Risas. Gritos. Bailes de caderas,
brazos en el aire. Como si no hubiese un mañana, viven hoy, y con eso les
basta.
Besos. Abrazos. Vestidos, faldas
y tacones. Maquilladas, andan como si fuesen superestrellas. A lo mejor lo son,
o lo serán.
Noche. Luces. El bolso en una
mano, en la otra la copa. Hablan por los codos, aunque ninguna se entiende. Tampoco
es que les importe.
Se lo pasan bien. Bailan bajo los
focos ardientes de la pista, al ritmo de la música, sin darse cuenta de que son
el centro de la fiesta, de cómo todo el mundo las observa. Les da igual. Ellas
están ahí para olvidar. Al estúpido jefe de turno, al novio que se ha largado
con la secretaria, a la imposible compañera de piso, a la madre que no deja de
incordiar.
Lo tienen todo, pero sienten que
no les queda nada. Quizá sólo sea el cansancio, quizá sea verdad. Quieren
vivir, y ya no saben cómo. Por eso han salido a bailar hasta el amanecer, a
emborracharse hasta no recordar nada.
Ahí, bajo un cielo sin estrellas,
son libres. No hay quejas, preguntas, ni silencios incómodos. No existe el
pasado, ni siquiera el futuro. Nada, sólo ellas por esta vez.
Volar. Vivir. Reírse a
carcajadas, llorar de felicidad. Pasean por las calles, viejas y sabias,
mientras el sol empieza a iluminar el asfalto.
Abrazos. Despedidas. ¿Cuándo se
volverán a ver?, se preguntan antes de quedarse dormidas.
Sueños. Esperanza. Deseos de
libertad, miedos infantiles. El sol está en lo más alto, y ellas vuelven a su
cautiverio, a sus cadenas invisibles. ¿Qué ataduras? El día a día. La rutina, la
normalidad.
Y es que ¿somos realmente libres?
Quizá sí, quizá no, quizá sólo en sueños.
La vida es difícil. Es irónico que yo lo diga ¿no? La tengo medio
resuelta desde que nací. Pero eso no ha impedido que me ponga trabas,
obstáculos y trampas. A cada esquina que cruzo. Y que yo haya caído una y otra
vez.
A
veces la gente no comprende que alguien pueda tener millones de personalidades.
Existe la chica loca por los tacones, la que disfruta como una niña viendo
Harry Potter, la que le gusta hacer pasteles, la fría como el hielo, la adicta
a los libros de asesinatos y a Gossip Girl, la sarcástica y la comprensiva. Y
todas son una sola chica. YO.
Y
como la gente no lo entiende, no llegan a conocerme. Aunque, ¿puedes conocer a
alguien completamente? Creo que no, y tendríamos que empezar a asumirlo. Sino
después vienen eso “Era un chico encantador y de lo más normal”, “Jamás
imaginamos que esto acabaría ocurriendo”, “Siempre tenía una palabra amable”.
¿No os recuerdan al telediario? Se oyen cada dos por tres, cuando algún
conocido empieza a describir a su vecino asesino, a su amigo terrorista. ¿Quién
habría pensado que alguien podría hacer algo así? No llevamos escrito lo que
somos en la frente, porque no somos una sola persona.
Todos
tenemos nuestros propios demonios, escondidos detrás de una sonrisa brillante,
de una fachada construida cuidadosamente. Y debajo de esa máscara de mentiras,
encontrarás miedo y odio, ira y deseo. Un coctel explosivo imposible de
apaciguar. Porque la furia, el resentimiento, la violencia se acumulan, hasta
que estallan, como una bomba de relojería. Y entonces pasa lo que pasa.
No
intentes entender a alguien del todo, porque cuando lo hayas clasificado y
etiquetado debidamente en tu cabeza, comprenderás que te has equivocado. Por
las buenas o por las malas. Y es que las personas somos más complicadas de lo
que parece. Ese es el gran peligro. “Don’t get too close, it’s dark inside, It’s where my
demons hide”. Y
acabará haciéndote daño, quizá sin darse cuenta.
Pero,
no sé cómo, siempre acabamos cayendo en la madriguera, volviendo a confiar en alguien, pensando que nada
sucederá. ¿Y quién dice que pasará algo? La vida es bella (¡no me refiero a la
peli!), digan lo que digan. Y hay tanto que hacer, tanto que vivir. Nadar con
delfines, tomar toneladas de helado, dar la vuelta al mundo, bailar hasta el
amanecer, escribir libros, inventar historias. ¿Y qué si de vez en cuando
tropezamos con algún demonio? Yo seguiré bailando. Hasta el amanecer, sobre el frío asfalto, bajo la lluvia o el sol, en ciudades perdidas, en lugares por descubrir ¿Quieres tú también? Pues ven aquí, aunque nunca lleguemos a conocernos de verdad, aunque nos hagamos daño, aunque duela. Aunque las heridas nunca sanen, aunque queden cicatrices imborrables. Aunque nos caigamos ¿Te levantarás y seguirás bailando? Yo hasta que el tiempo acabe conmigo.