
Imagina
un río, que fluye tranquilamente a través de campos y ciudades, despacio, con calma. Las
miles de gotas de agua se dejan llevar por la corriente, hasta que llegan a una
cascada. ¿Qué pasa entonces?Inevitablemente, el agua cae a borbotones, se desliza en el aire, se
estrella contra las rocas, formando mareas de espuma y nubes de vapor. En mitad de todo ese espectáculo, esas gotas eligen un
nuevo rumbo, un nuevo lugar, aceleran o frenan, se juntan, se separan, y recuperan la tranquilidad, la estabilidad, hasta la próxima
catarata que las haga volar. Saltar por los aires.
Durante
esas cascadas, decides cómo quieres vivir tu vida. Defines quién eres y qué
quieres ser. Cierras capítulos que
deberías haber dejado de lado hace tiempo, y coges trenes que sólo pasan una
vez en la vida. Momentos en los que dejas atrás el pasado y olvidas el futuro: sólo el presente cuenta. Te recompones, te reinventas, o como se ha puesto de moda hoy
en día: te reciclas.
Sí,
en una vida suceden pocas cosas. Cuando te centras en lo que importa y lo demás te da exactamente igual . Hechos puntuales, desperdigados entre los
años. Y nos llevan a nuevos lugares, nos entrelazan con
desconocidos. Probamos cosas diferentes, empezamos otras aventuras. Nos permiten recuperar las riendas de una vida muchas veces
abandonada, manipulada. Cansada. Esos momentos nos hacen abrir los ojos,
reaccionar y escribir de nuestro puño y letra el destino. Nos hacen vivir.
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