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domingo, 27 de octubre de 2013

Paris #3: "Paris est une fête"

“Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él”, escribió Hemingway. Nunca entendí el por qué. Hasta ahora, hasta que descubrí ese París del que él también se enamoró. 


El día comienza pronto, demasiado para mi gusto pero París me espera. Desayuno y llegamos de los primeros a la Tour Eiffel. Y pese a las escaleras, a la hora en la que me han levantado y el sueño, no puedo para de sonreír y pensar que soy feliz, muy feliz. Contemplo París, a metros y metros de sus calles, observo a sus habitantes y me siento en el séptimo cielo. 


Foto-espejo que no podía faltar.



La Torre Eiffel, construida por el ingeniero francés Gustave Eiffel en 1889, hoy símbolo de París y de Francia, uno de los monumentos más visitados del mundo, en su momento generó cierta controversia entre los artistas de la época, que la veían como un monstruo de hierro: "Torre absolutamente ridícula que domina a París como una gigantesca chimenea de fábrica.Sin embargo, tengo que reconocer que la dama de hierro tiene su elegancia y que las vistas desde las alturas son incomparables. 





Fotos desde las alturas y ya desde abajo, en el Champ de Mars. Corremos hacia el tren y nos plantamos en Versalles. Se trata de un palacio que he querido visitar muchas veces, pero como está a las afueras de la ciudad, nunca había tenido la oportunidad, por cuestiones de tiempo. 

Su construcción fue ordenada por Luis XIV (siglo XVII), le Roi Soleil, que huía de París y su clima de incertidumbre, dispuesto a construir un palacio que representase  todo su poder y riqueza. En mi opinión, el hombre lo consiguió. También conocido por sus jardines clásicos que albergan otras residencias más "modestas", constituye uno de los palacios más importantes de Europa



Foto-espejo inevitable en la Galérie des Glaces del palacio.


Intentando ponernos de acuerdo para hacer una foto que al final sí se hizo, pero no la pongo porque salgo con los ojos cerrados. Por cierto, para visitar los jardines necesitas pagar otra entrada. Pasamos. Ya no la habían clavado demasiado. Sin embargo, algo sí que pudimos ver.


No obstante, la visita me decepcionó. Sí, una fachada deslumbrante, habitaciones cargadas de oro (incluso los dormitorios) y de obras de arte, pero ahí no cabía un alfiler. Entre los empujones, las quejas y que avanzábamos como si fuésemos un rebaño de ovejas, mi humor decayó por minutos. Pero nada como un buen plato de pasta para mejorarlo.


Sonrisa de "por fin hemos salido de esa lata de sardinas". No vayáis a Versalles un domingo, y sobre todo durante el fin de semana del Patrimonio. No lo disfrutareis como se merece.




Volvimos a París, a su arteria principal. Les Champs Elysées nos esperaban. Plan: caminar desde el Arc du Triumph, donde se encuentra la tumba del soldat inconnu hasta la plaza de la Concorde y l'Obélisque de Louxor. Mi alma calló a mis pies. Vale, puede que dos kilómetros y medio no parezcan nada, pero cuando llevas días y días caminando y te dicen esto, tienes ganas de matar a alguien. De eso sí que me quedaban fuerzas.




Napoleón Bonaparte decidió construir este arco tras su victoria en la Batalla de Austerlitz (1805), al prometer a sus hombres: «Volveréis a casa bajo arcos triunfales». Inspirado en los arcos de triunfo del Imperio romano, tiene grabados todas las victorias de Napoléon I. Desde la plaza, parten en forma de estrella las principales avenidas de París.


La tumba del soldat inconnu es la tumba de un soldado anónimo francés que representa a todos esos soldados que murieron durante la primera guerra mundial. En 1923 se encendió la llama del recuerdo, que se vuelve a encender cada tarde a las 18 h 30.

Y emprendimos la marcha, parándonos sólo para visitar tiendas y hacer algunas fotos.


Hasta que al final llegamos a la famosa Place de la Concorde, más conocida por su Obelisco de Luxor. 



El obelisco de la Place de la Concore, una de las más importante de París, es un obelisco del Templo de Luxor, en Egipto, que se ofreció como regalo a Francia en 1830. He tenido la oportunidad de ver los dos de cerca, y ya os digo yo que al de Francia le han hecho algunas reparaciones y le han pasado una buena mano de pintura. Sin embargo, no deja de impresionar el hecho de estar paseando por las calles de París y encontrarte con esta maravilla del mundo Antiguo. 



Sí, parece que no es nada, pero esa caminata casi acaba conmigo. 


Alguna foto más, y rumbo a la Place de la Bastille donde acabamos cenando crêpes y macarrons. ¿Hay algo mejor? Pero París no duerme, aunque no tengas fuerzas y se te cierren los ojos del sueño, la fiesta nunca acaba, como en el libro de Hemingway. 


domingo, 30 de diciembre de 2012

Lista de “deseos” 2013

1.   Volver a Londres

 2.    Convencer a mis padres para que me dejen estudiar en París  (eso quizá me lleve  más de un año)

 3.    Aprender a hacer cupcakes (en realidad, aprender a cocinar)

4.    Ser voluntaria en el hospital St Joan de Deu (hospital especializado en oncología infantil)

5.    Comprarme unos tacones de verdad

6.     Seguir escribiendo aquí (eso no me costará nada)

7.    Cambiarme el móvil (mi Blackberry ya está para tirarla, pero es que me he encariñado con ella)

8.    AHORRAR (lo pongo en mayúsculas, porque sé que me costará)

9.     Gastarme el dinero “ahorrado” en renovar mi armario

10.  Ponerme morena (todo un reto para mí)

11.  Leer Ana Karenina de Tolstoi (he visto el tráiler de la pelicula y me he enamorado, pero el libro es demasiado largo, y mira que a mí me gusta leer)

  12.  PASARLO GENIAL JUNTO A LA GENTE QUE QUIERO



(Este es el trailer de Ana Karenina)

viernes, 28 de diciembre de 2012

Soñadora compulsiva

A veces me pasa que estoy pensando (suelo hacerlo más de lo que me conviene) y mi mente se pierde en las nubes, en otros mundos. Siempre me lo han dicho. Y en esos momentos de paz, mis pensamientos vagan sin rumbo, en libertad. Y en algunas ocasiones, me encuentro soñando cosas de lo más extrañas.


Por ejemplo el otro día, mientras me despertaba, ocurrió lo siguiente. Yo estaba tan tranquila, abrazando mi almohada y preguntándome qué hora sería, luchando por abrir los ojos. Estaba justo en ese momento en que ya no estás dormida, pero tampoco quieres levantarte. Y en es mismo instante, mi mente ...yo que sé. Sólo recuerdo, que de repente me imaginé desayunando en uno de esos acogedores cafés de París, observando a través de la ventana a los transeúntes ir de un lado para otro.

¿París? ¿Por qué París? Mi debilidad siempre ha sido Londres. Pero no, estaba definitivamente en París. Y la verdad es que era bastante feliz, o al menos así me sentía. Bueno, allí se acabó el sueño. Mi padre decidió que era hora de ponerse en marcha y me quitó mi edredón. Y por si no os lo había dicho nunca, mi habitación tiene mucho en común con Siberia. A veces por las noches, hasta puedes oír como entra el viento helado. Así que no tuve más remedio que bajar y desayunar.

Mientras veía Doraemon, me entró un impulso y empecé a buscar universidades en París como si me fuese la vida en ello. Así, una mañana como otra, en plena Navidad. Y se me pasaron las horas, leyendo cosas sobre la ciudad, tomando decisiones. De un día para otro había cambiado mi futuro. Ya no quería oír hablar de quedarme en Barcelona, y ni muchos de entrar en la universidad en la que siempre había querido estudiar.  Todos mis planes desaparecieron ante esta nueva idea.

¿Por qué no hacerlo? Estoy segura de que puedo conseguirlo y de que por lo menos puedo convencer a mi padre (mi madre es harina de otro costal). ¿Es muy descabellado? Nunca me había planteado irme de casa a los 18, pero la gente lo hace ¿Por qué no yo? Siempre me he sentido un poco atada, y la oportunidad de ser libre lo antes posible me resulta muy atractiva y terriblemente excitante.

Y es que nunca he comprendido a la gente que quiere quedarse en el sitio dónde ha vivido toda la vida, convencida de que no hay nada mejor. ¿Cómo saberlo si aún no has descubierto el mundo? Posiblemente, ni siquiera han salido de España, o Europa. Y yo, que sí que he tenido la oportunidad de viajar un poco, siempre he pensado que no he visto nada de nada. Por eso tengo esta obsesión de salir, de pasarme la vida yendo de una punta a la otra del planeta. Es como una inquietud, una especie de necesidad que no puedo ignorar. Y tampoco quiero. Por ahora empezaré por Paris, después Londres y después…bueno, el mundo. Quizá Brasil, o mejor Sídney. Aún no lo sé, pero yo no voy a quedarme quieta, ni hablar.  

Y de repente algo que parecía un inofensivo producto de mi imaginación, se convierte en un objetivo, un sueño que cumplir. Un día sin más, decido cambiar mi futuro. Y eso me da miedo, el hecho de ser tan impulsiva. No creo que sea muy bueno, pero ¿qué le vamos a hacer? Me gusta soñar, pero por encima de todo me gusta cumplir mis sueños. ¿A quién no?

Pd: ¿Qué tal las Navidades? ¿Las habéis pasado bien?