seis: el equipo García.

A medida que voy creciendo, me voy dando cuenta de la suerte que tengo. Muchísima. Cada vez es más común el divorcio, y en medio siempre están los niños, que son los que más sufren. Sí, los padres rehacen su vida, forman nuevas familias, pero no es lo mismo. A mí, en cambio, me ha tocado la lotería con la que tengo. Sí, a veces las cosas se complican, pero juntos superamos cualquier obstáculo. Somos un conjunto ecléctico y ruidoso, que no deja a nadie indiferente. Porque si algo hacemos bien, es llamar la atención, aunque no lo queramos. Es lo que tiene ser tantos. Pero no cambiaría por nada a estas seis personitas. Por nada en el mundo. 

Continuará...


martes, 4 de diciembre de 2012

"IF..." - Rudyard Kipling


IF you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you,
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and not be tired by waiting,
Or being lied about, don't deal in lies,
Or being hated, don't give way to hating,
And yet don't look too good, nor talk too wise:
If you can dream - and not make dreams your master;
If you can think - and not make thoughts your aim;
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same;
If you can bear to hear the truth you've spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
And stoop and build 'em up with worn-out tools:

If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: 'Hold on!'

If you can talk with crowds and keep your virtue,
' Or walk with Kings - nor lose the common touch,
if neither foes nor loving friends can hurt you,
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds' worth of distance run,
Yours is the Earth and everything that's in it,
And - which is more - you'll be a Man, my son!



sábado, 1 de diciembre de 2012

Optimismo I - Un recuerdo bonito


Hace unos días, mi profesor de filosofía nos propuso una actividad para fomentar el hábito del optimismo. ¿Qué tiene que ver con la materia?, pensareis. Ni idea, pero me pareció interesante. Consistía en recortar tres círculos de diferentes colores (yo simplemente los pinté) y escribir:

- un recuerdo bonito
- alguien a quién amas
- un sueño

Al principio parece sencillo, hasta que empiezas a comerte el coco. Sin embargo, al final lo conseguí, no sin esfuerzos. ¿Queréis que os hable de lo que puse y el por qué?

Como recuerdo bonito escogí Brighton, esa ciudad costera del sur de Inglaterra en la que esta implacable bloguera estuvo suelta durante un mes para “perfeccionar” el idioma. Por supuesto, lo mejor no fue eso, sino el poder hacer lo que me daba la gana. Literalmente. Me levantaba a las doce, volvía de madrugada y nadie me decía nada. LIBERTAD. Y mis padres tan tranquilos, pensando que yo estaría recluida como si fuese un convento. No les dijeron que Brighton era como la fiesta de Inglaterra. Menos mal, o no me habrían mandado allí ni locos. Escapadas de fin de semana a Londres, veladas en pubs y mucho Coco Loco.

Ese viaje me cambió. Ya no me tomo la vida tan en serio, soy más feliz. Esa parte de mí que me impide ser yo misma por culpa de lo que piensen los demás, ahora es más pequeña. Allí nadie me conocía. Era como una pizarra en blanco, y yo tenía el rotulador con el que dibujar. Y me dibujé a mí misma, quien quería ser en realidad. Decía y hacía lo que quería, sin que nadie me juzgara. 

Así que gracias a Fabienne, mi suiza preferida, a Irene, porque si separadas éramos terremotos, juntas imaginaos, a Letizia, su desparpajo y su lengua demasiado suelta, a Harun, el ingeniero que aún no era ingeniero, friki y que nos hacía reír a todos, a Ayşenur, esa turca que hacía lo que le daba la gana, a Owen, el coreano que decía que sonreía demasiado (yo le llegué a decir que todos los coreanos eran iguales), a Adrià, una versión de mí misma, loco por las compras y un histérico (en el buen sentido), Yi-Shan Wu, una niña en cuerpo de mujer y muchos más. Viví historias inolvidables (mías y de otros) y me lo pasé en grande. 

¿Volveré? No lo creo. Mejor que se quede como lo recuerdo. El Pier, los noodles, Spanish Place, Preston Park, Patcham. Desordenado, colorido, con olor a mar. Un lugar increíble, que fue capaz de cambiarme a mí, la persona más cabezota a la que este mundo tendrá que enfrentarse. ¿Cómo? A base de felicidad. 

Continuará...


lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Dónde me renuevo el DNI?


¿Libertad de opinión? ¿Dónde? Si no piensas como ellos, se te echan encima como hooligans. Y me preocupa, me preocupa que la gente ya no sepa de lo que habla, las sandeces que dice.  El radicalismo es el cáncer de la sociedad. Que se lo pregunten a los rusos, a los alemanes. Pero seguimos cometiendo los mismos errores, como si nada.

Además, no me fío del señor Mas y compañía. Sólo saben hablar de referéndum e independencia. Ni una palabra de cómo sería el nuevo país. Nada sobre una más que posible fuga de capitales. Y eso me asusta. Que si el chiringuito se hunde, estamos solos, en manos de ineptos.

Por cierto, aquí  las víctimas no son los independentistas, sino las personas obligadas a elegir entre Cataluña y España. Los que callan ¿Está claro? Pero ya me da igual. Haced lo que queráis. Independizaros. Seguid agitando banderas, contando dinero y rencillas del pasado. Estoy harta de tanta guerra, tanta mentira. De tanta tontería.


lunes, 19 de noviembre de 2012

La estrella de mi noche


 Las estrellas han desaparecido entre las nubes, escondiendo su luz por una noche. Se parece a mis días. Una noche sin final y ninguna luz que la ilumine. ¿Te hablo? ¿No te hablo? Ya está aquí otra vez mi dilema. Empiezo a escribir, pero no me atrevo a seguir. Mi mirada se vuelve a perder en la oscuridad. Llueve ¿Cómo no? Llueve desde que te fuiste. Noche y día. Es como si el cielo también te echase de menos. Pero seguro que no tanto como yo. 

Deambulo por estas calles, que un día fueron nuestras, conquistadas a gritos y sonrisas. Ahora, vacías, llenas de sombras, sólo recuerdo el ruido de tacones sobre asfalto, el olor de tu pelo, el color de aquel vestido. Momentos que se van fundiendo en una niebla de recuerdos. 

Nada es lo mismo sin ti. ¿Acaso te llevaste la luz al marcharte? Todo aquí ha perdido color, brillo y vida. Quizá, fueses una estrella en medio de la oscuridad, iluminando su alrededor. Y ahora que te has ido, yo sigo aquí, sumido en una noche sin fin, sin esa estrella que por un instante hizo brillar mis días y mis noches. 



sábado, 17 de noviembre de 2012

Tío Alberto


 Albert Einstein, genio del siglo XX. Corta presentación, pero exacta. Difícil no conocerlo, casi imposible. Premio Nobel de Física en 1921, por su contribución a la física teórica y su explicación del efecto fotoeléctrico, y no por sus Teoría de la Relatividad como podría parecer obvio ¿Por qué? Porque el científico a quien se encomendó la tarea de evaluarla, no la entendió. Así de simple. Irónico ¿no?

Sin embargo, no creo que su meta en la vida fuese ganar un premio. Estaba por encima de eso. Sí, siempre queda bonito en la biografía de uno, pero hasta Obama tiene un Nobel. Su mayor aportación a este mundo fue el hecho de compartir su saber y su forma de ver el mundo. Enfrentarse cada día a personas que se oponían a él, que despreciaban su trabajo, que lo tachaban de loco. Sí, de loco. Como a tantos otros antes que él. Sócrates, Galileo, Da Vinci. Él no fue el único.

¿Por qué los seres humanos tenemos tanto miedo a lo que no conocemos? Ni idea. Siempre queremos tener una explicación para todo lo que nos rodea. Cualquiera nos vale. Pero, cambiamos difícilmente de opinión. No aceptamos otras. Sólo los más sabios, saben que en realidad no saben nada. Están abiertos a otras explicaciones de la realidad, mientras nosotros nos refugiamos en el mundo que nos hemos creado, lleno de límites y mentiras. Y es que la estupidez humana, como decía el mismo Einstein, es infinita. En mi opinión, también tendrían que haberle dado el Nobel por ello.

Hoy en día, esto no ha cambiado. Vamos por el mundo de modernos, tolerantes y listillos, pero la mayoría de nosotros somos corrientes. Gotas de agua en el océano. Y de vez en cuando, llega alguien que es más cabezota que los demás, y se niega a aceptar alegremente los preceptos que rigen el mundo. No es que sean más inteligentes, sino que saben ver más allá de los muros que nos rodean, que nos hemos construido para protegernos ¿de qué? De lo que no conocemos.

Gracias a Einstein, no al genio sino a la persona, hoy he aprendido algo. Yo, que soy una de esas gotitas de agua que forman el mundo, hoy me alejo un poco más de la ignorancia. No he leído ninguna de sus teorías. No las comprendería. Ha sido su forma de ser la que me ha enseñado algo. A no rendirme, a no creer del todo. Que el mundo no es como lo pintamos, sino que aún está por descubrir. Y que no hay nada de malo en estar loco, porque los locos, al final, son los que cambian el mundo. 


viernes, 9 de noviembre de 2012

Princesas de Papel Couché

Como cualquier chica de hoy en día, durante mi niñez me tragué toda la saga de princesas Disney. Desde Cenicienta hasta Ariel, pasando por Blancanieves. Las he visto todas. Y varias veces, mi hermano fue testigo y víctima. Pero es que a mí me encantaban sus historias, ¿qué le íbamos a hacer? La princesa, el príncipe azul, y sobre todo ese “Fueron felices y comieron perdices” final. Y ya está. La historia se quedaba allí, reservando la continuación a tu imaginación infantil.

Entonces creces, y Disney deja de ser tu mundo. Descubres que las princesas de verdad, las de carne y hueso, no son como las de los dibujos. No, no tienen mucho que ver. Sí, sonríen como todas, siempre encantadoras, perfectas a todas horas. Son superestrellas que ni cantan, ni bailan ni actúan. Sólo sonríen. Ese es su trabajo, uno para toda la vida.

Pero a veces, al verlas en la prensa rosa, me parece que no tienen ningún motivo para sonreír, que su vida les viene grande. No se acostumbran a que todo el mundo esté examinándolas constantemente, esperando a que se vengan abajo cual castillo de naipes. Y ellas no dicen nada. No pueden, en realidad. Sólo profieren una sarta de palabras ensayadas, que ni piensan ni sienten. ¿Qué más pueden hacer? Sólo sonreír.

Después de todo, puede que las princesas no estén hechas para la vida real. Las que lo intentan, acaban convirtiéndose en marionetas vacías, acosadas por tabloides sensacionalistas. Una pesadilla, vamos. Y eso, los Grimm, nunca lo contaron. No, no recuerdo haber leído que a Yasmín se la abuchease por la calle, que Mulán acabara estrellada debajo de un puente parisino o que el príncipe engañase a Aurora. Eso prefirieron guardárselo, para no asustarnos. 

¿Pero alguien sabe qué es ser princesa? ¿Qué significa? Yo no. Por eso a veces me pregunto si las princesas existen de verdad, o si las hemos inventado para poder manipular y criticar abiertamente a una persona, o idolatrarla. ¿Quién sabe de lo que es capaz el ser humano? Ser princesa se relaciona con una felicidad absoluta. Una utopía, vamos. La más común de las fantasías aunque falsa, al fin y al cabo. Y todos aspiramos a alcanzarla, como tontos del bote.

Su vida son aviones privados, vestidos de lujo y alfombras rojas. ¿En qué se diferencian Britney y Letizia o Catalina y Angelina? Todas ellas son estrellas mediáticas, que viven del público. Unas con más cara que otras, no voy a decir quién. Se comentan su maquillaje, su figura y cualquier desliz que tengan. Queremos saberlo todo de ellas. Y han elegido estar dónde están, NADIE LAS HA OBLIGADO. Así que no vengan después a llorarnos sus penas, que no se casaron encañonadas por una pistola con el “príncipe azul”. Sabían dónde se metían, pero allá ellas.

Yo, por mi parte, me mantendré alejada de palacio. No es unos de mis sitios favoritos, demasiadas corrientes de aire, seguro. Y algún que otro fantasma rondando por los pasillos. Lo de ser princesa, no me va. Me echarían a la semana. ¿O los echaría yo? No sé, eso de acatar órdenes nunca se me ha dado bien ¿Por qué será? Así que ya tenéis una rival menos, chicas. Mucha suerte a próximas princesas…del papel couché. Cazad y llevaros a la cama al príncipe, pero después sonreíd a la cámara ¡eh! No se os vaya a olvidar. Hasta pronto…

domingo, 4 de noviembre de 2012

Un poco más de mí...

Bachillerato, mi dolor de cabeza, mi pesadilla de turno. No nos 
llevamos demasiado mal, la verdad, pero ya me ha dado varios sustos. Cada día te pone a prueba. Nuevos retos y desafíos. Ando con cuidado para no caerme, evitando trampas y los atajos que no llevan a ninguna parte. Pero lo peor es que no puedes parar de correr, coger aire y descansar, porque si no te quedas atrás. Es como una carrera de obstáculos infinita. Y nunca se me ha dado bien los deportes, así que imaginad. He tenido que acostumbrarme al ritmo pero tampoco es para tanto. Ser constante en el estudio es algo que me cuesta, pero poco a poco voy dominando la situación.

De toda la vida he sacado buenas notas, ya estoy acostumbrada. Lo que no quiere decir que tenga que estudiar mucho, como cree la mayoría de las personas. No, la verdad es que no tengo que esforzarme demasiado y no porque sea superdotada o algo por el estilo, sino por tener los padres que tengo. Ellos son inteligentes, y creo que he heredado lo mejor de ellos dos. No es mérito mío, sino suyo, creo. La contrapartida de tener unos padres como los míos es que pocas veces te felicitan, porque saben perfectamente que para mí no es difícil. Tampoco es que me importe, no trabajo por ellos, sino por mí…al fin y al cabo quien decide mi futuro soy yo ¿no? Por eso nunca he comprendido porque algunos se dedican a premiar las notas de sus hijos. Ni que fueran perros.

Bueno, cada uno hace lo que quiere con su vida, no voy a ser yo la que le diga a la gente lo que tiene que hacer. No me apetece. Tengo mejores cosas que hacer, como escribir una redacción sobre algo raro de los satélites. Yo que sé. La tengo que entregar mañana y no tengo ganas de hacerla. Ese es otro de mis defectos: soy muy perezosa. Lo hago todo a última hora, y no sé como pero me suele salir bien. Espero que ésta no sea una excepción. Creo que me quedaré un ratito más en la cama, reflexionando sobre como han cambiado nuestra vida la tecnología y esas cosas. Aunque si me duermo, tampoco pasa nada. Hasta pronto :)


jueves, 25 de octubre de 2012

La Monarquía – Quim Monzó

Una de mis historias favoritas...
Todo gracias a aquel zapato que perdió cuando tuvo que irse del baile a toda prisa porque a las doce se acababa el hechizo, el vestido retornaba a la condición de harapos, la carroza dejaba de ser carroza y volvía a ser calabaza, los caballos ratones, etcétera. Siempre la ha maravillado que sólo a ella el zapato le calzase a la perfección, porque su pie (un 36) no es en absoluto inusual y otras chicas de la población deben de tener la misma talla. Todavía recuerda la expresión de asombro de sus dos hermanastras cuando vieron que era ella la que se casaba con el príncipe y (unos años después, cuando murieron los reyes) se convertía en la nueva reina.
El rey ha sido un marido atento y fogoso. Ha sido una vida de ensueño hasta el día que ha descubierto una mancha de carmín en la camisa real. El suelo se le ha hundido bajo los pies. ¡Qué desazón! ¿Cómo ha de reaccionar, ella, que siempre ha actuado honestamente, sin malicia, que es la virtud en persona?

Que el rey tiene una amante es seguro. Una mancha de carmín en la camisa siempre ha sido prueba clara de adulterio. ¿Quién será la amante de su marido? ¿Debe decirle que lo ha descubierto o bien disimular, como sabe que es tradición entre las reinas, en casos así, para no poner en peligro la institución monárquica? ¿Y por qué el rey se ha buscado una amante? ¿Acaso ella no lo satisface suficientemente? ¿Quizás porque se niega a prácticas que considera perversas su marido las busca fuera de casa?

Decide callar. También calla el día que el rey no llega a la alcoba real hasta las ocho de la mañana, con ojeras de un palmo y oliendo a mujer. (¿Dónde se encuentran? ¿En un hotel, en casa de ella, en el mismo palacio? Hay tantas habitaciones en este palacio que fácilmente podría permitirse tener a la amante en cualquiera de las dependencias que ella desconoce) Tampoco dice nada cuando los contactos carnales que antes establecían con regularidad de metrónomo (noche sí, noche no) se van espaciando hasta que un día se percata de que, desde la última vez, han pasado más de dos meses.

En la habitación real, llora cada noche en silencio; porque ahora el rey ya no se acuesta nunca con ella. La soledad la reseca. Mil veces hubiera preferido no ir nunca a aquel baile, o que el zapato hubiese calzado en el pie de cualquier otra muchacha antes que en el suyo. Así, cumplida la misión, el enviado del príncipe no hubiera llegado nunca a su casa. Y en el caso de que hubiera llegado, mil veces hubiera preferido incluso que alguna de sus hermanas calzara el 36 en vez del 40 y 41, números demasiado grandes para una muchacha. Así el enviado no habría hecho la pregunta que ahora, destrozada por la infidelidad del marido, le parece fatídica: si además de la madrastra y las dos hermanastras había en la casa otra muchacha.

 ¿De qué le sirve ser reina si no tiene el amor del rey? Lo daría todo por ser la mujer con la cual el rey copula extraconyugalmente. Mil veces preferiría protagonizar las noches de amor adúltero del monarca que yacer en el vacío del lecho conyugal. Antes querida que reina.


La antigua cenicienta decide avenirse a la tradición y no decirle al rey lo que ha descubierto. Actuará de forma sibilina. La noche siguiente, cuando tras la cena el rey se despide educadamente, ella lo sigue de forma disimulada. Lo sigue por pasillos que desconoce, por ignoradas alas del palacio, hacia estancias cuya existencia ni siquiera imaginaba. El rey la precede con una antorcha. Finalmente se encierra en una habitación y ella se queda en el pasillo, a oscuras. Pronto oye voces. La de su marido, sin duda. Y la risa gallinácea de una mujer. Pero superpuesta a esa risa oye también la de otra mujer. ¿Está con dos? Poco a poco, procurando no hacer ruido, entreabre la puerta. Se echa en el suelo para que no la vean desde la cama; mete medio cuerpo en la habitación. La luz de los candelabros proyecta en las paredes la sombra de tres cuerpos que se acoplan. Le gustaría levantarse para ver quién está en la cama, porque las risas y los susurros no le permiten identificar a las mujeres. Desde donde está, echada en el suelo, no puede ver casi nada más; sólo, a los pies de la cama, tirados de cualquier manera, los zapatos de su marido y dos pares de zapatos de mujer, de tacón altísimo, unos negros del 40 y otros rojos del 41.

lunes, 22 de octubre de 2012

¿Qué hago ahora contigo?


 Nuestra historia está enterrada ya, o al menos eso me parecía. Porque esta noche he soñado contigo. Otra vez ¿Es ni siquiera una historia? No. Son momentos, instantes preciosos, sí, pero nada más que eso. Conversaciones infinitas, risas para la eternidad. Y Bob Marley tocando de fondo. Son partidas de billar ganadas, sonrisas bajo la lluvia y cafés de Starbucks.

¿Me arrepiento de mi decisión? No creo. Fue mejor así ¿Qué piensas? No hace falta que respondas. Ya lo sé, siempre dejaste claro que no estabas de acuerdo. Nunca lo estábamos ¿recuerdas? Continúas discusiones por cualquier nadería. En la calle, en clase y en restaurantes. Cualquier lugar era bueno. Hasta éramos capaces de debatir en varios idiomas. Pasábamos del español al inglés sin darnos ni cuenta, mientras los demás nos miraban asombrados. No nos comprendían. Nadie lo hacía, ni siquiera nosotros mismos. Saltábamos de las bromas a las pullas con increíble facilidad, como si nos conociéramos desde hace tiempo. Nada más lejos de la realidad.  

¿Qué voy a hacer contigo ahora? Aún no lo sé. Me digo que tengo que olvidarte, pero parece que mi cabeza no está por la labor. Ni tú tampoco, ya que estamos. Parece como si quisieras que no te dejara atrás, hablándome a todas horas como lo haces. ¿Pero sabes qué? Yo ya no sé si quiero seguir jugando a este juego, del que solamente tú conoces las reglas. Y siempre estás haciendo trampas. ¿Qué quieres conseguir?

Te echo de menos, sí. Pero ya lo sabes, te has ocupado de que esto pasase. Tú cada vez te alejas más de mí, y yo cada vez te quiero más cerca. ¿Y si te borro por completo? ¿Y si hago ver que nunca exististe?¿Que nunca hubo un nosotros?¿Dejará, entonces, de saltar mi corazón cada vez que mencionen a Brighton? ¿O que oiga la voz Billy Armstrong? No es tu voz, pero me recuerda demasiado a ti. Tú me cantabas al oído y yo…sonreía como una idiota. Como estoy haciendo justo ahora.


¿Ves lo que me has hecho? Justo lo que me prometí que no sucedería. Yo antes era normal, más o menos. Últimamente, parezco una de esas adolescentes con las hormonas por las nubes. Esas a las que nos dedicábamos a criticar por las mañanas, cuando estábamos tan cansados que ni siquiera podíamos enfadarnos. En el bus, donde tú me pasabas tu abrigo porque yo había sido tan ingenua como para creer que aquel día no llovería. Siempre acababas helado por mi culpa, bueno por la tuya, por ser demasiado amable.

Justo ahora, que estoy hecha un lío, decides hablarme. Tú es que tienes telepatía o algo así, porque me estás asustando. “¿Qué tal el día?” ¿Qué le respondo? ¿Qué me he pasado el día pensando en él?¿Qué he soñado con  él? Ni hablar. Está historia (no, no es una historia) ya terminó hace tiempo. Tiene un punto final. Y tú y yo seguimos escribiéndola como si nada, rompiendo todas las normas. Esto no funcionará, lo sabíamos desde el principio, pero parece que a ninguno de los dos nos importa.

Todo esto es por tu culpa. Mis sonrisas han acabado dependiendo de ti. Yo ya no me siento yo misma. Es como si hubiera dejado una parte de mí allí, contigo. Como si aquella chica parlanchina del vestido rojo, que siempre hacía que acabásemos perdidos y helados bajo la lluvia, no fuera ahora más que un espejismo, una sombra de lo que fue algún día. Es ridículo, pero no puedo evitarlo. Se suponía que estás historias acababan bien ¿no? Siempre me las habían contado así.

600 palabras ya. Suspiro. Sigo tan confusa como antes. O quizás más, ya ni lo sé. Eres un recuerdo bonito, a pesar de todo. Los cafés mañaneros, las tardes de cine y tu mano en mi cintura. Todos los son. Pusiste mi mundo patas arriba y lo dejaste así, y yo no tengo ni idea de cómo restaurarlo. Sólo sé que no me importa soñar contigo. No me importa para nada. Pero no te lo diré, por si acaso. No vaya a ser que lo uses en mi contra, como haces siempre.

 Las gotas de lluvia van borrando poco a poco los recuerdos, mientras se deslizan por mi ventana. Esto llega a su fin ¿te das cuenta? No nos queda mucho tiempo. Los días me van devolviendo mi vida y tú ya no eres más que un fantasma de mi pasado, uno con el que sigo hablando, sí, pero ya no duele tanto. Tu risa se desvanece. Olvido el color de tus ojos. Pronto, no serás más que un chico que me hace reír con un par de bromas. Dejarás de ser la sonrisa de mis días. Triste, la verdad ¿Pero qué más podíamos esperar? Eres un imbécil, que me cae bien, but I hate you. ¡Ves! Yo antes, antes de ti, no era así. Hasta nunca S. Bueno, no, hasta mañana. Aún no estoy preparada para decirte adiós del todo.