viernes, 18 de mayo de 2012

Mi Utopía


Una utopía es un sueño inalcanzable, imposible, la quimera de un mundo perfecto e ideal. Los filósofos modernos dibujan ese mundo como un lugar donde la autoridad, es decir el gobierno, no existe ya que una organización lógica resolvería las dificultades reales de la sociedad, como la pobreza, las diferencias sociales (la pirámide de clases desaparecería), los conflictos políticos y religiosos. Una idea muy parecida a la que utilizó Marx para definir el comunismo.

Y entonces, me pregunto ¿Cuál sería mi utopía? ¿Cuál sería mi mundo ideal? Empezaría por la Paz Mundial para quedar bien con todo el mundo (rollo Miss Universo), pero no soy así. Primero pienso en mí, y después también en mí. Lo siento por los demás. Volvamos al tema. Creo que me inclino más por Charlie y la fábrica de chocolate y todo eso. No soy una niña, me digo, así que me obligo a pensar en cosas más “adultas”. Sin embargo, ese dulce y delicioso torrente de chocolate me vuelve a la mente. Sí, definitivamente en mi mundo ideal tendría que haber chocolate.
¿Qué más? Empiezo a dudar. No sé qué decir. De repente, mientras mis ojos se cierran a causa del cansancio, un trueno interrumpe la quietud de la noche. Me asomo por la ventana, y observo como las gotas de lluvia se estampan silenciosamente contra el asfalto bajo el halo dorado de la farola. Llovería. Sí, en mi mundo llovería. Triste, lo sé. Para algunos las nubes y el frío representan la melancolía, mientras que yo sonrió al ver llover. No hay nada más bonito. Todo queda limpio y nuevo. El aire se vuelve puro. Es como comenzar de nuevo. Todo se ve distinto. Esa sensación de libetad que te embarga, mientras las gotas frías corren por tus mejillas. Inmejorable.

Rápidamente, cojo una vieja libreta de mi escritorio y garabateo medio dormida todas esas cosas que me hacen sonreír: leer el final de un libro, dormir hasta el mediodía, pintar paisajes que nunca he visto, el helado de stracciatella (mi vida no valía la pena antes de él), hacer rabiar a mi hermano pequeño y verlo sonreír, saber que me parezco a mi madre, las bromas de mi padre, imaginar historias que nunca llegaré a escribir, las locas de mis amigas, canciones “happy”, hacer el tonto, resolver un problema de mates, comprarme zapatos, la Navidad, las anécdotas familiares, un abrazo de mi abuelo, y el querer siempre un poco más.
Al día siguiente, cuando me despierto y leo todo esto, me río. No debería escribir a ciertas horas de la noche. Llega un momento en que no soy persona. Mi padre entra en mi habitación, y me hace cosquillas en los pies para que salga de la cama. Me revuelvo: no quiero dejar mi edredón, pero me obligo a salir de la habitación. Huele a café recién hecho, el olor a fin de semana. Bajo descalza las escaleras y corro a sentarme antes de que mi madre me vea. Zito, está haciéndose un batido de Cola Cao y lo ha dejado todo hecho un asco. Una guarrada que me tocará limpiar a mí, vamos. Me sonríe y pone Doraemon antes de que yo pueda coger el mando. Habrá que aguantarse.
Mi padre hace un comentario sobre un programa que ambos vemos y me río. Me gusta ese sonido, me recuerda que soy feliz. Mamá está haciendo la comida: pollo indio. Chincho un poco al enano hasta que papá me mira arqueando la ceja.  A regañadientes le dejo en paz, pero cuando se despista le doy un beso en la mejilla. Se la limpia corriendo, y me mira enfadado. Quique empieza bromear con Zito. Los miró mientras me como la tostada, saboreándola. Qué raro sería no tener hermanos, me digo. Sonrió y sigo escuchándolos sin decir nada.
De pronto, recuerdo lo de mi mundo ideal y todas las cosas que quería en él. Y me doy cuenta de que es totalmente absurdo. Si ya soy feliz ¿por qué querer un mundo ideal? No haría más que aburrirme. Lo perfecto no me interesa. Lo perfecto no hace gracia, no provoca emociones. No te enfadas ni te cabreas con lo perfecto. Vivir en el mundo real es más complicado, sí, pero también mucho más divertido. Así que llego a la conclusión, de que los filósofos y sus utopías inalcanzables son el reflejo de cómo un hombre  intenta interpretar el mundo, recita todos y cada uno de los defectos que ve, y no cambia nada. Un aplauso para todos ellos y  sus trascendentales opiniones ¿qué haríamos nosotros sin filósofos?

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