
La economía y
sobre todo el mundo de las finanzas relacionado con la bolsa de valores son
impredecibles. Puedes ganar mucho o perderlo todo en segundos. Es cuestión de
suerte, pura y dura. A lo mejor tienes un sentido de las finanzas desarrollado,
pero nadie te garantiza que todo salga bien. Sin embargo, ya no es que los
inversores, las agencias de calificación o los bancos de inversiones como
Goldman Sachs se arriesguen jugando con el futuro de las empresas, eso ha
pasado a ser aburrido ¿no es más divertido jugar con países y su posible
quiebra? Más emocionante, sí, pero también más peligros. Pongamos por ejemplo,
que yo, “gurú” de las finanzas advenedizo, mañana, mientras me tomo mi café matutino
y leo la prensa, decido que una empresa como Iberdrola quebrará pronto,
basándome por supuesto en información y
mis previsiones, y que por lo tanto el valor de las acciones de sus inversores
descenderá en picado ¿Entonces qué ocurre? Muy fácil, que cunde el pánico, y
los inversores empiezan a vender y a vender, sin que nadie quiera comprar esas
acciones, así que la empresa se ve perjudicada cuando a lo mejor todo le iba
bien.
¿Ahora pensemos
en países? Si mañana una agencia de calificación como S&P rebaja la nota de
la deuda de un país como Portugal o Grecia ¿qué pasa? Los inversores dejan de
fiarse de que ese país pueda devolver su deuda y empiezan a creer que se acerca
peligrosamente a la quiebra. Toda esta situación me recuerda al Monopoli, un
juego donde tú compras las calles según su color, sólo que en el mundo real las
calles son países y el color sería lo que nos fiamos de que pueda devolver su
deuda. Para que nos entendamos, Grecia estaría entre las marrones y España no
llegaría a las rosas. Nadie quiere esas calles, no es un negocio rentable. Al
final, todo es un juego de azar ¿no?, todo consiste en tirar los dados, decidir
entre comprar o vender y rezar para que el negocio te vaya bien.
Reconozco que el juego de las finanzas (no
puedo llamarlo de otra manera), debe ser bastante entretenido (siempre me gustó
el Monopoli). Sólo tiene un reparo, uno bastante considerable, uno que me pone
los pelos de punta. Los inversores y las agencias de calificación no sólo
especulan con dinero, sino que especulan con vidas, sueños y futuros. Como si
fueran Dios, vamos. Son responsables de lo que les pasen a millones y millones
de seres humanos. Es asqueroso, casi vomitivo lo que esa gente puede hacer por
el dinero ¿Para qué? Ellos acabaran un día tan muertos como yo ¿y qué harán con
todo ese dinero? ¿Lo enterrarán con ellos? Sería algo memorable de ver, aunque
no creo que por llevarse el dinero al otro mundo, ellos sean más felices que
yo. Y si lo que quieren es emoción y riesgo, que se dediquen a hacer puentin o
que jueguen a la ruleta rusa, que es lo mismo, sólo que esta vez su vida es la
única que está en peligro.

Finalmente, sólo
quiero añadir que los que critican tanto este modelo de economía, que propongan
ideas nuevas, sistemas alternativos. Es fácil quejarse y no hacer nada, pero no
nos hace avanzar. No digo que el capitalismo sea justo ¿pero es malo? La vida
no es justa pero es buena, o eso espero. Estamos tan acostumbrados, seguramente
porque nos lo han enseñado desde pequeños, que si algo no es bueno entonces es
malo, que si algo no es justo es directamente injusto. No es verdad, existen
niveles intermedios entre los antónimos. Nada es ni blanco ni negro, todo es
simplemente gris.
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