sábado, 17 de noviembre de 2012

Tío Alberto


 Albert Einstein, genio del siglo XX. Corta presentación, pero exacta. Difícil no conocerlo, casi imposible. Premio Nobel de Física en 1921, por su contribución a la física teórica y su explicación del efecto fotoeléctrico, y no por sus Teoría de la Relatividad como podría parecer obvio ¿Por qué? Porque el científico a quien se encomendó la tarea de evaluarla, no la entendió. Así de simple. Irónico ¿no?

Sin embargo, no creo que su meta en la vida fuese ganar un premio. Estaba por encima de eso. Sí, siempre queda bonito en la biografía de uno, pero hasta Obama tiene un Nobel. Su mayor aportación a este mundo fue el hecho de compartir su saber y su forma de ver el mundo. Enfrentarse cada día a personas que se oponían a él, que despreciaban su trabajo, que lo tachaban de loco. Sí, de loco. Como a tantos otros antes que él. Sócrates, Galileo, Da Vinci. Él no fue el único.

¿Por qué los seres humanos tenemos tanto miedo a lo que no conocemos? Ni idea. Siempre queremos tener una explicación para todo lo que nos rodea. Cualquiera nos vale. Pero, cambiamos difícilmente de opinión. No aceptamos otras. Sólo los más sabios, saben que en realidad no saben nada. Están abiertos a otras explicaciones de la realidad, mientras nosotros nos refugiamos en el mundo que nos hemos creado, lleno de límites y mentiras. Y es que la estupidez humana, como decía el mismo Einstein, es infinita. En mi opinión, también tendrían que haberle dado el Nobel por ello.

Hoy en día, esto no ha cambiado. Vamos por el mundo de modernos, tolerantes y listillos, pero la mayoría de nosotros somos corrientes. Gotas de agua en el océano. Y de vez en cuando, llega alguien que es más cabezota que los demás, y se niega a aceptar alegremente los preceptos que rigen el mundo. No es que sean más inteligentes, sino que saben ver más allá de los muros que nos rodean, que nos hemos construido para protegernos ¿de qué? De lo que no conocemos.

Gracias a Einstein, no al genio sino a la persona, hoy he aprendido algo. Yo, que soy una de esas gotitas de agua que forman el mundo, hoy me alejo un poco más de la ignorancia. No he leído ninguna de sus teorías. No las comprendería. Ha sido su forma de ser la que me ha enseñado algo. A no rendirme, a no creer del todo. Que el mundo no es como lo pintamos, sino que aún está por descubrir. Y que no hay nada de malo en estar loco, porque los locos, al final, son los que cambian el mundo. 


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