Vale,
después de seis días en la ciudad, no creo que haya visto ni un cuarto de ella.
Esto es enorme, gigantesco. Y lo que he visto me ha gustado mucho. Para comenzar, dimos un paseo en barco por el
Bósforo, donde he decidido que cuando sea mayor y millonaria (sí, lo seré
aunque aún no sé cómo) tendré una mansión en el lado asiático de la ciudad. Son
increíbles, con muelle propio y vistas espectaculares. Además no hay
demasiadas, como en Miami, donde cada cual es más extravagante o en la Costa
del Sol donde ya hay tantas que ni se ve el mar. Es un lugar perfecto.
No
creáis que sólo me he limitado a dar paseos en barco, también he hecho turismo.
Realicé la obligatoria visita a Santa Sofía, donde el aire fresco alivia el
calor que hace afuera. La verdad es que la iglesia-mezquita-museo es un mejunje
dispar de religiones…una imagen de Cristo por un lado y en frente frases del
Corán ¿Para qué construir una nueva mezquita cuando puedes utilizar una iglesia
cristiana?, debieron pensar los musulmanes en 1453. Le añadieron cuatro cosas y
se quedaron tan anchos. Bien por ellos, eso que se ahorraron. No les quedó tan
mal. Encima, destruir tal edificio sólo por ser un templo religioso hubiera
sido una pena. Santa Sofía es magnífica, y los musulmanes siempre han tenido
buen ojo para la arquitectura y todo eso. Así que os recomiendo la visita,
aunque tengáis que hacer cola para comprar las entradas bajo un sol abrasador.
En
Estambul, hay mezquitas en cada esquina, cada cual más grande así que es
prácticamente imposible no visitar ninguna. Como yo soy así, me limité a
visitar una. ¿Por qué visitar más si son prácticamente iguales? Eso sí, visité
la mejor, o eso dicen. La Mezquita Azul se encuentra en frente de Santa Sofía,
a dos pasos. Creo que los musulmanes quisieron hacerles la competencia a los
cristianos y por eso la construyeron.
Obligatorio
llevar velo, los hombros y las piernas tapados. Ya me veis a mí, enrollandome la
bufanda alrededor de la cabeza a lo turbante con tal de no usar una de esas
telas que te dan para taparte. A saber cuándo fue la última vez que las
lavaron. Por suerte, mi hermana me prestó un pañuelo y no tuve que hacer el
ridículo. Así que cuando pasé el control, me quité los zapatos y pasé de largo.
Pero como sólo me puede pasar a mí, no tuve suerte. En dos segundos una señora,
nada amable por cierto, me puso una de esas telas entorno a las caderas. Al
preguntarle, me dijo que el hombre que la acompañaba y que hacía con ella el
control, no consideraba que mi vestimenta fuese apropiada. Casi les pego un par
de gritos, pero conseguí morderme la lengua en el último momento. En cambio,
fui y le pregunté por qué no iba bien vestida (llevaba leggins gordos y el
abrigo abrochado que me llegaba justo por encima de las rodilla). Me contestó,
todo orgulloso que se me veían demasiado las piernas. Ahí soñé con retorcerle
el cuello y cortarle la cabeza. No suelo ser agresiva, es que ese tío me
cabreó. Pero pensé que después de todo esa era su casa, así que mejor respetar
sus reglas, por injustas que me parecieran. Dentro, la mezquita era bastante
bonita aunque impresionaba más por fuera. Y si bien me hubiese gustado, no me
quité ni el pañuelo ni el pareo ese improvisado por respeto a su religión y a
sus costumbres. No como hicieron un grupo de chinas maleducadas, (siento la
generalización, pero sólo me he encontrado con chinos maleducados en esta
vida), que se quitaron el velo. A ver si no aceptas sus normas, no entres en la
mezquita, hija.
Por
último, vistamos el palacio Topkapi, que creo que alberga tanto oro como para
alimentar a toda la ciudad. Que si teteras, espadas, joyas, coronas, hasta
tronos de oro tenían. Demasiado opulento para mí, quizá. Lo mejor del palacio
son sin duda las vistas que proporciona de la ciudad, tanto de la parte
asiática como de la europea. Bueno, os dejo que esto de escribir con
turbulencias es incomodo. Además ya me sirven la cena. Bon appétit pour moi.
No es por daros envidia ni nada, pero ahora mismo estoy estirada en una cama enorme disfrutando de las vistas nocturnas de una Estambul iluminada por cientos de luces. Bueno, añadiré que estoy sola porque mi hermana no llega hasta mañana por la mañana, aunque tampoco importa mucho. Y es que estoy en estado de shock. Boquiabierta aún.
Me explico. Siempre imaginé que Estambul no llegaría a gustarme, ya que podía dibujar el aspecto de una ciudad en ruinas. Cuanto me equivocaba. Sí, es verdad, presenta centenares, quizá miles y miles de viejos edificios, cuyas fachadas descoloridas se alzan a penas como fichas de dominó sobre las colinas de Estambul. Una ciudad sin límites, y que mires por donde mires, hasta donde tu vista alcance, solo verás una marea de cemento. Pero esa colmena desordenada que se extiende tanto por Asia como por Europa esconde su encanto en su interior. El tráfico salvaje, donde no hay ley o semáforo que impere, los cientos de puestos callejeros que venden comida típica del país y los grandes bazares que te ofrecen de todo (ya sabéis lo que me gusta comprar).
¿Y la gente? La gente es increíble. Los turcos son una mezcla entre europeos y musulmanes que respetan tus ideologías mientras respetes las suyas. Así en una misma calle puedes encontrarte con iglesias y mezquitas, con mujeres que llevan burka y otras con falda. Y eso me parece impresionante, el ser capaces de vivir en paz en una ciudad pese a que crean en cosas diferentes, y además siendo tantos (casi 14 millones de habitantes). Este logro no es más que otro atractivo de Estambul. Aunque llueve, la temperatura no supera los 10 grados y me he despertado a las 3h30, hoy he tenido un día extraordinario. Esperemos que el resto sea así, al fin y al cabo las apariencias siempre engañan.
Por último, un consejo que os doy por si algún día os decidís a venir a Estambul: nada de tacones o no parareis de meteros ostias contra el suelo. Os lo dice alguien que sabe del tema ;)