lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Dónde me renuevo el DNI?


¿Libertad de opinión? ¿Dónde? Si no piensas como ellos, se te echan encima como hooligans. Y me preocupa, me preocupa que la gente ya no sepa de lo que habla, las sandeces que dice.  El radicalismo es el cáncer de la sociedad. Que se lo pregunten a los rusos, a los alemanes. Pero seguimos cometiendo los mismos errores, como si nada.

Además, no me fío del señor Mas y compañía. Sólo saben hablar de referéndum e independencia. Ni una palabra de cómo sería el nuevo país. Nada sobre una más que posible fuga de capitales. Y eso me asusta. Que si el chiringuito se hunde, estamos solos, en manos de ineptos.

Por cierto, aquí  las víctimas no son los independentistas, sino las personas obligadas a elegir entre Cataluña y España. Los que callan ¿Está claro? Pero ya me da igual. Haced lo que queráis. Independizaros. Seguid agitando banderas, contando dinero y rencillas del pasado. Estoy harta de tanta guerra, tanta mentira. De tanta tontería.


lunes, 19 de noviembre de 2012

La estrella de mi noche


 Las estrellas han desaparecido entre las nubes, escondiendo su luz por una noche. Se parece a mis días. Una noche sin final y ninguna luz que la ilumine. ¿Te hablo? ¿No te hablo? Ya está aquí otra vez mi dilema. Empiezo a escribir, pero no me atrevo a seguir. Mi mirada se vuelve a perder en la oscuridad. Llueve ¿Cómo no? Llueve desde que te fuiste. Noche y día. Es como si el cielo también te echase de menos. Pero seguro que no tanto como yo. 

Deambulo por estas calles, que un día fueron nuestras, conquistadas a gritos y sonrisas. Ahora, vacías, llenas de sombras, sólo recuerdo el ruido de tacones sobre asfalto, el olor de tu pelo, el color de aquel vestido. Momentos que se van fundiendo en una niebla de recuerdos. 

Nada es lo mismo sin ti. ¿Acaso te llevaste la luz al marcharte? Todo aquí ha perdido color, brillo y vida. Quizá, fueses una estrella en medio de la oscuridad, iluminando su alrededor. Y ahora que te has ido, yo sigo aquí, sumido en una noche sin fin, sin esa estrella que por un instante hizo brillar mis días y mis noches. 



sábado, 17 de noviembre de 2012

Tío Alberto


 Albert Einstein, genio del siglo XX. Corta presentación, pero exacta. Difícil no conocerlo, casi imposible. Premio Nobel de Física en 1921, por su contribución a la física teórica y su explicación del efecto fotoeléctrico, y no por sus Teoría de la Relatividad como podría parecer obvio ¿Por qué? Porque el científico a quien se encomendó la tarea de evaluarla, no la entendió. Así de simple. Irónico ¿no?

Sin embargo, no creo que su meta en la vida fuese ganar un premio. Estaba por encima de eso. Sí, siempre queda bonito en la biografía de uno, pero hasta Obama tiene un Nobel. Su mayor aportación a este mundo fue el hecho de compartir su saber y su forma de ver el mundo. Enfrentarse cada día a personas que se oponían a él, que despreciaban su trabajo, que lo tachaban de loco. Sí, de loco. Como a tantos otros antes que él. Sócrates, Galileo, Da Vinci. Él no fue el único.

¿Por qué los seres humanos tenemos tanto miedo a lo que no conocemos? Ni idea. Siempre queremos tener una explicación para todo lo que nos rodea. Cualquiera nos vale. Pero, cambiamos difícilmente de opinión. No aceptamos otras. Sólo los más sabios, saben que en realidad no saben nada. Están abiertos a otras explicaciones de la realidad, mientras nosotros nos refugiamos en el mundo que nos hemos creado, lleno de límites y mentiras. Y es que la estupidez humana, como decía el mismo Einstein, es infinita. En mi opinión, también tendrían que haberle dado el Nobel por ello.

Hoy en día, esto no ha cambiado. Vamos por el mundo de modernos, tolerantes y listillos, pero la mayoría de nosotros somos corrientes. Gotas de agua en el océano. Y de vez en cuando, llega alguien que es más cabezota que los demás, y se niega a aceptar alegremente los preceptos que rigen el mundo. No es que sean más inteligentes, sino que saben ver más allá de los muros que nos rodean, que nos hemos construido para protegernos ¿de qué? De lo que no conocemos.

Gracias a Einstein, no al genio sino a la persona, hoy he aprendido algo. Yo, que soy una de esas gotitas de agua que forman el mundo, hoy me alejo un poco más de la ignorancia. No he leído ninguna de sus teorías. No las comprendería. Ha sido su forma de ser la que me ha enseñado algo. A no rendirme, a no creer del todo. Que el mundo no es como lo pintamos, sino que aún está por descubrir. Y que no hay nada de malo en estar loco, porque los locos, al final, son los que cambian el mundo. 


viernes, 9 de noviembre de 2012

Princesas de Papel Couché

Como cualquier chica de hoy en día, durante mi niñez me tragué toda la saga de princesas Disney. Desde Cenicienta hasta Ariel, pasando por Blancanieves. Las he visto todas. Y varias veces, mi hermano fue testigo y víctima. Pero es que a mí me encantaban sus historias, ¿qué le íbamos a hacer? La princesa, el príncipe azul, y sobre todo ese “Fueron felices y comieron perdices” final. Y ya está. La historia se quedaba allí, reservando la continuación a tu imaginación infantil.

Entonces creces, y Disney deja de ser tu mundo. Descubres que las princesas de verdad, las de carne y hueso, no son como las de los dibujos. No, no tienen mucho que ver. Sí, sonríen como todas, siempre encantadoras, perfectas a todas horas. Son superestrellas que ni cantan, ni bailan ni actúan. Sólo sonríen. Ese es su trabajo, uno para toda la vida.

Pero a veces, al verlas en la prensa rosa, me parece que no tienen ningún motivo para sonreír, que su vida les viene grande. No se acostumbran a que todo el mundo esté examinándolas constantemente, esperando a que se vengan abajo cual castillo de naipes. Y ellas no dicen nada. No pueden, en realidad. Sólo profieren una sarta de palabras ensayadas, que ni piensan ni sienten. ¿Qué más pueden hacer? Sólo sonreír.

Después de todo, puede que las princesas no estén hechas para la vida real. Las que lo intentan, acaban convirtiéndose en marionetas vacías, acosadas por tabloides sensacionalistas. Una pesadilla, vamos. Y eso, los Grimm, nunca lo contaron. No, no recuerdo haber leído que a Yasmín se la abuchease por la calle, que Mulán acabara estrellada debajo de un puente parisino o que el príncipe engañase a Aurora. Eso prefirieron guardárselo, para no asustarnos. 

¿Pero alguien sabe qué es ser princesa? ¿Qué significa? Yo no. Por eso a veces me pregunto si las princesas existen de verdad, o si las hemos inventado para poder manipular y criticar abiertamente a una persona, o idolatrarla. ¿Quién sabe de lo que es capaz el ser humano? Ser princesa se relaciona con una felicidad absoluta. Una utopía, vamos. La más común de las fantasías aunque falsa, al fin y al cabo. Y todos aspiramos a alcanzarla, como tontos del bote.

Su vida son aviones privados, vestidos de lujo y alfombras rojas. ¿En qué se diferencian Britney y Letizia o Catalina y Angelina? Todas ellas son estrellas mediáticas, que viven del público. Unas con más cara que otras, no voy a decir quién. Se comentan su maquillaje, su figura y cualquier desliz que tengan. Queremos saberlo todo de ellas. Y han elegido estar dónde están, NADIE LAS HA OBLIGADO. Así que no vengan después a llorarnos sus penas, que no se casaron encañonadas por una pistola con el “príncipe azul”. Sabían dónde se metían, pero allá ellas.

Yo, por mi parte, me mantendré alejada de palacio. No es unos de mis sitios favoritos, demasiadas corrientes de aire, seguro. Y algún que otro fantasma rondando por los pasillos. Lo de ser princesa, no me va. Me echarían a la semana. ¿O los echaría yo? No sé, eso de acatar órdenes nunca se me ha dado bien ¿Por qué será? Así que ya tenéis una rival menos, chicas. Mucha suerte a próximas princesas…del papel couché. Cazad y llevaros a la cama al príncipe, pero después sonreíd a la cámara ¡eh! No se os vaya a olvidar. Hasta pronto…

domingo, 4 de noviembre de 2012

Un poco más de mí...

Bachillerato, mi dolor de cabeza, mi pesadilla de turno. No nos 
llevamos demasiado mal, la verdad, pero ya me ha dado varios sustos. Cada día te pone a prueba. Nuevos retos y desafíos. Ando con cuidado para no caerme, evitando trampas y los atajos que no llevan a ninguna parte. Pero lo peor es que no puedes parar de correr, coger aire y descansar, porque si no te quedas atrás. Es como una carrera de obstáculos infinita. Y nunca se me ha dado bien los deportes, así que imaginad. He tenido que acostumbrarme al ritmo pero tampoco es para tanto. Ser constante en el estudio es algo que me cuesta, pero poco a poco voy dominando la situación.

De toda la vida he sacado buenas notas, ya estoy acostumbrada. Lo que no quiere decir que tenga que estudiar mucho, como cree la mayoría de las personas. No, la verdad es que no tengo que esforzarme demasiado y no porque sea superdotada o algo por el estilo, sino por tener los padres que tengo. Ellos son inteligentes, y creo que he heredado lo mejor de ellos dos. No es mérito mío, sino suyo, creo. La contrapartida de tener unos padres como los míos es que pocas veces te felicitan, porque saben perfectamente que para mí no es difícil. Tampoco es que me importe, no trabajo por ellos, sino por mí…al fin y al cabo quien decide mi futuro soy yo ¿no? Por eso nunca he comprendido porque algunos se dedican a premiar las notas de sus hijos. Ni que fueran perros.

Bueno, cada uno hace lo que quiere con su vida, no voy a ser yo la que le diga a la gente lo que tiene que hacer. No me apetece. Tengo mejores cosas que hacer, como escribir una redacción sobre algo raro de los satélites. Yo que sé. La tengo que entregar mañana y no tengo ganas de hacerla. Ese es otro de mis defectos: soy muy perezosa. Lo hago todo a última hora, y no sé como pero me suele salir bien. Espero que ésta no sea una excepción. Creo que me quedaré un ratito más en la cama, reflexionando sobre como han cambiado nuestra vida la tecnología y esas cosas. Aunque si me duermo, tampoco pasa nada. Hasta pronto :)