
La gente es siempre tan sensible, tan susceptible. Todo les
hiere, todo les molesta. Y siempre se quejan. ¿Libertad de expresión? Puede,
pero al final acabamos escribiendo y por lo tanto pensando, lo que los demás
quieren que creamos. Lo que está “bien”. Lo que es “correcto”. ¿Correcto según
quién? ¿Libertad de opinión? ¿Dónde? Si no piensas como la mayoría, se te echan
encima como hooligans.
De opiniones existen tantas como colores hay en el mundo.
Algunas más éticas, otras menos. Pero lo que hace que una opinión sea respetada,
son los argumentos que la respaldan. Y no vale cualquiera. Pido por favor que
se eviten aquellos que translucen odio y rencor ¿Crees que insultando o
menospreciando, la gente te hará más caso? Puede que las masas sí, lo
reconozco. A la gente le encanta todo esa demostración de hostilidad (claro ejemplo, Mourinho, entrenador del Real
Madrid) y si además le añades algo de sarcasmo, los medios ya te llaman ídolo. Pero para mí esos es juego sucio, y da verdadero asco. ¿No sabes hacer otra cosa que fomentar el odio? Déjame decirte que entonces eres un imbécil de los pies a la cabeza.
Segundo argumento a evitar, los que dan pena. ¿Cómo darle
valor a tu opinión si lo único que buscas es compasión? Sólo admito, los que
buscan solidaridad y apoyo. Nada más. Tampoco mientas. No te aproveches de la ingenuidad de otro, eso es rastrero. Ahora viene mi favorito. “Yo tengo
razón porque soy mejor que tú”. Vale, no lo decimos así, pero lo pensamos. Reconocedlo. Ni
siquiera consideramos el juicio del otro, ya que damos directamente el nuestra como
superior. ¿Superior según quién? Nosotros. Si es que al final todo es yo, yo y
yo.
Respira hondo, me digo y piensa dos veces lo que dices, o
mejor dicho lo que escribes. Pero es que ya estoy hasta la coronilla de tanta
tontería y sensiblería, como si fuéramos una panda de mocosos enanos y mandones. Si no te hago caso, es porque no me da la real gana (papá, mamá, esto no va por vosotros) . Si no te
gusta lo que digo, lo que pienso, lo que escribo, simplemente ignórame pero
respeta mi opinión, porque tengo tanto derecho a tener una como tú. Puede que
al final se demuestre que no tenía razón. Entonces me callaré.
Ese es otro tema del que me gustaría hablar, esa horrible
costumbre que tiene la gente de rebatir temas que ya están zanjados. Son ganas
de estrellarse una y otra vez contra una pared. ¿Qué ganas hay de volver a
discutir? Si es que he comprobado que en el fondo las personas no somos capaces
de no reñir, siempre encontramos alguna nimiedad por la que enfadarnos, algo
que no nos parece bien. Somos unos inconformistas y unos pesados ¿Cómo nos soportamos?, me
pregunto y es que a veces yo misma me harto de ser yo.
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