martes, 23 de abril de 2013

Gossip Girl


Han pasado 4 meses, y aún no me he acostumbrado a llegar el martes por la tarde del colegio y no lanzarme sobre el ordenador para ver el último capítulo de Gossip Girl, subtitulado o sin subtítulos, me daba igual. Y desde entonces busco una serie que pueda ocupar ese vacío que ella ha dejado, pero por ahora no he encontrado ninguna. ¿Sugerencias?

La chica que aún no haya visto esta serie ¿qué ha estado haciendo todo este tiempo? ¿Y tu adolescencia? Seamos sinceros, todo el mundo dirá que es muy cutre, que no tiene fondo, que sus personajes son unos superficiales y materialistas sin dos dedos de frente ¿Pero no querríamos tener nosotros una vida así? ¡Yo sí! Ser despiadados, gastar sin reparos, y no preocuparse por otra cosa que por ti mismo. Aunque, al final, después de todo, el Upper East Side no brilla tanto visto desde dentro, ya veréis porqué.

Sinopsis

El regreso de la "it girl" Serena van der Woodsen (Blake Lively), una chica alta y rubia, de largas piernas y sonrisa brillante, al Upper East Side sirve como punto de partida de la primera temporada. Envueltos en un halo de misterio y escándalo, la desaparición y el repentino regreso de Serena, que en un primer momento se mantuvo en secreto, es anunciado a los cuatro vientos por la blogger más famosa del Nueva York, "Gossip Girl", que relata cada uno de los pasos y actos de los adolescentes millonarios del Upper East Side.

Sin embargo, la noticia no parece sentarle demasiado bien a Blair Waldorf (Leighton Meester), su ex mejor amiga, también conocida como Queen B del instituto. Y peor le cae cuando se revela el secreto detrás de la marcha de Serena: su amiga, conocida por su naturaleza coqueta, sedujo a Nate Archibald (Chace Crawford), el chico de oro del Upper East Side y el novio de Blair, la noche en que desapareció precipitadamente de la ciudad.

Una serie de batallas enfrenta a la antigua abeja reina Serena y a su heredera, Blair por el trono. No obstante, pronto su vieja amistad y su indiscutible complicidad consiguen cerrar la brecha, a la que sigue una paz temporal. Aunque ésta  tampoco durará para siempre…

 Mientras tanto, los hermanos Dan (Penn Badgley) y Jenny Humphrey (Taylor Momsen), residentes de Brooklyn, se sienten atraídos por la opulenta riqueza y estilo de vida de sus compañeros de clase. Por ejemplo, Jenny se convierte en una protegida de Blair, por la que siente cierta fascinación y Dan empieza una relación de constantes altibajos con Serena, la chica de sus sueños o de sus quebraderos de cabeza, quién sabe.

No obstante, esa no es la única relación entre los Humphrey-Van der Woodsen. El padre de Dan, Rufus (Matthew Settle) y la madre de Serena, Lily (Kelly Rutherford), mantuvieron un romance en la época en la que él era una estrella de rock. Ahora, Lily no es más que una fría y estirada dama del Upper East Side, mientras que Rufus lucha por salvar su matrimonio.

Y por último tenemos al irremplazable e inimitable Chuck Bass, el chico malo que hará tambalear la relación de Blair y Nate, de quién es el mejor amigo,  al luchar por conquistar a Blair.

Personajes como la manipuladora Georgina Sparks (Michelle Trachtenberg) o Vannesa Abrams (Jessica Szohr), amiga de la infancia de Dan, también harán temblar las vidas de los adolescentes millonarios más famosos de Manhattan. 

¡En próximos posts os comentaré los pros y los contras de esta serie!



jueves, 18 de abril de 2013

Miénteme


Cuando aún sólo era una niña, mientras daba mis primeros pasos y tropiezos, mis padres empezaron a enseñarme algunas reglas que según  ellos debía respetar durante toda mi vida. Sin embargo, dos de aquellas consignas me confundieron: "Sé amable con la gente" y "No mientas." Pero, ¿qué sucede si la verdad puede acabar haciendo daño a los demás?

Hoy en día, todo el mundo dice pequeñas mentiras, conocidas también como mentiras piadosas. Mientes a tus amigas cuando te preguntan tu opinión sobre su nuevo vestido o corte de pelo, a tus padres cuando les explicas dónde has estado, e incluso a ti mismo al decirte que mentir a la gente que quieres no es tan malo. Pero, ¿por qué mentimos?

¿Por dónde empiezo? Hemos inventado tantas excusas para hacernos sentir mejor. Siempre decimos que no queremos dañar los sentimientos de las personas que amamos, que sólo las queremos proteger, que no hay porqué preocuparlos. ¿Son esas mentiras aceptables? Creo que sí. Sin mentiras piadosas, estoy segura de que las relaciones entre personas serían más difíciles y complicadas, incluso imposibles. Como seres humanos, tenemos que vivir rodeados de gente ya que es esencial para nosotros poder comunicarnos con ellos. ¿Y cómo podemos relacionarnos con otras personas, si cada vez que abrimos la boca decimos cosas que ofenden a los demás? Terminaríamos discutiendo y gritándonos cada dos por tres. Así que la existencia y el uso de estas mentiras piadosas son imprescindibles, porque gracias a ellas los seres humanos puedemos vivir en paz. Más o menos.


Sin embargo, si aceptamos este tipo de mentiras, ¿tenemos que aceptar todas los demás? ¿Cómo distinguirlas? Por ejemplo, cuando un político miente sobre la situación económica real del país ante todos sus ciudadanos, ¿puede considerarse ésta una mentira piadosa ya que él quizá mienta para que nos preocupemos? ¿Está mal lo que está haciendo? ¿Por qué? Algunos de vosotros podréis decir que él no debería mentir porque nosotros lo hemos votado para que nos represente, pero ¿es mejor mentir a nuestros amigos?
Mis padres me dijeron que mentir es malo, pero al crecer, me di cuenta de que todo el mundo miente, pequeñas mentirijillas que nos hacen la vida más fácil. Lo que mis padres se olvidaron de contarme es que no hay una línea roja dibujada que separe el bien y el mal. La división de esos dos mundos opuestos e invisibles se encuentra en nuestra cabeza, escondida en un recóndito y polvoroso cajón en nuestro cerebro. Para cada uno es diferente, porque no tenemos la misma educación. La última decisión de hacer algo o no está en nuestras manos, y no hay excusas que valgan. Me dijeron que no me mintiese, pero lo hago objetivo. Sin embargo, no me gusta, en realidad lo odio, aunque me he dado cuenta de que no es tan malo, porque es necesario. ¿Me hace eso ser una mala persona? No lo creo, al menos esta vez estoy diciendo la verdad.

Todo el mundo puede hacer lo que le venga en gana, pero entonces no seas tan hipócrita y no te quejes si la gente hace lo mismo que tú. Si mientes a tus amigos, tienes que aceptar que ellos pueden acabar mintiéndote. ¿Lo aceptas? Parece que yo sí, y todos los demás también. Así que miénteme si quieres ¿sabrás tú cuándo lo hago yo?




martes, 16 de abril de 2013

Libertad de llorar


Me gusta llorar. No es que lo haga cada día, pero reconozco que a veces lloro. Al fin y al cabo no tengo un corazón de hielo, o eso creo. ¿Por qué lo hago? Yo que sé. A lo mejor porque las cosas no salen como quiero, como hacen los bebés. No soy de las que lloran por que alguien me ha hecho daño. Antes le doy un tortazo, pego cuatro gritos o le suelto cualquier frase lapidaria y me quedo tan ancha. Derramar lágrimas por imbéciles no es mi estilo. 

Encuentro que llorar es liberador. Echas las tensiones fuera, y después te sientes mucho mejor. Y estoy segura de que es mucho más sano que ponerme a patear una pared. Así que de vez en cuando, por la noche, después de un día de perros, las lágrimas se abren paso, y empiezan a correr por mis mejillas en silencio y sin descanso.

Y es que no soy de las que montan el espectáculo, todo gimoteo y pucheritos, no me gusta llorar en público, quizá porque me da miedo parecer débil. Lo reconozco, las lágrimas son para mí signo de debilidad, aunque hasta los más fuertes lloren. Pero a veces, simplemente, no te puedes permitir que la gente se percate de tu fragilidad.  


miércoles, 10 de abril de 2013

“Mamá, no me gusta”


Si no fuera por mi santa madre, que ya se ha ganado el cielo, hoy en día me alimentaría básicamente de arroz blanco. Gracias a nuestras guerras, en las que cada una ponía toda su tozudez sobre el campo de batalla, ahora como de todo. Eso sí, ni ella ni yo olvidaremos nunca esas horas interminables que me pasaba delante del potaje de garbanzos.

Sin embargo, pese a esos recuerdos teñidos de gritos, se lo agradezco. De verdad. Porque me he dado cuenta de lo ridículas que son algunas personas con la comida. Que si no me gusta el pescado porque los peces me dan asco, y ni siquiera lo han probado. ¿Qué excusa pondrá el niño, cuando a los cincuenta el doctor le diga que quizá es hora de empezar a comer verduras? ¿No me gustan las espinacas porque son verdes?

Ahora podéis elegir lo que coméis, pero a lo mejor algún día ya no podréis ¿Qué pasará entonces? ¿No comeréis? Así que gracias, mamá.


miércoles, 3 de abril de 2013

Estambul #2

 Vale, después de seis días en la ciudad, no creo que haya visto ni un cuarto de ella. Esto es enorme, gigantesco. Y lo que he visto me ha gustado mucho. Para comenzar, dimos un paseo en barco por el Bósforo, donde he decidido que cuando sea mayor y millonaria (sí, lo seré aunque aún no sé cómo) tendré una mansión en el lado asiático de la ciudad. Son increíbles, con muelle propio y vistas espectaculares. Además no hay demasiadas, como en Miami, donde cada cual es más extravagante o en la Costa del Sol donde ya hay tantas que ni se ve el mar. Es un lugar perfecto.
 
No creáis que sólo me he limitado a dar paseos en barco, también he hecho turismo. Realicé la obligatoria visita a Santa Sofía, donde el aire fresco alivia el calor que hace afuera. La verdad es que la iglesia-mezquita-museo es un mejunje dispar de religiones…una imagen de Cristo por un lado y en frente frases del Corán ¿Para qué construir una nueva mezquita cuando puedes utilizar una iglesia cristiana?, debieron pensar los musulmanes en 1453. Le añadieron cuatro cosas y se quedaron tan anchos. Bien por ellos, eso que se ahorraron. No les quedó tan mal. Encima, destruir tal edificio sólo por ser un templo religioso hubiera sido una pena. Santa Sofía es magnífica, y los musulmanes siempre han tenido buen ojo para la arquitectura y todo eso. Así que os recomiendo la visita, aunque tengáis que hacer cola para comprar las entradas bajo un sol abrasador.
 
En Estambul, hay mezquitas en cada esquina, cada cual más grande así que es prácticamente imposible no visitar ninguna. Como yo soy así, me limité a visitar una. ¿Por qué visitar más si son prácticamente iguales? Eso sí, visité la mejor, o eso dicen. La Mezquita Azul se encuentra en frente de Santa Sofía, a dos pasos. Creo que los musulmanes quisieron hacerles la competencia a los cristianos y por eso la construyeron.
 
 Obligatorio llevar velo, los hombros y las piernas tapados. Ya me veis a mí, enrollandome la bufanda alrededor de la cabeza a lo turbante con tal de no usar una de esas telas que te dan para taparte. A saber cuándo fue la última vez que las lavaron. Por suerte, mi hermana me prestó un pañuelo y no tuve que hacer el ridículo. Así que cuando pasé el control, me quité los zapatos y pasé de largo. Pero como sólo me puede pasar a mí, no tuve suerte. En dos segundos una señora, nada amable por cierto, me puso una de esas telas entorno a las caderas. Al preguntarle, me dijo que el hombre que la acompañaba y que hacía con ella el control, no consideraba que mi vestimenta fuese apropiada. Casi les pego un par de gritos, pero conseguí morderme la lengua en el último momento. En cambio, fui y le pregunté por qué no iba bien vestida (llevaba leggins gordos y el abrigo abrochado que me llegaba justo por encima de las rodilla). Me contestó, todo orgulloso que se me veían demasiado las piernas. Ahí soñé con retorcerle el cuello y cortarle la cabeza. No suelo ser agresiva, es que ese tío me cabreó. Pero pensé que después de todo esa era su casa, así que mejor respetar sus reglas, por injustas que me parecieran. Dentro, la mezquita era bastante bonita aunque impresionaba más por fuera. Y si bien me hubiese gustado, no me quité ni el pañuelo ni el pareo ese improvisado por respeto a su religión y a sus costumbres. No como hicieron un grupo de chinas maleducadas, (siento la generalización, pero sólo me he encontrado con chinos maleducados en esta vida), que se quitaron el velo. A ver si no aceptas sus normas, no entres en la mezquita, hija.
 
Por último, vistamos el palacio Topkapi, que creo que alberga tanto oro como para alimentar a toda la ciudad. Que si teteras, espadas, joyas, coronas, hasta tronos de oro tenían. Demasiado opulento para mí, quizá. Lo mejor del palacio son sin duda las vistas que proporciona de la ciudad, tanto de la parte asiática como de la europea. Bueno, os dejo que esto de escribir con turbulencias es incomodo. Además ya me sirven la cena. Bon appétit pour moi.