No es por daros envidia ni nada, pero ahora mismo estoy estirada en una cama enorme disfrutando de las vistas nocturnas de una Estambul iluminada por cientos de luces. Bueno, añadiré que estoy sola porque mi hermana no llega hasta mañana por la mañana, aunque tampoco importa mucho. Y es que estoy en estado de shock. Boquiabierta aún.
Me explico. Siempre imaginé que Estambul no llegaría a gustarme, ya que podía dibujar el aspecto de una ciudad en ruinas. Cuanto me equivocaba. Sí, es verdad, presenta centenares, quizá miles y miles de viejos edificios, cuyas fachadas descoloridas se alzan a penas como fichas de dominó sobre las colinas de Estambul. Una ciudad sin límites, y que mires por donde mires, hasta donde tu vista alcance, solo verás una marea de cemento. Pero esa colmena desordenada que se extiende tanto por Asia como por Europa esconde su encanto en su interior. El tráfico salvaje, donde no hay ley o semáforo que impere, los cientos de puestos callejeros que venden comida típica del país y los grandes bazares que te ofrecen de todo (ya sabéis lo que me gusta comprar).
¿Y la gente? La gente es increíble. Los turcos son una mezcla entre europeos y musulmanes que respetan tus ideologías mientras respetes las suyas. Así en una misma calle puedes encontrarte con iglesias y mezquitas, con mujeres que llevan burka y otras con falda. Y eso me parece impresionante, el ser capaces de vivir en paz en una ciudad pese a que crean en cosas diferentes, y además siendo tantos (casi 14 millones de habitantes). Este logro no es más que otro atractivo de Estambul. Aunque llueve, la temperatura no supera los 10 grados y me he despertado a las 3h30, hoy he tenido un día extraordinario. Esperemos que el resto sea así, al fin y al cabo las apariencias siempre engañan.
Por último, un consejo que os doy por si algún día os decidís a venir a Estambul: nada de tacones o no parareis de meteros ostias contra el suelo. Os lo dice alguien que sabe del tema ;)
Aquí os dejo una pequeña selección de mis rimas favoritas de Gustavo Adolfo Bécquer, uno de mis poetas favoritos.
RIMA XXI
—¿Qué
es poesía?, dices, mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
RIMA XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una
frase de perdón;
habló el orgullo y
se enjugó su llanto,
y la frase en mis
labios expiró.
Yo voy por un
camino; ella, por otro;
pero, al pensar en
nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por
qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por
qué no lloré yo?
Te la encuentras en el bus, el
metro y el tren. Siempre escuchando música, con las manos apretando los puños
de la sudadera. Mira hacia abajo, y unos bonitos mechones oscuros le esconden el
perfil. No paras de observarla, deseando verle la cara, preguntándote de qué
color serán sus ojos.
Entonces, levanta la vista y el
corazón se te encoge al enfrentarse a tales ojos. Tan claros, tan azules y sin
embargo tan fríos. No hay nada. No queda nada. Ni un solo rayo de vida. Es un
cuerpo vacío que se esconde en sudaderas anchas y se muerde las uñas. ¿Qué le
habrá pasado? ¿Qué le habrán hecho? ¿Quieres saberlo? Sigue leyendo.
Es Amelia, Eli para los que la
conocemos, y lo que le ocurre es que le han roto el corazón. ¡Qué tontería!,
pensaréis. ¿Por eso está así? Ajá, tan simple como eso. O complicado, según
como lo mires.
Cuando estudiaba con ella, Eli era
la chica perfecta. No recuerdo en ella nada que pudiese considerarse
extraordinario. Vestía como la gente normal, tejanos, cazadoras y camisetas de
colores vistosos. No era ni la más popular, ni la más lista, ni la más de nada,
pero era la chica perfecta. Quizá porque siempre sonreía, o tenía una palabra
amable, quizá porque precisamente no era la más de nada.
Tampoco me acuerdo de quien la
empezó a llamar así, puede que un admirador secreto o una de sus amigas, pero
en unos días nos olvidamos de su verdadero nombre. ¿Le molestaba? Sí fue así,
nunca dijo nada. En realidad parecía hacerle gracia, como si se lo tomase a
broma. Ahora, en cambio, creo que sería capaz de arrancarte la cabeza si alguna
vez te atreves a mencionar ese mote. Lo digo en serio.
Bueno, pasemos a lo que de verdad
importa ¿no? Todo empezó una primavera. Chico guapo conoce a chica perfecta.
Chica se enamora de chico y ¿viceversa? Ni idea. Rosas, citas y horas al
teléfono ¿Cuánto tiempo salieron? ¿1 año quizá? No sé, pero estaban hasta en la
sopa. Juntos de la mano a todas horas. Eran inseparables, y tenían algo muy
especial, o eso nos pareció a los demás. Así que supongo que no os extrañareis
si os cuento que empezaron a llamarlos la pareja perfecta. ¿Quién podría
imaginar que todo terminaría como lo hizo?
La primavera volvió, y chico guapo
conoce a chica mona. Otra vez. Quizá sea el polen de las flores, yo que sé.
Total, que chico guapo se “enamora” de chica guapa. ¿Y cómo se enteró Eli? Por
Facebook. Una foto de ellos en Facebook. Traicionada, humillada ante el mundo
¿Cómo digerir aquello? Las vacaciones planeadas para verano canceladas, sus
regalos en el trastero y las fotos en el fondo de la basura. ¿Pero cómo borrar
los recuerdos? ¿Cómo olvidar las tardes en la playa, las salidas al cine o una
escapada de fin de semana por su cumpleaños? ¿Cómo olvidar el amor? ¿Cómo
sacarlo de su corazón sin hacerse añicos, sin derrumbarse?
Tampoco os penséis que Eli se quedó
de brazos cruzados, llorando en un rincón. No era así, no era una mosquita
muerta, ni mucho menos. Y es que, cuando él fue a verla al insti para saber
porque no le contestaba los mensajes, ella sin decir ni mu, le dio un bofetón
limpio. Delante de todos. Recuerdo que la gente se quedó en silencio, todos con la boca abierta, alucinados, sólo se oía el susurro del viento. Al cabo de un momento,
todos comenzaron a gritar, a pedir más. Pero ella, la dignidad personificada,
solo dijo:
- Espero que ella te quiera la
mitad de lo que te he querido yo.
- Vamos Eli, eres la chica
perfecta…
Ahí llegó el segundo bofetón. Ni
siquiera le dejó terminar la frase. Después, se giró sobre sus talones, con los
ojos llenos de lágrimas y se abrió paso entre la multitud que los
rodeaba, que ansiaba más drama. Y es que la chica que decían que era tan
perfecta, con el corazón roto, ya no lo parecía . A la gente, no sé
por qué, eso le encantó.
¿Os seguís preguntando por qué está
así? No sólo le rompieron el corazón, le quitaron todo en lo que creía. Le
prometieron el mundo y no le queda nada más que un corazón que no deja de sangrar
y un orgullo destrozado. Ahora, lucha por levantarse, por vestirse, por salir de casa.
Hasta respirar le cuesta, le duele. Es como un alma gris que deambula por el
mundo sin rumbo, ajena a lo que sucede a su alrededor, buscando desesperada
algo a lo que aferrarse para no morir ahogada, asfixiada por su propio
sufrimiento.
Lo que ni ella ni nadie sabe aún, es
que un día Amelia se levantará sin ganas, ni siquiera se molestará en
maquillarse ¿para qué?, y
que cogerá el tren que siempre coge a la misma hora en la misma estación.
Parecerá un día como otro cualquiera. Una noche oscura sin ninguna estrella que
la ilumine. Pero entonces, chica perfecta conocerá a chico perfecto. ¿Perfecto
porqué? No será el más guapo, ni el más fuerte, no será el más en nada, pero sí
el chico perfecto. Quizá porque siempre sonreirá, o estará dispuesto a ayudar,
quizá porque precisamente no será el más de nada.
Puede que Eli comprenda que el
mundo no se ha terminado, que la vida sigue adelante, llena de oportunidades
como esa. Que no es ni blanca ni negra, sino de vivos colores. Y especial. Que
no existe un THE END como en las películas, o príncipes azules dispuestos a
buscarte en los confines del mundo. Que el dolor es algo pasajero, como el
placer. Y que no tiene por qué haber un solo amor. Quizá entonces, chica perfecta
se atreva a enamorarse de chico perfecto, y viceversa. Nuevos recuerdos, nuevas
promesas. ¿Quién dice que no le volverán a hacer daño? Sólo el destino lo sabe,
si es que existe ¿Pero no es mejor eso que arriesgarse a vivir sin amor?