Este es un proyecto que tengo desde hace tiempo: escribir una historia. Ésta por supuesto no es la primera, pero al empezarla, pensé que quizá os gustaría. Trata de una chica normal de Barcelona que inventa historias sobre la gente que se cruza con ella en la calle.
Barcelona, 2012

Si
la vida fuese como en los libros, ella no estaría allí. No, estaría bien lejos,
recorriendo el mundo en busca de gente como ella. Personas que no se toman la
vida en serio, y que se dejan llevar. Pero no, ella sigue anclada aquí,
viviendo con una cincuentona menopáusica y una adolescente metomentodo. ¿El
padre? Un día se marchó y no volvió. No le culpaba por eso. Sí, ella habría
hecho lo mismo. Lo único que le recriminaba, es que no se la hubiese llevado
con él. Así, no seguiría viviendo en esa casa de locos.
Baja
la vista. La calle rezuma de vida. La primavera ya ha llegado, y Barcelona se tiñe
de color. Le gusta la ciudad ¿Por qué? Ni siquiera ella lo sabe. Puede que sean
sus calles desordenadas, el ambiente cálido o el olor a mar. Ni idea. De
repente, apareció a su lado una bola de pelo gris atigrado.
-
Ven aquí, Duquesa. ¿Tú también huyes? –le preguntó, mientras le acariciaba distraídamente
el lomo. La gata, como única respuesta, se acurrucó junto a ella y cerró los
ojos.
Ojalá
su vida fuese tan sencilla. Dormir, comer y dormir. Pero ella no había tenido
tanta suerte. Nunca la tiene. Balancea los pies en el vació y vuelve a mirar hacia
abajo. Un año atrás, había descubierto ese trocito de libertad, su espacio. Y
desde eso momento, se pasa las horas ahí, en la ventana, contemplando personas,
imaginando historias. ¿Quiénes son? ¿A dónde van? ¿De dónde vienen? Especula con todas aquellas preguntas, y con mil más. Dibuja sus vidas, las inventa en
su mente. A lo mejor sus fantasías no tienen nada que ver con la realidad, pero no
le importa.
-
¡Ariel! ¡Tu cuarto! –vociferó una mujer a pleno pulmón.
-
Ariel, o lo recoges o empiezo a tirar tus cosas a la calle.
-
Ya voy, ya voy –gritó mientras entraba en la habitación.
-
¿Otra vez en la ventana? Te pasas el día ahí –declaró su madre mientras le dejaba ropa
limpia sobre el escritorio-. ¿Es que no tienes nada mejor que hacer?
-
Ya has terminado ¿no? Así que vete a molestar a María y déjame en paz –le exigió
la chica.
Cuando
la mujer salió, Ariel cerró la puerta de un golpe. Estaba tan harta. Tenía que
salir de allí, cuanto antes. Si no iba a volverse loca. ¿Pero como marcharse?
Tenía algunos ahorros, y muchas ganas de escapar ¿Sería eso suficiente? Se
estiró en la cama deshecha y se imaginó una nueva vida. Un nuevo punto de
partida. En otro lugar, con otra gente. Otra historia, una propia.
Me gusto la historia,me sentí identificada con ella..
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