jueves, 31 de enero de 2013

Ataques de rabia #3


  Si este mundo sigue en pie es por las personas que no se caen. No, perdonad, por las que se levantan después de haberse caído. Las que no huyen, aunque sueñan con ello, las que se despiertan dispuestas a afrontar la vida de cara, sin esconderse, las que contienen las lágrimas y sacan su mejor sonrisa ante las adversidades. Por todas ellas. Y el gran problema de todo esto, es que por desgracia, en este mundo no existen muchas.

Me gusta pensar que formo parte de esa élite. Sé que suena vanidoso, narcisista y quizá incluso un poco petulante. Pero, sin embargo lo pienso. Y como éste es mi blog, pues digo lo que me da la gana. Y hoy estoy enfadada. Así que les va caer a todos. Bueno, menos a mí. 

Estoy harta, harta de que la gente sea imbécil, sensiblera y débil. Sé que no tendría que meterme con ellos, que por llorar no pasa nada, que algunos necesitan depender de alguien. Les falta autoestima, confianza  y una buena dosis de realidad. Y a veces me pregunto ¿qué harán esas personas cuando un día estén solas? No quiero ni imaginarlo.

Pero, lo que más odio, no es a esas personas, que me dan bastante lástima, sino que el hecho de que se empeñen en decirte que sus vidas son todo desgracias y que la tuya es una camino de rosas. Se quejan, se lamentan y hasta te recriminan si no las apoyas. Para que quede claro: mi vida no es lo que parece. ¿Por qué nadie lo sabe? Porque no me dedico a gritar a los cuatro vientos mis desdichas. No me gusta. Algunos me tacharán de introvertida, de tímida. No se equivocan, pero se olvidan de algo, o simplemente lo ignoran, y es que no me gusta que mis problemas sean públicos. Y la verdad, es que creo que soy muy capaz de resolverlos y superarlos por mí misma. Así que cuando me caigo, sonrío y me levanto en silencio, no me escondo debajo de las sábanas, o huyo en dirección contraria. No me rindo. Nunca.

Y no por falta de ganas. Pero en ese momento me digo que si Edison se hubiese rendido a la primera, nunca habría inventado la bombilla, o que si las mujeres no se hubiesen rebelado contra el machismo, que si se hubiesen quedado en sus casas, hoy ni podría al colegio. Cuando eso no me anima, me digo que podrían haber pasado cosas peores, y que a lo que me enfrento es una nimiedad. Suele funcionar. También, intento siempre ser positiva, aceptar los errores, asumirlos y corregirlos, rechazando las excusas. 

Pero cuando la rabia desaparece, las lágrimas se abren paso, y empiezan a correr por mis mejillas. No gimo, ni monto un espectáculo, sólo dejo que surquen por mi rostro en silencio. Ni siquiera sé porqué lloro. A lo mejor es porque las cosas no salen como quiero, como hacen los bebés. Trago saliva, y me doy cuenta de que tampoco es que esté tan por encima de los demás¿no? Después de todo, puede que si sea tan vanidosa y petulante. 

Respiro hondo, me seco los ojos, y me pongo en pie. Porque la vida no consiste en cuántas veces te caes, sino en cuántas te levantas. Eso es lo que cuenta. Aunque a veces duela mucho. Demasiado. Y es que yo también lo sé. 



1 comentario:

  1. Oye me encanta tu manera de escribir, tan sencilla y confidencial 7u7 y yo que buscaba una foto de portada y me encuentro con tu blog. de veras que esta genial

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