Suena la alarma. Son las 6 de la mañana y los primeros rayos
iluminan las calles. Sin embargo, en vez de remolonear entre las sábanas, me
levanto de un brinco. ¿Por qué? ¡Porque me voy a París! ¡PARÍS!
Termino mi maleta, me visto a trompicones (mi equilibrio nunca ha
sido bueno) y desayuno lo que mi estómago me permite, atenazado por los
nervios. Excitada, no dejo de ir de un lado a otro, volviendo locos a mis
padres.
Llegamos al aeropuerto justo a tiempo, facturo la maleta (por
primera vez, no temí sobrepasar el límite de peso permitido), paso el control
de seguridad que milagrosamente no pita y nos acomodamos en las sillas del
aeropuerto, matando el tiempo con las cámaras de fotos y las redes sociales.
Dos horas, un montón de risas y alguna que otra foto después,
cogemos el tren que nos lleva al centro de la ciudad. Tardamos más de lo
previsto, ya que la policía detuvo el transporte ferroviario al descubrir un
paquete sospechoso en las vías del tren. (En Francia, estaban en alerta roja
por amenazas de atentados terroristas causadas por la posición del país en la
guerra de Siria.) Aunque cansados y hambrientos, supimos entretenernos. Yo, más
feliz que una perdiz con mi nueva sudadera del monstruo de las galletas (con el que me siento muy muy identificada).
El hotel, un Ibis Style, fue calificado como un puticlub, con
bastante acierto la verdad (si lo vieseis sabríais porqué), de habitaciones
enanas y decoración “moderna”. Bueno,
dejemos el tema aquí y continuemos con la comida: una maravilloso bagel de
salmón asquerosamente caro. Y es que París es París, mes amis.
Después
de un viaje en metro de infarto (hora punta, apretados como sardinas, acompañados
de parisinos cabreados y más paquetes sospechosos), llegamos à les Halles (antiguo
mercado de la ciudad). De allí caminamos por la rue Rivoli, pasamos por la
Place Vendôme…
La
ópera de París (¡bastante más impresionante que el Liceu de Barcelona!)...
Donde
cogemos el metro hacia l’Hôtel de ville (el ayuntamiento, y ¡qué ayuntamiento!),
cruzamos el Sena hasta la Ile de la Cité y llegamos a la catedral de Notre-Dame
de Paris.

¿Descanso?
¡Qué va! Descubrimos le quartier de
Saint-Michel antes de embarcarnos en el bateau
mouche (eso barcos alargados que pululan por el Sena).
Contemplo
la ciudad iluminada por miles de luces, mientras el barco surca el río en silencio, y
descubro por qué tanta gente acaba enamorándose de ella. No hay nada que se le
parezca en el mundo. Magnifica, es la palabra. Y sin saber por qué, siento algo
en el corazón, una especie de ansiedad, al darme cuenta de que unos días vuelvo
a casa. No quiero, no puedo. Acabo de encontrar una parte de mí que nunca he
sabido que existiese.
Una
crêpe para cenar (adicta desde ese momento) y de vuelta al hotel a medianoche. ¿A dormir? ¡Jamás! Pese al
cansancio, ahora empieza la fiesta,
Fantasticas fotos!
ResponderEliminarhttp://theartist-mona.blogspot.com.es/2013/09/hearts-on-my-shirt.html
I love Paris !! I hope you had a wonderful time :)
ResponderEliminarhttp://myfroley.blogspot.com
I love Paris !! I hope you had a wonderful time :)
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